¿El fin se acerca?
Alejandra María Sosa Elízaga*
Gracias al ‘no lo creo, pero por si acaso’, de quienes los reciben y reenvían, pululan en redes unos mensajes con supuestas revelaciones de la Virgen, o de Dios, o de ángeles, que anuncian las más variadas e inminentes catástrofes.
No le hace que sean las mismas que circularon antes del año 2000 y resurgieron el 12/12/2012. Han tomado vuelo con motivo de la pandemia, los truenos, el sismo, el doble arcoiris alrededor del sol y demás fenómenos recientes.
Recicladas, vuelven a propagarse, anunciando ahora un suceso cósmico del que todavía no se sabe en qué consistirá porque los rumores son, como suelen ser los rumores, contradictorios. Según algunos, viene a velocidad vertiginosa una llamarada solar que pasará rozando y achicharrando la tierra; según otros, viene el planeta x que se interpondrá entre el sol y la tierra, provocando que todo se oscurezca, se congele, se inviertan los polos (lo que sea que eso signifique), que haya mega olas, terremotos y todos los volcanes hagan erupción al mismo tiempo. Dicen que no será el fin del mundo, nada más un aviso (¡válgame!, con semejante aviso, ¿quién necesita fin del mundo?).
Advierten que cuando todo se ponga oscuro, oiremos voces de seres queridos que nos pedirán entrar, pero que no les abramos porque son demonios (como si éstos necesitaran que les abran la puerta. ¡ay!, ¡lo que hacen algunos para no dejar pasar a la suegra!). También recomiendan hacer acopio de comida, agua y velas (esperando. ingenuamente, que tras semejante hecatombe queden intactas).
La gente que recibe estos anuncios y se deja aterrorizar, sigue al pie de la letra las instrucciones y espera consternada el momento fatal. Entonces llega el temido día y no pasa nada. No se bambolean las estrellas, no se estremece la tierra (más que cuando pasa el camión de la basura); no se desbordan las olas, y el Popocatépetl se limita a echar su acostumbrado humito de tarjeta postal. Y ¡fiuf! respira aliviada hasta que se anuncie la próxima fatídica fecha. Pero ¡no se puede vivir saltando de la desesperación a la desaprensión y viceversa!, y menos ahora que ya de por sí los ánimos están afectados por meses de pandemia. ¿Qué hacer ante el constante bombardeo de catastróficas premoniciones? He aquí tres recomendaciones:
1. No creas todo lo que recibes. Los mensajes falsos son ambiguos, no identifican quién recibió dichas revelaciones, ni cuándo, cómo, dónde, por qué o para qué.
2. Ten por seguro que si Dios o María quisieran advertirnos acerca de un peligro inminente, probablemente se lo revelarían al Papa, o incluso a videntes de apariciones que, si bien no cuentan con la aprobación oficial de la Santa Sede, tampoco han sido prohibidas, como la de Medjugorje. No te fíes de videntes ‘patito’ que juran que la Virgen les habla (les aconsejaría santa Teresa que coman bien y duerman completo...).
3. Tal vez no haya razones para alarmarse, pero tampoco para desentenderse. El fin sí se acerca, pues cada día nos acercamos al final de nuestra vida en este mundo, y al comienzo de la eterna. Y para ese fin no nos va a servir de nada comprar velas o almacenar despensas, sino estar en amistad con Dios, vivir amándolo y procurando agradarlo.
Cuentan que un día en que sto Domingo Savio jugaba billar, le preguntaron qué haría si supiera que moriría en minutos. Respondió: ‘seguiría jugando billar. Estamos en recreo, estoy haciendo lo que Dios quiere que haga en recreo. Moriría en paz sabiendo que estoy cumpliendo Su voluntad.’
En lugar de vivir aterrados pensando qué pasará si nos enfermamos, si morimos, si se acaba el mundo, valoremos y aprovechemos lo que tenemos y procuremos mantenernos en amistad con Dios.
¿Se acerca el fin? Sin duda: cada día nos acercamos más al momento de entregar cuentas a Dios. Pero no vivamos con temor, sino con amor, para que cuando llegue el fin, sea el de todos, o sólo el nuestro, estemos en paz, como santo Domingo Savio, sabiendo que nos llega cumpliendo lo que nos encomendó nuestro Maestro.
Gracias al ‘no lo creo, pero por si acaso’, de quienes los reciben y reenvían, pululan en redes unos mensajes con supuestas revelaciones de la Virgen, o de Dios, o de ángeles, que anuncian las más variadas e inminentes catástrofes.
No le hace que sean las mismas que circularon antes del año 2000 y resurgieron el 12/12/2012. Han tomado vuelo con motivo de la pandemia, los truenos, el sismo, el doble arcoiris alrededor del sol y demás fenómenos recientes.
Recicladas, vuelven a propagarse, anunciando ahora un suceso cósmico del que todavía no se sabe en qué consistirá porque los rumores son, como suelen ser los rumores, contradictorios. Según algunos, viene a velocidad vertiginosa una llamarada solar que pasará rozando y achicharrando la tierra; según otros, viene el planeta x que se interpondrá entre el sol y la tierra, provocando que todo se oscurezca, se congele, se inviertan los polos (lo que sea que eso signifique), que haya mega olas, terremotos y todos los volcanes hagan erupción al mismo tiempo. Dicen que no será el fin del mundo, nada más un aviso (¡válgame!, con semejante aviso, ¿quién necesita fin del mundo?).
Advierten que cuando todo se ponga oscuro, oiremos voces de seres queridos que nos pedirán entrar, pero que no les abramos porque son demonios (como si éstos necesitaran que les abran la puerta. ¡ay!, ¡lo que hacen algunos para no dejar pasar a la suegra!). También recomiendan hacer acopio de comida, agua y velas (esperando. ingenuamente, que tras semejante hecatombe queden intactas).
La gente que recibe estos anuncios y se deja aterrorizar, sigue al pie de la letra las instrucciones y espera consternada el momento fatal. Entonces llega el temido día y no pasa nada. No se bambolean las estrellas, no se estremece la tierra (más que cuando pasa el camión de la basura); no se desbordan las olas, y el Popocatépetl se limita a echar su acostumbrado humito de tarjeta postal. Y ¡fiuf! respira aliviada hasta que se anuncie la próxima fatídica fecha. Pero ¡no se puede vivir saltando de la desesperación a la desaprensión y viceversa!, y menos ahora que ya de por sí los ánimos están afectados por meses de pandemia. ¿Qué hacer ante el constante bombardeo de catastróficas premoniciones? He aquí tres recomendaciones:
1. No creas todo lo que recibes. Los mensajes falsos son ambiguos, no identifican quién recibió dichas revelaciones, ni cuándo, cómo, dónde, por qué o para qué.
2. Ten por seguro que si Dios o María quisieran advertirnos acerca de un peligro inminente, probablemente se lo revelarían al Papa, o incluso a videntes de apariciones que, si bien no cuentan con la aprobación oficial de la Santa Sede, tampoco han sido prohibidas, como la de Medjugorje. No te fíes de videntes ‘patito’ que juran que la Virgen les habla (les aconsejaría santa Teresa que coman bien y duerman completo...).
3. Tal vez no haya razones para alarmarse, pero tampoco para desentenderse. El fin sí se acerca, pues cada día nos acercamos al final de nuestra vida en este mundo, y al comienzo de la eterna. Y para ese fin no nos va a servir de nada comprar velas o almacenar despensas, sino estar en amistad con Dios, vivir amándolo y procurando agradarlo.
Cuentan que un día en que sto Domingo Savio jugaba billar, le preguntaron qué haría si supiera que moriría en minutos. Respondió: ‘seguiría jugando billar. Estamos en recreo, estoy haciendo lo que Dios quiere que haga en recreo. Moriría en paz sabiendo que estoy cumpliendo Su voluntad.’
En lugar de vivir aterrados pensando qué pasará si nos enfermamos, si morimos, si se acaba el mundo, valoremos y aprovechemos lo que tenemos y procuremos mantenernos en amistad con Dios.
¿Se acerca el fin? Sin duda: cada día nos acercamos más al momento de entregar cuentas a Dios. Pero no vivamos con temor, sino con amor, para que cuando llegue el fin, sea el de todos, o sólo el nuestro, estemos en paz, como santo Domingo Savio, sabiendo que nos llega cumpliendo lo que nos encomendó nuestro Maestro.