El silencio
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Qué es el silencio?
Si tuvieras que dar una definición para un diccionario, ¿cómo definirías el silencio?
Pregunté esto a diversas personas, y todas coincidieron en decir que el silencio es ‘ausencia de ruido’, o ‘ausencia de sonido’.
Y hasta hace poquito yo también hubiera dicho lo mismo, pero ya no.
Es que tuve oportunidad de leer un libro maravilloso titulado: ‘El poder del silencio’, escrito por el Cardenal Robert Sarah, quien ocupa un cargo en la Santa Sede, como Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Lo que ahí plantea lo invita a uno a considerar el silencio de un modo muy distinto al que había acostumbrado.
Dice el Cardenal Sarah: “El silencio no es ausencia. Al contrario, es manifestación de la más intensa de todas las presencias”, la de Dios. Y afirma: “el silencio es el lenguaje de Dios”.
¡Qué interesante concepto! Normalmente pensamos que cuando hay silencio es porque Dios calla, porque no nos oye ni nos hace caso. Pero resulta que no es así. El silencio ¡es el lenguaje de Dios!
Dice el Cardenal Sarah que Dios vive en el silencio, y se expresa en el silencio.
Y a continuación da una serie de bellos ejemplos. Nos hace volver la mirada a la Naturaleza, y reflexionar cómo ésta se desarrolla en medio del mayor silencio. Un árbol crece, el sol recorre el cielo, un bebé empieza a existir en el seno de su madre, todo en el más absoluto silencio. Incluso hace notar el Cardenal que ante una gran obra de arte, callamos. Nos quedamos admirados, contemplándola en silencio. Dice: “lo extraordinario es siempre silencioso.”
Hace notar el Cardenal que Cristo vino a este mundo en el mayor silencio. “Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía, y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, Tu Palabra Omnipotente... saltó del cielo, desde el trono real” (Sab 18, 14-15), y que antes de empezar a predicar, Jesús pasó cuarenta días, en silencio, en el desierto.
Menciona que Dios manifiesta Su gracia silenciosamente en los Sacramentos.
Quien recibe el Bautismo o la Ordenación, es transformado interiormente; en la Confesión, el alma queda limpiada; en la Unción de Enfermos, Dios fortalece el alma del enfermo o del anciano; en la Misa, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y todo eso ocurre en silencio. Comenta el Cardenal: “No hay nada más pequeño y más silencioso que Cristo presente en la Hostia.”
Recuerda que María fue mujer de silencio, y que los santos han amado el silencio.
Y es que dice que “Dios logra todo, actúa en toda circunstancia y puede transformarnos interiormente. y lo hace cuando lo esperamos en silencio.”
Afirma que la gran tragedia de nuestro tiempo es el exceso de ruido que “nos rodea y asalta”, porque mucha gente teme al silencio.
Dice que pasa como cuando alguien tiene su cuarto sucio y desarreglado en penumbra, está conforme, pero si prende la luz, ve el cochinero y le da pena. Así también “el silencio, fuerza al hombre a reflexionar sobre su propia vida”.
Cuando callamos, escuchamos todos los ruidos que traemos dentro. Necesitamos aprender a silenciarlos.
Denuncia el Cardenal que “nuestro mundo ya no oye a Dios porque está constantemente hablando, a una velocidad y volumen devastadores y para decir nada”, y advierte: “Sin silencio, Dios desaparece en el ruido. Y este ruido se vuelve más obsesivo porque Dios está ausente. A menos que el mundo redescubra el silencio, está perdido. Se dirige hacia la nada.”
Por ello recomienda leer la Biblia y orar en silencio, y no solamente callar, sino sensibilizarnos para captar la presencia de Dios, y aprender a reconocer Su voz