¿Puede una mujer predicar?
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Te imaginas que un día en Misa, luego de proclamar el Evangelio, el padre se siente y una señora de la comunidad se levante y se ponga a decir la homilía?
Es lo que están proponiendo un Cardenal alemán y un jesuita norteamericano, ambos muy conocidos por desear que la Iglesia Católica sea como otras iglesias e instituciones. Dicen que la mujer tiene derecho a ser escuchada, no discriminada.
Su propuesta amerita 3 respuestas:
1. El Canon Romano no lo permite
Establece que la homilía forma parte de la liturgia y corresponde al ministro ordenado (obispo, presbítero o diácono) (ver CIC # 767). Y el Vaticano publicó una instrucción titulada “Sobre algunas cuestiones acerca de la colaboración de fieles laicos en el sagrado ministerio de los sacerdotes”, en la que aclara que no se trata de ver quién habla mejor o sabe más, ni es una cuestión disciplinar, es una ley relativa a las funciones de enseñanza y santificación, que corresponden solamente a ministros ordenados.
No es por discriminar a la mujer, tampoco los hombres laicos pueden decir homilías y no por discriminación, sino porque la homilía compete al ministro ordenado, que ha recibido por su ordenación sacerdotal una gracia sacramental especial. Además, por sus estudios teológicos, bíblicos, etc. tiene el suficiente conocimiento para explicar la Palabra de Dios, y como suele ser el confesor en su comunidad, sabe qué la inquieta, qué la tienta, y puede aterrizar la homilía para que ilumine la realidad cotidiana de su gente, puesto que él la conoce muy bien.
2. La Iglesia no tiene la autoridad para cambiar lo que el propio Jesús instituyó
Si acaso alguien piensa: ‘bueno, pues si sólo el ministro ordenado puede predicar, entonces ¡que las mujeres sean ordenadas sacerdotisas y obispas!’, hay que recordarle que la Iglesia no es una institución como otras que se rigen por lo ‘políticamente correcto’ y piden votos a mano alzada para hacer lo más popular. La Iglesia fue fundada para obedecer, conservar y difundir lo que Jesús mandó, y Él instituyó sacerdotes a Sus Apóstoles. ¿Por qué no también a mujeres, si sabemos que entre Sus seguidores las había? (ver Lc 8, 1-3). No fue por misoginia ni por discriminación, qué disparate, recordemos, por ejemplo, que aunque en Su tiempo no se aceptaba el testimonio de mujeres, a ellas les pidió dar la noticia de Su Resurrección (ver Mt 28, 1-8). Si Jesús instituyó el sacerdocio exclusivamente masculino fue porque los sacerdotes lo representan a Él, actúan en Su nombre, más aún, son otro Cristo. Y Él vino a este mundo como Hombre.
3. La mujer siempre ha tenido voz en la Iglesia
Para ser escuchada la mujer no necesita pararse a hablar en la homilía, su voz ya resuena de manera elocuente y relevante en la Iglesia. Es la voz de las abuelas que enseñan a sus nietos sus primeras oraciones; la voz de las mamás que aconsejan a sus hijos con criterios cristianos; es la voz de las catequistas que siembran en los niños el amor a Jesús, es la voz de las profesionistas católicas que ejercen sus dones desde su fe; es la voz de las Ministras Extraordinarias de la Sagrada Comunión, que llevan a los enfermos y ancianitos el consuelo de la Palabra de Dios y la Eucaristía; es la voz de santas y doctoras de la Iglesia y también de teólogas, maestras y escritoras contemporáneas que nos han aportado y siguen aportando valiosas enseñanzas. Es la voz de María, la mujer más importante de la historia, que no necesitó recibir la ordenación ni decir homilías para llevarnos a Jesús, darnos ejemplo de virtud, y el mejor consejo para nuestra vida: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5).
¿Puede una mujer predicar? No en la homilía. Sí en su existencia: con su testimonio de amor, perdón, servicio, humildad. Predica dando muestra de fe, compartiendo su esperanza, ejerciendo la caridad.
Las mujeres no necesitamos que nos ‘defiendan’ los que equivocadamente creen que no tenemos voz en la Iglesia, sino que se detengan a escucharnos y capten los incontables modos en que ya estamos predicando...