Solos no podemos
Alejandra María Sosa Elízaga*
Cuando en un mismo texto bíblico se repite varias veces cierto concepto, tenemos que ponerle atención porque es importante.
En ese sentido, es significativo que en los tres parrafitos elegidos para ser proclamados como Segunda Lectura en Misa este domingo (ver 2Tes 2, 16-3,5), se expresa doce veces una verdad fundamental que aparece en toda la Sagrada Escritura: que dependemos completamente de Dios.
Dice san Pablo que 1. Dios nos ha amado, 2. Nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno 3. No ha dado gratuitamente una feliz esperanza, 4. Conforta nuestros corazones 5. Dispone nuestro corazón a toda clase de obras buenas, 6. Dispone nuestro corazón a toda clase de buenas palabras. 7. Ayuda a que se propague Su Palabra con rapidez, 8 Ayuda a que Su Palabra sea recibida con honor, 9. Nos libra de los perversos y malvados que nos acosan, 10. Nos da fuerza, 11. Nos libra del maligno, 11. Dirige nuestros corazones para que amemos a Dios, y 12. Dirige nuestro corazón para esperar pacientemente la venida de Cristo.
Es obvio que sin Dios no podemos nada. Por eso hemos de orar, como pide san Pablo, y pedir siempre a Dios que nos ilumine y nos sostenga con Su gracia, para que así, en toda circunstancia, podamos cumplir Su voluntad.
Desgraciadamente vivimos en un mundo que se opone a todo esto.
Por citar un ejemplo: en redes sociales abunden los mensajitos que buscan desviar nuestra atención de Dios y centrarla en nosotros mismos.
No hay día en que no me llegue un mensaje que con el pretexto de desear buenos días, tardes o noches, o simplemente saludar, presenta imágenes o textos que proponen conceptos de la ‘new age’ o ‘nueva era’, que ponen el acento en el ser humano, que afirman, por ejemplo que por nosotros mismos podemos cumplir lo que nos propongamos, piden que nuestra ‘luz’ brille (¿desde cuándo tenemos luz propia? No nos engañemos, sólo somos un pálido reflejo de Aquel que dijo: “Yo soy la Luz del mundo, el que me siga no caminará en tinieblas” Jn 8,12).Otros mensajes, no menos abundantes, aseguran que ‘decretan, sellan, cierran, atan’ lo que se les ocurre, como si por su sola voluntad pudieran cambiar situaciones que en realidad están fuera de su control.
Todo eso no es más que un engaño del maligno, que busca hacernos creer que podemos prescindir de Dios.
No podemos.
Lo necesitamos en todo y para todo, y hemos de acudir a Él confiadamente, sabiendo que nos escucha y nos ayuda siempre.
Hemos de decir, como dice el salmista, este domingo, dirigiéndose a Dios.
“A Ti mi voz elevo, pues sé que me respondes”