¿Qué hacen los que hacen oración?
Alejandra María Sosa Elízaga*

Hace años cuando oía que alguien hablaba de 'hacer oración' no entendía a qué se refería, porque eso de 'hacer' me sonaba a cosa práctica, como hacer pan o hacer una casa, pero yo veía que los que oraban no 'hacían' nada aparente, más bien se quedaban sentados o arrodillados, inmóviles, en silencio y a veces hasta con los ojos cerrados, así que me preguntaba: ¿qué quieren decir con eso de 'hacer oración'? y más aún, ¿cómo se hace eso?
Encontré una respuesta en algo que dijo Santa Teresa de Ávila: que orar es hablar de amor con Aquel que sabemos nos ama. ¡Así de simple! Eso quiere decir que hacer oración es construir nuestra relación con Dios, una relación en la que ya vamos 'de gane' porque de antemano lo tenemos conquistado, pues sabemos que nos ama, que, como dice San Juan: “Dios nos amó primero” (1Jn 4,19), como decía el Papa Francisco: Dios nos ‘primereó’. Viene a la mente la imagen de dos novios sentados en una banca del parque, que se miran a los ojos y platican quedito. Aparentemente no están haciendo algo útil, y sin embargo están haciendo ¡mucho!, están construyendo su noviazgo, conociéndose mutuamente. De igual modo, la oración es un medio indispensable para alimentar y mantener una estrecha comunicación amorosa con Dios.
En el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 11, 1-13), dice que Jesús estaba orando y los Apóstoles se esperaron a que terminara y luego le pidieron que los enseñara a orar.
Es muy interesante que San Lucas nos haga notar que no lo interrumpieron. Seguramente no lo dice para mostrarnos la cortesía de los Apóstoles (no suele hacer este tipo de comentarios: 'cuando Jesús entró se pusieron de pie', 'cuando salió lo dejaron pasar primero por la puerta'). Más bien esta frase nos hace pensar que los Apóstoles no se atrevieron a interrumpir a Jesús porque habían percibido que sucedía algo extraordinario cuando Jesús oraba, y no me refiero a que le salieran rayos de la cabeza, como lo pintan en las estampitas, sino a que de la oración extraía la fortaleza, la capacidad de enfrentar con paz y alegría esas jornadas tremendas y agotadoras en las que se veía continuamente rodeado y apretujado por multitudes ávidas de escucharlo, de tocarlo, de pedirle milagros, y a las que siempre atendía con paciencia y con misericordia.
La oración, el contacto con el Padre lo sostenía e iluminaba y por eso siempre se daba tiempo para orar. No es pues de extrañar que los Apóstoles le pidieran: “enséñanos a orar”, es decir, enséñanos a tener eso que tienes Tú, esa relación especial con Dios, esa fuente de la que extraes tanta riqueza...
¿Cómo respondió a esto Jesús? En primer lugar vemos que les enseñó el Padre Nuestro, pero ¡ojo! no lo hizo para que lo recitaran, sino para que lo vivieran, para que aprendieran a descubrirse hijos del Padre más amoroso; para que se sientieran comprometidos a construir el Reino; para que no se atrevieran a pedir ser perdonados si no perdonaban; para que ante toda dificultad aprendieran a poner su mano en la mano del Padre.
Jesús les dio esta oración no para que se contentaran con repetirla sino para que fuera una guía con base en la cual construyeran su relación de amor y confianza con el Padre.
Y después ¿qué hizo? Los invitó a perseverar en la oración.
Es que sabía que la gente se desanima pronto cuando se trata de orar. ¿Cuál es la razón de este desánimo? Se realizó una pequeña encuesta sobre oración y a quienes respondieron que hacía tiempo habían dejado de orar se les preguntó por qué.
Unos dijeron que porque no 'sentían' nada cuando oraban. Seguramente habían acudido a la oración en espera de vivir sensaciones sobrenaturales y cuando pasó el tiempo y no sucedió nada, se decepcionaron.
Otros dijeron que no se había cumplido lo que pidieron. En un mundo en el que todo sucede de inmediato: oprimes un botón y se enciende un aparato; marcas un número en el teléfono y en seguida te comunicas con alguien, resulta desesperante para algunos orar pidiendo algo y no ver resultados instantáneos.
Detrás de las razones de unos y otros está un concepto equivocado acerca de la oración.
El que ora no debe hacerlo para ver si levita o le cae el rayo de las once, o sólo porque espera obtener al instante lo solicitado. Orar es sobre todo querer entrar en diálogo, no en monólogo, con Dios; hablarle sí, de todo lo que nos pasa, nuestros sueños y dificultades, pero también aprender a escucharlo, percibir la manera como responde. Orar es permitir que el Señor nos dé Su Luz y nos lleve por Sus sendas. Orar es dejar que el Señor siembre Su amor en nuestro corazón.
Si no oramos ¿cómo estrecharemos nuestra amistad con Él?, ¿cómo aprenderemos a reconocer Su voz?, ¿cómo confiaremos en Su Palabra?, ¿cómo nos daremos cuenta de que en todo interviene para bien?
Como se ve, hacer oración no es lo mismo que no hacer nada, todo lo contrario. En primer lugar es imitar y obedecer a Jesús, pero además implica edificar, día con día, en tu corazón, un espacio privilegiado para tu cita íntima y amorosa con Dios, tu enamorado.
(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga: “Vida desde la Fe”, Col. ‘Fe y Vida’, vol.. I, Ediciones 72, México, p.169, disponible en Amazon)
NOTA:
Si sientes que necesitas aprender a orar o mejorar tu oración participa en uno de los Talleres de Oración y Vida (TOV), fundados por el padre Ignacio Larrañaga, que se imparten dos veces al año en parroquias, capillas, escuelas, conventos, centros de espiritualidad, etc.
En alrededor de catorce sesiones de dos horas una vez por semana te enseñan y animan a practicar diversas maneras de orar para que descubras cuáles te sirven más a ti para estrechar tu relación con Dios. Una experiencia que sin duda seguirás aprovechando ¡el resto de tu vida!
El próximo comienza la segunda semana de agosto. ¡Estás a tiempo! (Busca en Google dónde será el más cercano a tu domicilio, o pregunta si habrá uno en tu iglesia).
OTRA NOTA:
Sobre el tema que toca el Evangelio dominical, me atrevo a recomendarte dos libros míos: “Para orar el Padre Nuestro”, que va desglosando cada frase de esta oración, con sencillas explicaciones y propuestas de reflexión. Y “¿Qué hacen los que hacen oración?” que en pocas páginas responde a las preguntas: ¿Qué es la oración? y ¿cómo, cuándo, dónde, por qué y para qué orar? Puedes conseguirlos en Amazon, sea como libros impresos o electrónicos.