"¿Qué es lo que hace el sacristán?" y "Los '10 más' de un sacristán"
Alejandra María Sosa Elízaga*
Todo está oscuro y en silencio. Todavía no ha llegado la gente. Se oyen unos pasos que se acercan. Se abre la puerta de la iglesia. Es el sacristán que llega a prepararlo todo, tempranito, como siempre.
Lo primero que suele hacer al llegar es orar. Encomendar su jornada al Señor.
Luego realiza las tareas más diversas.
Coloca y prende las velas del altar, pone o quita los floreros, prepara en la credenza el Misal y lo que se utilizará en la celebración, instala y prende el micrófono, pone el Leccionario en el ambón y lo deja listo en donde corresponde; pone en el atril la hojita de las peticiones; prepara las vestiduras del sacerdote según el color que corresponde.
También sabe qué se necesita cuando hay Bautismos, Matrimonios, Primeras Comuniones, y celebraciones especiales, como por ejemplo en Semana Santa,.en las que hay que cuidar muchísimos detalles.
Y si hace falta, tiene la humildad de realizar lo que se necesite. Se acomide a barrer; a recoger y ordenar las hojitas de Misa que deja la gente olvidadas; a apagar y quitar las veladoras gastadas; a sacudir bancas y reclinatorios, y hasta a despegar chicles que algunos maleducados rumiantes dejaron pegados en la parte de abajo de sus asientos.
Cuando llega el celebrante, lo ayuda a revestirse. Y durante la celebración, se mantiene atento, por si le toca sostenerle el libro, ayudarlo en algo o resolver algún imprevisto, como cambiar a toda prisa la pila al micrófono, ir corriendo a traer algo que hace falta, ajustar el equipo de sonido o de iluminación. Y quién sabe cómo se las ingenia, pero siempre encuentra la solución.
El sacristán sabe dónde está todo, en qué mueble, en qué estante, junto a qué o debajo de qué; conoce cada rincón de la sacristía como la palma de su mano. Entiende lo que es un ‘acetre’ un ‘turiferario’, una ‘píxide’, un ‘corporal’, nombres que la mayoría de la gente desconoce porque suele usar otros (como el ‘casito’ de agua bendita, el ‘chunche’ del incienso, el copón, el mantelito almidonado...).
Llega a tener tal compenetración con su párroco, que basta que éste le haga un ligero gesto, una mirada, una pequeña inclinación de cabeza, y capta al instante lo que necesita y se apresura a traérselo. Parecería que le leyera el pensamiento. Y si trabaja en una iglesia en la que hay varios sacerdotes, asume sin chistar el reto constante de adaptarse a lo que pide cada uno para tener siempre listo lo que pueda solicitarle.
Otra gran virtud del sacristán es la paciencia, que ejerce constantemente para tratar con afabilidad a toda la gente, que no siempre es amable ni prudente.
Cuando termina la Misa, los feligreses y el padre se van, pero el sacristán se queda, y va y viene, va y viene, atareado, regresando a la sacristía lo empleado en la celebración. Lo guarda todo, y deja preparado lo que se utilizará al día siguiente. Extingue la llama de las velas. Cierra las ventanas. Verifica que no quede nadie. Echa un último vistazo para asegurarse de dejar las cosas en orden; hace una breve oración para agradecerle su jornada a Jesús, y apaga la luz.
Todo queda oscuro y en silencio. Ya se ha ido toda la gente. Se oyen unos pasos que se alejan. Se cierra la puerta de la iglesia. Es el sacristán que se va a descansar, tarde, como siempre.
NOTA:
Pregunté a un sacristán qué era lo que más le gustaba de su oficio. Sin pensarlo dos veces respondió algo muy bello: “Poder servir a Dios y a mis hermanos”. Qué pena que esos hermanos a los que sirve, o sea nosotros, no siempre apreciemos o agradezcamos su abnegada labor. Los sacristanes no suelen recibir de los fieles atenciones, felicitaciones. Alguno comentó entristecido: ‘nadie nos toma en cuenta’. ¡Es hora de hacerles saber que valoramos su entrega!
Va desde aquí un agradecido abrazo a Miguel Ángel, de la rectoría de san Buenaventura; a Francisco Javier, Jorge, Juan y Gabriel, de la parroquia de san Agustín de las Cuevas; y a todos los sacristanes de todas las capillas, rectorías y parroquias que conocemos. Procurémoslos, y oremos diario por ellos.
Encomendémoslos a san Abundio de Roma, santo sacristán de la Basílica de san Pedro, a quien la Iglesia celebra cada 15 de abril. Y va con ello una propuesta: que en esa fecha se instituya el ‘Día del Sacristán’, para expresarles nuestro reconocimiento y gratitud y festejarlos.
Por lo pronto, en tu nombre y en el mío, digámosles: ¡Gracias! ¡Que Dios recompense su valioso servicio, y los siga colmando de dones y bendiciones!
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En el suplemento Eco Parroquial, se publicó esto:
Los ‘10 más’ de un sacristán
A.M.S.E.
Nos hemos acostumbrado a ver al sacristán de la iglesia donde asistimos a Misa, pero ¿conocemos y valoramos su trabajo?
Entrevistamos a algunos sacristanes de la Arquidiócesis de México. Te compartimos sus respuestas para que conozcas un poco más de su labor, y también para pedirte que no te olvides de encomendarlos al Señor.
1. ¿Lo más satisfactorio?
El crecimiento espiritual. Que no sólo me beneficia a mí, sino que me ha ayudado mucho en la relación con mi familia, amigos y conocidos.
2. ¿Lo más cansado?
El horario. Trabaja uno toda la semana, y más los domingos y días festivos. Cuando hay Misa de 7 am hay que madrugar, cuando hay Misa de 9 pm hay que desvelarse.
3. ¿Lo más exigente?
Tener la disposición para hacer lo que te pidan, por ejemplo labores humildes de limpieza, y para ir a donde sea, cambiar de parroquia, de rumbo, de comunidad. Cuando haces mancuerna con el párroco, si lo cambian, te vas con él, a veces muy lejos de casa.
4. ¿Lo más interesante?
La diversidad de lo que tienes que hacer. A veces te toca hacerle también de monaguillo, o de lector. Nunca sabes qué vas a tener que hacer y eso hace que la labor no sea monótona, siempre hay algo diferente.
5. ¿Lo más conmovedor?
Que a pesar de mis defectos, Dios me haya llamado a servirlo. Me siento muy agradecido. Y no considero que la mía sea simplemente una ‘chamba’, si así fuera, ya hubiera renunciado. Para mí es un apostolado, un servicio a Dios y a mis hermanos.
6. ¿Lo más desafiante?
El trato con los distintos sacerdotes. Tener capacidad de adaptación, buena voluntad, y ponerme listo para recordar cómo cada uno prefiere que le ayude.
7. ¿Lo más esperado?
Que hubiera cursos de actualización para sacristanes, que pudiéramos tomar para estar cada vez mejor preparados. Que hubiera buen material que pudiéramos leer, estudiar, por ejemplo, un manual. Y reuniones para conocernos entre nosotros, hacernos amigos.
8. ¿Lo más desconocido?
Que no sólo hay varones, sino también sacristanas. Y por cierto excelentes.
9. ¿Lo más entretenido?
El trato con la gente. Por lo general, es muy respetuoso y enriquecedor. Conoce uno a toda clase de personas, hace buenas amistades, aprende.
10. ¿Lo más importante cada día?
Al llegar y al salir, ponerme en las manos de Dios, para pedir por mis seres queridos, agradecerle mi trabajo y encomendárselo.