Cleto
Alejandra María Sosa Elízaga*
En la Iglesia hay incontables beatos y santos, y alguien podría decir: ‘y ¿a mí qué?, ¿en qué me va o me viene?, qué bueno que estén en el cielo, los felicito, pero yo sigo en la tierra.’
Cabe responder: ¡claro que nos benefician, y mucho!
En primer lugar, nos dan un buen ejemplo que nos conviene imitar, sobre todo cuando se trata de beatos o santos con los que nos podemos identificar en algo, sea por su edad, nacionalidad, ocupación, o incluso por los defectos y pecados que tuvieron que superar.
Y en segundo lugar, podemos pedirles, como pedimos a amigos o familiares, que rueguen por nosotros. La diferencia es que su oración es más eficaz, pues ya gozan de la presencia de Dios.
El ejemplo y la intercesión de beatos y santos es invaluable. Y más los aprovechamos cuanto más conocemos a quien nos encomendamos.
Por eso en estos días en que celebramos el ‘Día del Laico’, y festejamos que en julio de este año el beato Anacleto González Flores, fue declarado ‘Patrono de los laicos mexicanos’.
Por ello quisiera darles a conocer, de manera resumida, su vida:
Nació en Tepatitlán, Jal. el 13 de julio de 1888, segundo de doce hijos de una familia pobre que fabricaba rebozos. Él salía a venderlos.
Por su facilidad de palabra; era el orador del pueblo.
Cantaba, estaba en la banda de música. Era alegre y fiestero.
Tras asistir a un retiro tuvo una conversión. Enseñaba catecismo a los niños del pueblo. Con un viejo fonógrafo en la ventana, tocaba melodías para atraerlos y les hablaba de Dios.
Por su piedad fue invitado a entrar al seminario. Aprovechó tanto que si faltaba un profesor, podía sustituirlo. Lo apodaron ‘el maistro Cleto’. Pero no tenía vocación sacerdotal. Al empezar la persecución religiosa, se fue a Guadalajara, a estudiar leyes. Decía: “Quiero ser licenciado para luchar por la Iglesia y la Patria.”
Estableció círculos de estudio de apologética, historia, sociología, y el grupo ‘Falange de la Patria’. Quería formar a los jóvenes en piedad, estudio y acción.
Nunca lucró con su profesión. Se casó y tuvo dos hijos. Su esposa no toleraba su labor política y su pobreza, pensaba que dado el talento de Anacleto, debía ser rico.
Fundó la ‘Unión Popular’, para defender derechos de campesinos y obreros, y se unió a la Confederación Católica del Trabajo.
Fundó un grupo afiliado a la recién fundada ACJM (Acción Católica de la Juventud Mexicana). El Papa Pío XI lo condecoró con la cruz ‘Pro Ecclesia et Pontifice”.
Fundó el semanario católico ‘La Palabra’. Denunciaba los atropellos y el nefasto anti-catolicismo de la revolución, el protestantismo y la masonería.
Publicó varias obras, entre ellas: ‘Ensayos’, y ‘Tú serás Rey’ en la cual pide a los cobardes retirarse, pues son ‘lastre y fermento de miedo’, e invita a los católicos a no ser apocados, sino osados para luchar por defender el Reino de Cristo.
En 1918, lideró una lucha pacífica, con manifestaciones y boicots económicos, y logró que se derogara un decreto anticlerical.
Iba diario a Misa, oraba, rezaba el Rosario. Solía dolerle el estómago de noche; lo aguantaba sin tomar medicina, para poder comulgar al otro día (en ese tiempo el ayuno eucarístico era de muchas horas).
Fundó un periódico católico clandestino llamado ‘Gladium’, de 100,000 ejemplares..
En 1926, durante la persecución religiosa se fundó la ‘Liga de la defensa de la libertad religiosa’, a la cual Anacleto unió su Unión Popular. Aumentaron secuestros, torturas y asesinatos de católicos. Fue perseguido.
El 29 de marzo de 1927 rezó con su familia, jugó con sus hijos, y fue a ocultarse a casa de unos amigos. De madrugada, escribía un texto para ‘Gladium’, cuando unos militares fueron por él. Le preguntaban dónde estaba el arzobispo. Respondió: ‘No lo sé, pero si lo supiera no se lo diría’. Lo torturaron colgándolo de los pulgares. Le desollaron la planta de los pies. Resistió. Decidieron matarlo. Declaró: “He trabajado por defender la causa de Cristo y de Su Iglesia. Ustedes me matarán, pero conmigo no morirá la causa, muchos detrás de mí están dispuestos a defenderla hasta el martirio.”
Al general que ordenó su muerte le dijo: ‘Lo perdono de corazón. Pronto nos veremos ante el tribunal divino. El mismo Juez que me va a juzgar, será su Juez. Entonces Ud. tendrá en mí un intercesor con Dios.”
Le clavaron una bayoneta. Sus últimas palabras fueron: “Yo muero, pero Dios no muere. ¡Viva Cristo Rey!” Era el 1 de abril de 1927.
El Papa Benedicto XVI lo beatificó el 20 de noviembre de 2005.
El 11 de julio de 2019 el Papa lo declaró Patrono de los laicos de México.
También quisiera ahora compartirles su pensamiento, por medio de estos textos suyos. Fueron escritos hace noventa años, pero son de una actualidad impresionante:
“No hemos nacido únicamente para comer frijoles, sino para trabajar por el bien de la sociedad, de nuestros hermanos, por el progreso intelectual y moral, especialmente de todos los hijos de una misma patria, por el honor y la glorificación de Dios y la consecución del último fin para el que fuimos creados”
En su semanario ‘La Palabra’ afirmó:
“Si hemos de ser sinceros y deseamos sanar, debemos empezar por conocer que nada nos ha perjudicado tanto, como el hecho de que los católicos...abandonemos todas las vías abiertas de la vida pública a todos los errores...(de los enemigos de la fe).
Nos parece que basta rezar, que basta practicar muchos actos de piedad y que basta la vida del hogar y del templo...y les hemos dejado a ellos la escuela, la prensa, el libro, la cátedra en todos los establecimientos de enseñanza, les hemos dejado todas las rutas de la vida pública y no han encontrado una oposición seria y fuerte por los caminos por donde han llevado la bandera de la guerra contra Dios.
Y han logrado arrebatarnos la niñez, la juventud, y las multitudes, y todas las fuerzas vivas de la sociedad, con rarísimas excepciones...
Y tenemos necesidad urgentísima de que nuestros baluartes se alcen dentro y fuera de nuestras iglesias y de nuestros hogares...para conservar los principios que hemos sembrado en lo íntimo de las conciencias, dentro del santuario del hogar y del templo...
Urge que en lo sucesivo, cada católico...tenga entendido que hay que ser soldados de Dios en todas partes: iglesias, escuelas, hogar, pero sobre todo ahí donde se libran las ardientes batallas contra el mal...”
Qué maravilla que tenemos un nuevo Patrono de cuyo ejemplo podemos aprender y a cuya intercesión nos podemos encomendar.
Pidámosle:
Beato Anacleto,
Patrono de los laicos mexicanos:
Ruega por nosotros,
para que como tú
nos comprometamos
a vivir, enseñar y difundir
la fe en Dios
y el amor a la Iglesia,
y con los medios y talentos
que tengamos
luchemos por la paz
y la justicia,
para que
en nuestra Patria querida
podamos vivir todos
como hermanos
bajo el maternal amparo
de María.
Amén