3 razones para no cambiar de fila...
Alejandra María Sosa Elízaga*
Si en el Evangelio leyeras que un enfermo mandó rogar a Jesús que lo visitara, recibió confirmación de que Él pasaría a verlo por la tarde, estuvo esperándolo asomado a la ventana, y cuando al fin lo vio a lo lejos, se molestó mucho, porque Jesús venía montado en el burrito que le prestaron para entrar a Jerusalén, y entonces el enfermo se dijo: ‘¡ah no, si viene en burro no lo recibo!, ¿cómo se atreve a llegar en esa cabalgadura tan poco lucidora?, ¡esperaba verlo en un elegante carruaje!’, y corrió a echar la tranca para impedirle entrar, ¿no se te haría absurdo que una persona rechazara recibir al Hijo de Dios sólo porque Él llegara en un vehículo que a ella no le agradara?
Esta historia no está en la Biblia, pero sucede diario, y no con un burrito, sino con seres humanos. En Misa la gente acostumbra formar dos filas para ir a comulgar, pero cuando al sacerdote le ayuda un Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión, quienes están en la fila de éste suelen pasarse a la del padre. ¡No ponen atención en el Señor que viene, sino en con quién viene!
Si se les pregunta por qué, unos dicen: ‘se me hace más oficial que la dé el padre’; otros afirman que no deben dar la Hostia consagrada unas manos no consagradas (aunque ellos la reciben en manos sin lavar, y sin cuidar que no queden partículas que pudieran caer al suelo), y otros confiesan que desean que el padre vea que fueron a Misa.
Ante tales respuestas cabe dar 3 razones que ayuden a captar por qué no hay que cambiar de fila al comulgar:
1. En toda Hostia Consagrada está Jesús
En la Eucaristía está Cristo realmente Presente, en Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad. No hay diferencia si te da la Comunión el Papa o el más humilde laico. Y cambiarse a la fila del padre es como decir al hermano de la otra fila: ‘yo contigo no comulgo’ (en el amplio sentido de la palabra), con lo cual no sólo se falta a la caridad, sino se lastima al Señor, pues en lugar de darle toda la importancia a Él, se le da más a Su portador.
2. Los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión están capacitados e instituidos por la Iglesia
No son, como quizá alguien crea, usurpadores que abusivamente pretenden realizar una función que no les corresponde, sino laicos que por su vida recta, compromiso cristiano, especial devoción a la Eucaristía y amor por los hermanos que no pueden acudir a recibirla, son invitados a prepararse para poder llevarla a quien la necesita, ayudar en Misa, exponer y reservar el Santísimo Sacramento y celebrar Liturgias de la Palabra con Comunión. Su labor es indispensable.
Y no son improvisados: reciben cursos durante meses y luego formación permanente. Son instituidos por la Iglesia, y cada año su párroco examina si cumplen bien su ministerio, para poder renovárselo.
3. No hay suficientes ministros ordinarios
Hay más de 80 millones de católicos en México, atendidos por menos de 20,000 sacerdotes. Es imposible que éstos visiten a cuantos requieren que se les lleve la Eucaristía. Millones de personas se quedarían sin comulgar, cuando más lo necesitan, si no fuera por los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión, que diariamente, de día y de noche, dejan su hogar y ocupaciones para ir a visitar casas, asilos y hospitales, a riesgo de contagiarse y de sufrir malos modos de funcionarios y familiares no creyentes, que se oponen a que su paciente reciba el auxilio espiritual que requiere. Lo soportan todo con tal de que un enfermo o ancianito, que tal vez se creía olvidado del Señor, tenga el grandísimo gozo de recibirlo, se sienta infinitamente amado, recupere el ánimo y la paz y quede muy consolado. Y suele pasar que, dando testimonio de comprensión y perdón, le lleven la Eucaristía a esa misma persona que cuando iba a Misa se cambiaba de fila...
Este jueves en que celebramos Corpus Christi festejamos también el ‘Día del Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión’. Aprovecha para valorar, felicitar y agradecer a los de tu iglesia por el servicio generoso y abnegado que prestan.