4 cosas que nos revela la Asunción de María
Alejandra María Sosa Elízaga*
Hace un año, el 15 de agosto, al celebrar la Solemnidad de la Asunción de María, un amigo planteaba: ‘¿Bueno, y qué necesidad tenía la Iglesia de definir como dogma que la Virgen María fue asunta al Cielo? ¿Qué más daba creer que murió y se quedó en la tumba? La seguiríamos queriendo igual, por ser Madre de nuestro Señor. Nos encomendaríamos a Ella como hacemos con santos y santas, cuyas almas están en el Cielo. Y no habría este dogma que suele ser obstáculo para que los protestantes se conviertan en católicos, pues les cuesta creerlo.
Para responder, cabe primero recordar que los dogmas son verdades de fe que la Iglesia define (es decir: no los inventa, sólo los formula), con base en la Sagrada Escritura, y que los católicos debemos creer. Esto incomoda a quien piensa que tener que creerlos es una imposición arbitraria, que mejor cada quien crea lo que quiera. Ignoran que si así fuera, habría un caos. Los pocos dogmas que la Iglesia ha definido a lo largo de siglos, son como piedras grandes y firmes en un camino lodoso. Tenemos la seguridad de poder apoyarnos en ellas y avanzar sin que se muevan o se hundan. En este mundo relativista y cuya sociedad es calificada de ‘líquida’, el que haya verdades sólidas, que no cambian, sobre las que podemos apoyar nuestra fe, nos da seguridad.
Cabe mencionar también que los dogmas no se definen o se dejan de definir buscando agradar a la gente. Se definen porque son verdad. Y la Iglesia está llamada a difundir y defender la verdad, sea que ésta agrade o desagrade.
Y con relación a que los dogmas puedan incomodar a hermanos separados, la experiencia muestra que ocurre lo contrario. Según estudios realizados acerca de las causas por las que la gente deja o se acerca a la Iglesia Católica, se vio que las razones para irse suelen ser emocionales (me cayó mal tal persona; en el templo al que ahora voy la prédica y la música ‘me llegan más’), y en cambio, los que entran a la Iglesia lo hacen porque descubrieron en ella la verdad, y tienen que seguir su conciencia aunque les duela tener que renunciar a su puesto (muchos eran pastores en sus iglesias), a su sueldo seguro, a su comunidad, e incluso sufrir la incomprensión y alejamiento de familiares y amigos que se enojan por su decisión pues han creído mentiras que oyeron sobre la Iglesia. En este sentido, los dogmas de la Iglesia Católica les atraen porque saben que son sólidas verdades de fe que no van a cambiar, que la doctrina que enseña no está sujeta a votación, como sucedía en su anterior denominación religiosa.
Dicho lo cual, cabe ahora tocar el tema del dogma mariano mencionado al inicio, pero antes conviene hacer notar que sucede con los otros dogmas marianos, se podría pensar que sólo tienen que ver con la Virgen María, pero en realidad revelan mucho acerca de Jesús. Por ejemplo, el dogma de María, Madre de Dios, revela la divinidad de Jesús. El de su virginidad perpetua revela que Jesús es Hijo de Dios. En lo que toca a la Asunción de María al Cielo, este dogma revela al menos 4 cosas sobre Jesús que nos ayudan a conocerlo mejor y amarlo más.
Revela que cumplía los mandamientos, en este caso el cuarto, y honró a Su Madre no dejándola abandonada en la tumba, sino llevándola Consigo al Cielo.
Revela que en Jesús había una perfecta coherencia: y que así como al inicio de la vida de María, cuando fue concebida, la preservó del pecado original, cuando Ella llegó al final de su vida en este mundo, la preservó de la corrupción del sepulcro.
Revela Su amor por Ella. Consideremos esto: si quienes amamos a nuestra madre pudiéramos impedir que acabara en un ataúd, lo haríamos. No podemos. Pero Jesús pudo y mostró Su amor por Ella librándola del sepulcro.
Revela que para Jesús Su Madre no era una mujer igual a otras, ni siquiera una santa igual a otras, pues le concedió lo que a nadie concedió antes ni después: ser asunta en cuerpo y alma, para pasar la eternidad a Su lado.
Este 15 de agosto celebremos la Asunción de María, que nos permite gozarnos en saber que la tenemos como Madre en el Cielo, intercediendo por nosotros todos los días.