y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

La escuela de la familia

Alejandra María Sosa Elízaga*

La escuela de la familia

¿Por qué habrá querido Jesús venir a este mundo dentro de una familia?

Hacía muchos siglos que había creado al ser humano, ya había tenido buen tiempo para ver cómo se comportaban las familias y, sobre todo, para oír a todas horas las incesantes quejas de quienes alzaban la vista al cielo para reclamar: ‘Señor, ¿por qué pusiste a éste en mi familia?’, ‘Señor, ¿por que me diste a éstos por hermanos?’, ‘Señor, ¿por qué elegiste para mí a esta mamá?’, ‘Señor, ¿qué no podías haberme escogido unos parientes mejorcitos?, a ver si me los cambias, porque ¡¡ya no los aguanto!!’

Con tanta experiencia, Jesús bien podía haber preferido aparecerse de repente, ya adulto, en este mundo, pero pudiendo elegir libremente, optó por seguir el camino que seguimos todos los seres humanos, y quiso nacer en una familia. ¿Por qué?

Desde luego porque era el modo de compartir verdaderamente nuestra condición humana, y cabe pensar incluso que quiso acompañarnos cuando sufrimos por nuestros ‘parientes incómodos’ (que a Él no le faltaron, recordemos a ésos que fueron por Él porque pensaban que se había vuelto loco), pero todavía podemos considerar que hay otra razón: que a pesar de las quejas que durante siglos había recibido de aquellos a los que les parecía que sus familias dejaban mucho que desear, Él siguió considerando valiosa la familia, y quiso demostrar que no sólo la había creado para que otros pertenecieran a ella, sino que Él mismo estaba dispuesto a formar parte de una.

Tenemos así una especie de ‘aval divino’ que da fe de que Dios recomienda la familia, que la considera el mejor medio, no sólo para que un ser humano crezca amado, comprendido y protegido, sino para que pueda desarrollarse bien, aprendiendo y practicando valores, virtudes y cualidades esenciales que le servirán para salir adelante en la vida, por ejemplo, entre otros, los que se deducen de lo que nos dice san Pablo en la Segunda Lectura que se proclama en Misa este domingo en que la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia (ver Col 3, 12-21), entre los que cabe destacar éstos:

Compasión: En familia aprendemos a ponernos en el lugar de los otros, comprender lo que los hace sufrir, solidarizarnos con ellos.

Magnanimidad: En familia aprendemos a tener tolerancia con los defectos de los demás y a disculparlos.

Humildad: En familia aprendemos a aceptar las críticas sin ofendernos, a no humillar a los otros, y a no tener inconveniente en hacerles un servicio sin repelar, ni anunciar que ya hemos hecho demasiado y que ahora le toca a otro.

Afabilidad: En familia aprendemos a dominar el malhumor y a tratar a los demás con alegría y caridad.;

Paciencia: En familia aprendemos a sobrellevar sin exasperarnos los defectos de los demás, y a no desesperar si no reaccionan como y cuando esperamos.

Perdón: En familia aprendemos a disculpar con prontitud y de corazón al que nos ofende.

Amor: En familia aprendemos a compartir con los demás el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones a manos llenas.

Paz: En familia aprendemos a convivir con quien piensa distinto, con quien solemos tener desacuerdos, con quien nos cae mal.

Enseñanzas y consejos: En familia aprendemos a compartir, delicada y oportunamente, lo que sabemos.

Gratitud: En familia aprendemos a ser agradecidos, en primer lugar con Dios, que nos ha colmado de dones, uno de los cuales es la familia, y también agradecer a quienes nos rodean.

Respeto. En familia aprendemos a no imponernos a los demás, a no atropellar su dignidad, a no invadir su privacidad.

Obediencia: En familia aprendemos a aceptar que no siempre se haga nuestra voluntad, a cumplir nuestro deber con prontitud y a tener disponibilidad.

Son unos cuantos ejemplos que nos ayudan a ver que la familia puede ser escuela que nos cobije y nos enseñe, nos acoja y nos lance a edificar en el mundo el Reino del amor. ¿Cómo lograrlo? Imitando a la Sagrada Familia, en cuyo seno, en cuyo centro encontramos siempre al Señor.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “La fiesta de Dios”, Col. ‘Lámpara para tus pasos’, ciclo A, Ediciones 72, México, p. 19, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 28 de diciembre de 2025 en la pag web y de facebook de Ediciones 72