Y apostólica
Alejandra María Sosa Elízaga
Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 53
Lo primero que hizo Jesús cuando empezó a anunciar la Buena Nueva del Reino, fue elegir a Sus discípulos (ver Mc 1, 16-20; 3, 16-19).
A partir de ese momento los Evangelios nos muestran a Jesús casi siempre con Sus discípulos.
Con ellos fue predicando de pueblo en pueblo, recorriendo a pie los caminos polvorientos bajo un sol ardiente, con ellos disfrutó también de ricas charlas alrededor de una fogata bajo un cielo lleno de estrellas, merendando al final de una jornada.
A Sus discípulos los enseñaba con Su Palabra y con Su ejemplo, los aconsejaba, también les llamaba la atención, y con frecuencia les daba explicaciones que no daba a nadie más.
Durante todo el tiempo que pasaron con Él los fue preparando, ¿para qué? para que cuando Él volviera al lado de Su Padre, ellos continuaran la misión que Él empezó.
Consideremos esto: si un hombre que con trabajo ha consolidado un negocio, espera que algún hijo suyo lo herede para que lo que edificó no se pierda cuando él ya no esté en este mundo, ¡cuánto más Jesús no quiso que lo que edificó se perdiera, que Su misión en la tierra terminara cuando Él ascendiera al cielo!
Leemos en el Evangelio que no sólo instituyó a los Doce “para que estuvieran con Él”, sino también “para enviarlos a predicar” (ver Mc 3,14).
Y para ello les dio el extraordinario poder de ir en Su nombre a sanar enfermos, expulsar demonios; perdonar los pecados (ver Mc 3,15.6, 7-13);
Y antes de Su Ascensión, les prometió enviarles al Espíritu Santo, y los envió a ir por todo el mundo a proclamar la Buena Nueva (ver Mc 16, 15).
Dejaron así de ser sólo discípulos, dedicados a seguirlo y a aprender de Él, y se volvieron apóstoles (que significa ‘enviados’).
Y como evidentemente Jesús tampoco quería que la misión de los Doce Apóstoles terminara cuando murieran (máxime que no tardarían mucho, pues casi todos murieron mártires, el único que llegó a la ancianidad fue Juan), les otorgó también el poder de comunicar a otros lo que Él les había comunicado a ellos.
Claro, cabe hacer notar algo muy importante: no a todos les dio el mismo poder.
Un día los puso a prueba, les hizo una pregunta para ver a quién le revelaba Su Padre la respuesta, y a quien se la reveló, que fue a Pedro, lo eligió como la roca sobre la que fundó Su Iglesia; a él le entregó las llaves del Reino de los cielos, y le dijo que lo que atare o desatare en la tierra, quedaría atado o desatado en el cielo (ver Mt 16, 13-19).
Aunque todos eran apóstoles, Pedro recibió una potestad que no tenía nadie más.
En el Libro de Hechos de los Apóstoles, por citar un ejemplo, se ve el papel preponderante de Pedro en la primera comunidad cristiana, el respeto que se le tenía y cómo se reconocía su autoridad (ver Hch 1, 15ss; 2,14ss; 5,15; 15, 7).
Incluso cuando se suscitaron discusiones o diferencias de opinión, a nadie se le ocurrió separarse del grupo y fundar su propia iglesia, sino que se buscaron soluciones en las que todos estuvieron de acuerdo, y se mantuvieron unidos en torno a Pedro (ver Hch 15).
Todo esto nos permite comprender que cuando en el Credo proclamamos que la Iglesia es ‘apostólica’, tomamos en cuenta cuatro aspectos:
1.- La Iglesia es apostólica en su origen.
Fue fundada sobre los Apóstoles.
2.- La Iglesia es apostólica en su enseñanza.
Desde su origen ha seguido fielmente las enseñanzas, escritas y orales, de los Apóstoles.
Es interesante constatar, por ejemplo, que la manera como los primeros cristianos celebraban la Eucaristía, es básicamente igual a la que celebramos hoy en día los católicos en todo el mundo (ver Hch 2,42; y C.E.C. 1345).
3.- La Iglesia es apostólica en su estructura.
A partir del apóstol Pedro, primer Papa de la Iglesia, se han sucedido todos los Papas, en línea ininterrumpida, hasta el Papa Francisco.
El Papa y los obispos continúan enseñando, santificando y dirigiendo la Iglesia bajo la guía del Espíritu Santo.
4.- La Iglesia es apostólica en su misión.
Desde su inicio ha salido “a predicar por todas partes” (Mc 16, 20), y no llevando a otros la luz del Evangelio y de los Sacramentos, sino también el testimonio de su incansable caridad.
Pensemos en los millones de misioneros católicos que a lo largo de los siglos han desgastado su vida en las regiones más remotas, en las condiciones más difíciles y peligrosas, aun a riesgo de su salud o de su vida, impulsados por el deseo de ayudar a otros a conocer a Dios.
Y pensemos también en los millones de católicos que hoy en día se toman en serio el llamado de Jesús, y salen a anunciar, de palabra y de obra, el gozoso anuncio del Evangelio.
La Iglesia ha sido, es y será siempre misionera.
Para profundizar en este tema, lee el Catecismo de la Iglesia Católica: #857-864.869. (Continuará... ‘El Credo desglosado en el Año de la fe’)
La próxima semana: ‘Confieso que hay un solo Bautismo’
¡No te lo pierdas!
Reflexiona y comparte:
¿Qué implica para ti que la Iglesia sea apostólica?
Pregunta del Catecismo:
¿Por qué la Iglesia es apostólica?
Respuesta del Catecismo:
“La Iglesia es apostólica por su origen, ya que fue construida ‘sobre el fundamento de los Apóstoles’ (Ef 2,20); por su enseñanza, que es la misma de los apóstoles; por su estructura, en cuanto es instruida, santificada y gobernada, hasta la vuelta de Cristo, por los Apóstoles, gracias a sus sucesores, los Obispos, en comunión con el sucesor de Pedro” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica # 174).
Y cabe añadir que es apostólica también por su misión, porque ha sido enviada por Cristo a todo el mundo: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío Yo” (Jn 20, 21).
Lo dijo el Papa:
“La Iglesia tiene sus raíces en la enseñanza de los Apóstoles, testigos auténticos de Cristo, pero mira hacia el futuro, tiene la firme conciencia de ser enviada —enviada por Jesús—, de ser misionera, llevando el nombre de Jesús con la oración, el anuncio y el testimonio.
Una Iglesia que se cierra en sí misma y en el pasado, una Iglesia que mira sólo las pequeñas reglas de costumbres, de actitudes, es una Iglesia que traiciona la propia identidad; ¡una Iglesia cerrada traiciona la propia identidad!
Entonces redescubramos hoy toda la belleza y la responsabilidad de ser Iglesia apostólica.
Y recordad: Iglesia apostólica porque oramos —primera tarea— y porque anunciamos el Evangelio con nuestra vida y con nuestras palabras.”
(Papa Francisco, Audiencia General, 16 oct 2013).
*Publicado el domingo 1 de diciembre de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.875, p.4. También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx) Conoce los libros de esta autora, sus cursos gratuitos de Biblia, y su ingenioso juego de mesa Cambalacho, aquí en www.ediciones72.com