y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Perder para ganar

Alejandra María Sosa Elízaga*

Perder para ganar

Un hombre que se ganó el premio mayor de la lotería ¡lo devolvió todo! Sí, un señor en Europa, poseedor del boleto ganador, fue a devolverlo. Dijo que en realidad no quería ganar, que compraba el boleto en recuerdo de su esposa fallecida, que siempre jugaba a ese número convencida de que un día ganaría, y pues tenía razón, ganó, pero él no quería el dinero. Dijo que vivía en un sencillo departamento pues no necesitaba algo mayor; que disfrutaba sentarse tranquilamente a tomarse su cafecito, leer su periódico, ver a sus amigos, y que convertirse en millonario nada más le iba a complicar la vida, así que les pedía que distribuyeran el dinero en obras de beneficencia porque él no quería nada.

Cuando supe de este caso aparentemente inverosímil, busqué en internet y descubrí que no ha sido el único. La agencia alemana de noticias Deutsche Welle reporta que hace unos años en Alemania un hombre ganó 9.1 millones de euros y los donó íntegros para fines benéficos. Otra agencia en Inglaterra reporta que más o menos lo mismo, dejó que el dinero fuera a dar a obras de beneficencia porque nunca se presentó a cobrarlo.

De primera impresión uno podría pensar que quien desperdicia un premio de millones está mal de la cabeza, pero pensándolo bien quizá es todo lo contrario.

Recuerdo que en CNN apareció un reportaje sobre alguien que en diciembre del 2002 ganó 315 millones de dólares. Lo titularon 'el desafortunado afortunado'. Se trataba de un hombre que afirmaba que todos se le acercaban sólo para pedirle prestado y reiteraba: 'y cuando digo todos, me refiero a todos', por lo cual ya no tenía amigos, no confiaba en nadie. Decía que él no daba dinero, que todo mundo llegaba a contarle historias tristes para sacarle donativos, pero consideraba que si empezaba a ceder a las peticiones de ayuda, iban a seguirle pidiendo, así que mejor no daba nada y punto. Vivía solo porque su esposa lo abandonó y su única sobrina, a la que pensaba heredarle sus bienes cuando ésta cumpliera veintiún años, murió a los diecisiete de una sobredosis de droga. Él cayó en el alcoholismo, su existencia estaba vacía, y resultaba tristemente irónico que vivía en un lugar llamado 'Mount Hope' (Monte de Esperanza), pues él no percibía que su vida tuviera sentido ni esperanza.

Descubrir estos contrastantes casos da mucho que pensar. Hace comprender las duras palabras que emplea Jesús para referirse al dinero, en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 16, 1-13). Dos veces lo califica como: “lleno de injusticias”, y da a entender que es un bien falso y que no nos pertenece. Vale la pena reflexionar en esto.

En el dinero hay injusticia, de entrada, por la manera como está distribuido; unos acaparan mucho, a otros no les toca nada, independientemente de si aquellos se lo merecen, se lo han ganado honradamente o no.

Hay injusticias también porque se ha convertido en factor de división y discriminación: no sólo se juzga a las personas por su dinero, y se tiende a favorecer a quienes lo tienen, sino que a quien no lo tiene se le priva de un trato igualitario y de acceso a bienes que deberían de ser para todos.

El dinero es un bien falso porque muchos que lo tienen ponen en él toda su fe y su confianza, se sienten seguros porque lo poseen y se olvidan de que, como dice Jesús en otra parte del Evangelio: “la vida de uno no está asegurada por sus bienes” (Lc 12, 15) y es un “necio”, “el que atesora riquezas para sí y no se enriquece en orden a Dios” (Lc 12, 20-21).

El dinero no nos pertenece, porque todo en esta vida es pasajero. Dios nos ha hecho administradores, no dueños, de los bienes que poseemos. Quien dice: 'yo puedo hacer con mi dinero lo que quiera', se equivoca, ni es su dinero, ni puede hacer lo que se le de la gana, pues al final de su vida Dios le pedirá cuentas de todos los bienes y dones que le confió.

Como se ve, una vez más, los criterios de Jesús van en sentido contrario a los del mundo. Para Él, el dinero es algo que sólo vale la pena si lo empleas para hacer el bien, si lo compartes, si lo usas en favor de los demás. El mundo en cambio nos invita a acumularlo, a atesorarlo, a usarlo sólo para nosotros mismos.

Por ello tener dinero es vivir con la constante tentación de emplearlo mal, egoístamente.

Pensar: ‘¿se me antoja comprar esto?, ¿tengo para comprarlo? ¡lo compro!’, sin pensar dos veces en lo caro que es o que se podría usar ese dinero en otra cosa.

Es muy fácil ceder a esa tentación.

Consideremos, por ejemplo, a las 'estrellas' de televisión en EUA. Reciben millones de dólares por cada episodio de una serie cuando ésta es exitosa. ¿Qué suelen hacer con ese dinero? Construirse mansiones para vivir y para veranear; pasear por el mundo, caer en excesos, echar a perder su vida. Y cuántas otras 'estrellas' deportivas están en el mismo caso. Reciben millones que sólo les sirven para malgastarlos. Qué diferencia si todos ellos se unieran en una causa (que podrían llamar 'estrellas iluminando el mundo') para donar parte de sus fortunas para saldar la deuda de países pobres, edificar hospitales, escuelas, rescatar de la hambruna a tantas personas que carecen de lo indispensable.

Lamentablemente no se les ocurre porque han perdido la batalla a la tentación, han dejado que el dinero les empapele el alma y ya no quieren despegarse de él.

Ahora se comprende a ésos que han devuelto el premio gordo de la lotería para que se emplee en obras de beneficencia. Su decisión podrá parecer una tontería a los ojos del mundo, pero no lo es a los de Aquel que nos ha dicho que no podemos servir a dos amos, a Dios y al dinero (ver Lc 16, 13). Ellos no estaban locos, devolvieron el dinero porque sabían a Quien querían servir.

Y ¿tú?, ¿en qué has empleado y en qué emplearás los bienes que Dios te ha encomendado?

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Gracia oportuna”, Col. ‘Fe y Vida’, ciclo C, Ediciones 72, México, p. 137, disponible en Amazon)

Publicado el domingo 21 de septiembre de 2025 en la pag web y de facebook de Ediciones 72