Acopio
Alejandra María Sosa Elízaga**
Hoy en muchas parroquia en todo el país, se están realizando acopios para enviar alimentos, medicinas y enseres a los damnificados por las inundaciones.
¿Alguna vez has organizado o participado en un acopio?
Es una experiencia muy especial en la que no sólo resultan beneficiados los que reciben la ayuda, sino los que la dieron: pues como todo lo que tiene que ver con Dios, aquí las cuentas no salen como uno esperaría, ya que el que da no se queda sin nada, sino colmado ¡de gracia y bendiciones!
¿Quieres saber cómo es esto? Sigue leyendo...
Todo acopio nace en el mismo lugar: los corazones de quienes al enterarse de la tragedia que sufren las víctimas de un desastre, no pueden permanecer indiferentes. Alguien dice: 'hay que organizar un acopio', alguien pregunta: '¿va a haber acopio aquí?', y la conciencia sólo deja responder: '¡claro que sí!'
Luego viene lo que expertos llaman 'logística' y que en cristiano no es otra cosa que determinar cuestiones prácticas relacionadas con el acopio.
Alguien podría pensar que esto es complicado y requiere juntar muchas voluntades, y en cierta medida es así, pero lo maravilloso es que cuando se trata de las cosas de Dios todo se facilita, se allanan todos los caminos, se consigue el lugar para el acopio, quien mande hacer la manta para anunciarlo (y quien la cuelgue), el transportista que lleve gratis el acopio al centro de acopio de Cáritas (confiable organización católica que da ayuda a nivel mundial, y tiene representación en la Arquidiócesis de México), y por último, y esto lo mejor, siempre surgen voluntarios para recibir y clasificar lo donado.
Cabe comentar que cuando se reciben donaciones en efectivo conviene tener la mayor transparencia posible.
Por ej: anotar en una lista numerada lo que da cada persona, y a ésta se le entrega un papelito en el que se anota cuánto dio y su número en la lista (no se ponen nombres por aquello de que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha...).
Al terminar el acopio, se suma lo recibido en efectivo y se anota el total en la lista. Se deposita el dinero en la cuenta de Cáritas o del padre u orden religiosa que se está apoyando, y la lista con la ficha de depósito se pega en el avisero de la parroquia, para que todos puedan checar que lo que dieron fue incluido y depositado, y que no se perdió ni un peso.
Se viven experiencias muy ricas al participar en un acopio.
En cierta ocasión fue conmovedor comprobar la solidaridad heroica de algunos, como la de una viejita que dijo tener pena de dar tan poco (traía una bolsita de frijol); no sabía que, como aquella viuda del Evangelio (ver Lc 21,1-4), había dado más que todos, pues había dado lo que le era indispensable, no lo que le sobraba.
Y ¡qué contagiosa es la alegría con que mucha gente llega a donar algo!, como la de esas dos monjitas que se morían de risa porque se les andaba cayendo el costalote de arroz que venían cargando desde su convento, y se regresaron más risueñas todavía pensando que iban a tener que contarle a la madre superiora que a medio camino habían tenido que aceptar la ayuda de ¡un 'diablito'!...
Al terminar la jornada no falta quienes ayudan a desgranar la montaña de cosas, pasándoselas unos a otros todo hasta llenar el camión. Luego de un momento de oración para dar gracias a Dios, encomendar a Sus manos amorosas lo recibido, pedirle que bendiga a quienes de una u otra manera ayudaron, e ilumine a los que harán que todo llegue y se distribuya a quienes más lo necesitan, parte el camión entre aplausos, escoltado por quienes irán a entregar el acopio. Los voluntarios se abrazan y se comienzan a despedir, se van cansados, pero con un cansancio feliz.
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