25 alegrías de ser católicos
Alejandra María Sosa Elízaga*
Dicen que ‘un cristiano triste, es un triste cristiano’. La alegría es uno de los frutos del Espíritu Santo, y una característica de este tiempo de Pascua. Así que comentando con amigos qué nos alegra de ser católicos, se nos ocurrieron tantas razones que no cabrían aquí, pero como quisiera animarte a considerar si coinciden con las tuyas o qué otras añadirías, te comparto nuestra lista.
Nos alegra (y mucho):
1. Comprobar que no estamos solos en el universo, intentando inútilmente descifrar el sentido de nuestra existencia, que Dios existe, es “compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel” (Ex 34,7), nos creó porque nos ama, y nada puede separarnos de Su amor (ver Rom 8, 35-39).
2. Pertenecer, por nuestro Bautismo, a la gran familia de Dios Padre, gozar la libertad de ser Sus hijos.
3. Seguir a Jesús, que nos invita a Su Reino y nos ofrece salvarnos del pecado y de la muerte.
4. Reconciliarnos con Dios y recibir Su gracia, Su abrazo, Su perdón.
5. No sólo recibir la Palabra de Dios, sino su correcta interpretación, inspirada por el Espíritu Santo.
6. Comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, verdadera comida y verdadera bebida de vida eterna.
7. Que Jesús esté realmente presente, en Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad, en la Eucaristía. Poder comulgarlo, contemplarlo, adorarlo.
8. Contar con la poderosa acción, guía e intercesión del Espíritu Santo, que nos guía a la Verdad.
9. Disfrutar de la maternal ternura y protección de María, Madre de Dios y Madre nuestra.
10. Aprovechar la oración y el ejemplo de los santos.
11. Contar con la ayuda de los ángeles, y, en especial, de nuestro Ángel de la Guarda.
12 Que en cualquier lugar del planeta podemos entrar a una iglesia católica y sentirnos entre hermanos, alrededor de la mesa del Pan y la Palabra.
13. Confiar en que sin importar si somos santos o pecadores, siempre somos acogidos en nuestro hogar, la Iglesia.
14. Pertenecer a la Iglesia que Cristo fundó, la institución más antigua y sólida del mundo, que muchos han intentado pero nadie ha podido destruir.
15. Tener por pastor a un sucesor de san Pedro en línea ininterrumpida.
16. Ser miembros de la institución no gubernamental que más ayuda humanitaria ofrece en todo el planeta a quien lo necesita, sin distinción de razas, credos, situación política, económica, etc.
17. Gozar del color y aroma de las flores, la luz de las velas, la luminosidad de los vitrales, las belleza de las imágenes, esculturas y las pinturas, la armonía de la música, la magnificencia de la arquitectura, todo destinado a honrar, con nuestros cinco sentidos, a Aquel que ha querido quedarse entre nosotros hasta el fin del mundo.
18. Saber que los principios y enseñanzas de la Iglesia son sólidos, firmes, no cambian con el tiempo, no dependen de la moda o el gusto de la época.
19. Heredar la inestimable riqueza de las obras y enseñanzas de los Padres de la Iglesia, los doctores de la Iglesia y todos los grandes sabios y santos católicos desde el inicio del cristianismo hasta nuestros días.
20. Pertenecer a una familia que expresa de las maneras más diversas su fe y poder elegir entre los distintos movimientos y espiritualidades el camino que mejor nos conduzca a Dios.
21. Ser parte de una familia que a pesar de que incluye grandes pecadores, incluye también grandes santos, gente heroica que lo ha dejado todo para seguir a Cristo, misioneros, religiosos y religiosas, laicos comprometidos que anónimamente se desgastan en el servicio a los hermanos.
22. Saber que la Iglesia nos ofrece todo lo necesario para ser santos y alcanzar la salvación.
23. Contar con los siete Sacramentos, signos sensibles del amor de Dios que nos confieren eficazmente una gracia especial que nos transforma y nos permite vivir nuestra vida ordinaria de modo extraordinario.
24. Pertenecer a una institución que defiende la vida desde su concepción hasta su fin natural.
25. Saber que la Iglesia es Madre y Maestra, que el Espíritu Santo la guía, que es la depositaria de la revelación y del tesoro de la fe. Que no es una institución solamente humana, sino también divina.