3 cosas que no debes olvidar al sufrir
Alejandra María Sosa Elízaga*
El sufrimiento nos asusta. Tratamos de no pensar en él, cuando se nos acerca demasiado buscamos huir, evadirnos. Pero tarde o temprano nos alcanza, y de la manera como lo enfrentemos dependerá si nos acerca o nos aleja de Dios.
Para saberlo aprovechar hemos de grabarnos en el ‘disco duro’ de la memoria estas tres cosas:
1. Jesús nos ama
Tal vez alguien pregunte: ‘¿si me ama por qué permite que me enferme o se enferme este ser querido?’, ‘si me ama por qué dejó que se me muriera esa persona amada?’
A lo que cabe responder con una comparación. Un bebé enfermo se pregunta cómo es posible que si su papá lo ama, deje que el doctor le clave esa enorme jeringa que lo lastima. Es demasiado pequeño para que su papá le explique que esa jeringa contiene medicina que lo sanará. Sólo puede abrazarlo mientras lo inyectan y hacerle sentir su amor.
Así sucede con Jesús. No podemos cuestionar por qué permite algo, pues Sus pensamientos están muy por encima de los nuestros (ver Is 55, 8-9). Sólo podemos tener presente que Dios es amor (1Jn 4,8) y que “en todo interviene para bien” (Rom 8,28), así que aunque de momento nos duela terriblemente que permita una enfermedad o la muerte de un ser querido, hemos de confiar que tiene una buena razón, que, como dice san Agustín, si permite un mal es porque de ahí sacará un bien mayor.
2. Jesús nos salvó sufriendo
Jesús nos salvó del pecado y de la muerte mediante Su Pasión, Muerte y Resurrección. Fue terriblemente torturado y luego crucificado. Como dice el profeta Isaías, “Soportó el castigo que nos trae la paz. Por Sus llagas hemos sido curados” (Is 53, 5). Su sufrimiento nos trajo la redención. También nosotros podemos darle un sentido redentor a nuestro sufrimiento si lo unimos al de Jesús. Podemos ofrecérselo por amor a Él, por lo que padeció por nosotros; como reparación por nuestros pecados y los de otros; por nuestros seres queridos, por su conversión. El sufrimiento así ofrecido se vuelve no sólo redentor, sino asombrosamente llevadero.
3. Jesús nos enseñó cómo sufrir
En uno de los últimos momentos de Su vida, en Getsemaní, el Divino Maestro nos dio una de sus mayores lecciones: cómo sufrir.
Reconoció que se sentía triste a morir, sudó sangre, cayó por tierra, lloró, rogó que apartara de Él aquello que iba a padecer, pero a la vez aceptó que se cumpliera la voluntad de Su Padre y no la Suya.
Cuando nos toca sufrir se vale que imploremos a Dios que no suceda aquello que nos aterra: ese diagnóstico fatal, la muerte de ese ser querido, esa tragedia, esa terrible dificultad, y podemos llorar y caer por tierra y gritar. Pero, y esto es lo más importante, hemos de confiar que si Dios permite aquello es por algo, y nos ayudará a superarlo, por lo que lo que no debemos atorarnos en el terror o el llanto, sino amoldar nuestra voluntad a Su voluntad. Descubriremos así que esto es lo único que nos da verdadera paz.