y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Y por nuestra salvación

Alejandra María Sosa Elízaga*

Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 24

¿Tienes necesidad de salvación?

Se preguntó esto a gente que fue visitada en su hogar durante una misión.

Sorprendió que aunque la gran mayoría contestó que si, hubo personas que aseguraron que ya estaban salvadas, y otras que afirmaron que eso de ‘salvación’ era un concepto de fanáticos religiosos, algo superado, que ellas no necesitaban ser salvadas de nada, y que así estaban bien, muchas gracias.

Quedó en evidencia que no todo el mundo tiene claro qué se entiende por ‘salvación’.

Pero es un asunto determinante para nuestra vida en este mundo y en la eternidad, así que no conviene evadirlo o ignorarlo, pues tarde o temprano tendremos que enfrentarlo.

En el Credo proclamamos que Cristo vino a este mundo ‘por nuestra salvación’.

¿Qué significa?

Puede ayudarnos a comprenderlo esta afirmación de Jesús: “Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en Mí no siga en tinieblas.” (Jn 12, 46).

Nota que dice “no siga en tinieblas”, da por hecho que todo el mundo está en tinieblas.

Y es verdad.

Todo ser humano experimenta tiniebla en su vida.

Por ejemplo en el dolor, cuando sufre o ve sufrir a otros y no halla sentido al sufrimiento; en el miedo ante lo que le toca vivir; en el egoísmo, cuando vive para sí, sin pensar en otros; en actitudes de injusticia, rencor, maldad, que no logra dominar; en la soberbia de sentirse perfecto o autosuficiente (hasta que se ve forzado a reconocer su error); en la ignorancia, cuando vive sin Dios, sin conocer Su misericordia, sin hallar respuesta satisfactoria a interrogantes como ¿quién soy?, ¿quién me creó?, ¿para qué?, ¿qué sentido tienen la vida y la muerte?, ¿hay algo después de la muerte?.

La tiniebla no nos permite captar la presencia de Dios en nuestra vida y ver a otros como hermanos; nos impide caminar libremente, corremos el riesgo constante de tropezar y caer; no nos deja descubrir el mejor camino, podemos perdernos; nos estorba para vivir plenos, conforme al designio amoroso para el que fuimos creados.

Dice san Gregorio de Niza: “Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador...” (CIC # 459).

La tiniebla del pecado y de la muerte es una realidad innegable que todos padecemos y de la que no podemos librarnos por nosotros mismos.

Por eso Jesús, Luz del mundo, quiso rescatarnos.

El afirmó que vino: “para salvar al mundo” (Jn 12, 47).

Ello queda expresado bellamente en la noche de la Vigilia Pascual, cuando se apagan las luces en la iglesia, se nos permite experimentar la oscuridad y ver cómo la rompe la luz del cirio, que representa a Cristo, y luego, a su luz, se proclaman todas las lecturas que van repasando la historia de la salvación, que culmina en Cristo.

Descubrimos cómo todo lo que ha hecho Dios, desde la creación del mundo hasta la Resurrección de Cristo, ha sido con miras a nuestra salvación, que “el Padre envió a Su Hijo para ser salvador del mundo” (1Jn 4, 14), para llamarnos “de las tinieblas a Su luz admirable” (1Pe 2, 9).

Ahora bien, cabe aclarar que la salvación es un don de Dios que se puede aceptar o perder.

Nadie puede creerse ‘salvo’, ya salvado.

La tiniebla es una realidad siempre presente en la vida humana y hay que luchar continuamente, con la ayuda de Dios, para no dejarse envolver por ella.

Por eso pide san Pablo: “Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar como bien le parece” (Flp 2, 12-13).

¿En qué consiste trabajar por nuestra salvación?

En aprovechar “el don de la salvación por Cristo, (que) nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las virtudes.

Cada cual debe pedir siempre esta gracia de luz y de fortaleza, recurrir a los Sacramentos, cooperar con el Espíritu Santo, seguir sus invitaciones a amar el bien y guardarse del mal” (CIC 1811).

(Continuará...’El Credo desglosado en el Año de la fe’)

La próxima semana: ‘bajó del cielo’

¡No te lo pierdas!

Reflexiona y comparte:

¿Qué tinieblas descubres en tu vida, de la que necesitas salvarte?

 

Pregunta del Catecismo:

¿Todos necesitamos ser salvados?

Respuesta del Catecismo:

Sí. “Siendo el pecado una realidad universal, los que pretenden no tener necesidad de salvación se ciegan con respecto a sí mismos” (CIC 588).

“El hombre, llamado a la bienaventuranza, pero herido por el pecado, necesita la salvación de Dios.” (CIC 1949)

Lo dijo el Papa:

“Queridos hermanos y hermanas, a quien nos pida razón de la esperanza que está en nosotros (cf. 1 P 3, 15), indiquemos al Cristo resucitado.

Indiquémoslo con el anuncio de la Palabra, pero sobre todo con nuestra vida de resucitados.

Mostremos la alegría de ser hijos de Dios, la libertad que nos da el vivir en Cristo, que es la verdadera libertad, la que nos salva de la esclavitud del mal, del pecado, de la muerte.

Miremos a la Patria celestial: tendremos una nueva luz también en nuestro compromiso y en nuestras fatigas cotidianas.

Es un valioso servicio que debemos dar a este mundo nuestro, que a menudo no logra ya elevar la mirada hacia lo alto, no logra ya elevar la mirada hacia Dios.”

(Papa Francisco, Audiencia General, 10 abril 2013).

*Publicado el domingo 28 de abril de 2013 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.844, p.4. 
También en la pag web de 'Desde la Fe' (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx
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