¿Confianzudos o confiados?
Alejandra María Sosa Elízaga* *
‘Donde hay confianza da asco’, dice un refrán español, para significar que resulta desagradable cuando alguien nos tiene taaanta confianza que se comporta hacia nosotros con excesiva familiaridad.
En México llamamos ‘confianzudo’ a quien se toma atribuciones que no le corresponden, a quien pretende tener con nosotros mayor cercanía que la que estamos dispuestos a otorgarle, a quien nos sale con un: ‘al fin que eres de confianza’, para justificar sus faltas de cortesía o de consideración.
No es bueno ser ‘confianzudos’; podemos incomodar, ofender o lastimar a alguien sin querer.
Por ello desde chicos se nos enseña a no ‘pasarnos de la raya’ y a ‘darle su lugar’ a toda la gente, especialmente a las ‘personas de respeto’.
Si eso aplica a la vida cotidiana, cuánto más debía aplicarse con relación a Dios, y sin embargo, cuando se trata de Él, ¡abundan los confianzudos!
Por ejemplo: en una parroquia a la que suelo acudir, es común que la gente entre a la iglesia comiendo helado o botana, se quede a Misa y comulgue.
No se le ocurriría entrar comiendo a un museo, a una oficina de gobierno, pero le ha de decir a Dios ‘al fin eres de confianza’, y no cumple el ‘ayuno eucarístico’ de una hora que manda la Iglesia antes de comulgar.
Piensa: ‘ay, me faltaron diez minutos, no es nada’, o le pide al padre que la exente de cumplir, pero él no tiene autoridad para cambiar dicha norma.
Hay también quien se la pasa en Misa, mascando chicle, que no sólo rompe el ayuno eucarístico, sino que puede hacerle cometer un sacrilegio.
Si comulga echando el chicle a un lado dentro de la boca, o se lo saca antes de recibir la Hostia y luego se lo vuelve a meter, se le adhieren al chicle partículas de la Hostia, y como la Iglesia lo enseña y lo dice poéticamente Santo Tomás de Aquino en la ‘Secuencia’ que se proclamará en Misa este jueves de Corpus Christi, ‘en el más mínimo fragmento, entero late el Señor’, así que si luego escupe el chicle, está ¡escupiendo también la Eucaristía que se adhirió a éste! ¡Un sacrilegio que amerita ex-comunión!
También es frecuente en bodas y demás celebraciones a donde acuden gentes que nunca van a Misa, que al momento de la Consagración ni se arrodillan ni se quedan de pie, sino se sientan cómodamente, cruzan la pierna, y se dedican a platicar o a chatear por celular; a la hora de la Comunión se forman, van saludando a todos en el pasillo; antes de recibir la Hostia no hacen ningún gesto que exprese devoción o reverencia, tampoco dicen Amén, y vuelven a su lugar a seguir charlando. Si se les preguntara qué es la Eucaristía, probablemente responderían que una oblea.
Y hay quienes reciben la Comunión en una mano que no está limpia, y luego de comulgar se sacuden como quien sacude el polvo.
¡Pero no es polvo lo que queda en la mano, son partículas de la Eucaristía!
En internet hay un video que muestra que cuando se deposita la Hostia en la mano, siempre, subrayo el siempre, quedan partículas; tirarlas al suelo es sacrilegio (por ello es mil veces preferible comulgar en la boca).
Para contrarrestar este exceso de familiaridad que ha hecho que muchos fieles ya no capten la grandeza de la Eucaristía, la Iglesia instituyó la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, para ubicarnos y ayudarnos a no olvidar que Dios, el Creador de todo cuanto existe, nos ama tanto que quiso quedarse con nosotros, para que pudiéramos recibirlo, contemplarlo y adorarlo oculto en la Eucaristía, que no es un pan, sino una Persona: Cristo Jesús, realmente presente en Cuerpo y Sangre, alma y divinidad.
Dice en Heb 4, 16 que podemos acercarnos confiados al trono de la gracia a recibir misericordia. Conviene preguntarnos, ¿cómo nos acercamos a la fuente de la mayor misericordia, al trono del Señor Sacramentado , ¿confianzudos o confiados