Estás a tiempo
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘¡En la torre!, ¡ya en ocho días comienza la Semana Santa!, ¡Se me fue rapidísimo la Cuaresma!’
Así le decía una señora en la parroquia a una amiga suya. Y por la expresión de ambas, cabe suponer que cada una pensó en todos los buenos propósitos que se hizo el Miércoles de Ceniza y que no ha cumplido.
Así le pasa a mucha gente.
Estamos entrando ya a la quinta semana de Cuaresma, recta final antes del Domingo de Ramos, y en muchos hogares, en alguna mesita -o celular- sigue sin abrir la lectura espiritual que alguien se había propuesto reflexionar todos los días. Siguen también, en algún cajón o clóset la ropa y zapatos que alguien deseó donar. Siguen en la despensa, los víveres que alguien planeaba compartir. Sigue el Santísimo solo, esperando a los que dijeron que ahora sí en esta Cuaresma iban a ir al menos una vez por semana a visitarlo.
Las que ya no siguen ahí, irremediablemente se perdieron, son las horas que se podían haber empleado en participar en alguna otra obra concreta en favor de los demás, y las que se hubieran podido dedicar a la oración, a leer la Palabra, a ir a la adoración, a hacer una buena Confesión...
Las cosas no compartidas y las horas perdidas, son mudos testigos de que a mucha gente le sobró buena voluntad, pero le faltó organización, o tiempo, o verdadera decisión.
¿Que fue lo que les pasó? Que entró a la Cuaresma sin prepararse para la pelea. ¿Cuál pelea? La que hay que dar para no distraerse, no olvidarse, no flaquear en las buenas intenciones. El diablo odia la Cuaresma porque es un tiempo de gran ayuda para crecer espiritualmente y acercarse a Dios, así que pone toda clase de distracciones, para que a la gente todo se le quede en puras buenas intenciones, y también para que haga las cosas al revés, y se ponga a planear vacaciones en Semana Santa, en lugar de quedarse a cargar baterías espirituales y salir en Pascua.
¿Qué se puede hacer?, ¿Está todo perdido? No, de ninguna manera. Considera estas tres propuestas:
1. Hazte propósitos concretos y ponles fecha y hora. Anótalos en un papel y ponlo en un lugar visible. Por ejemplo, ¿qué día de esta semana puedes ir a confesarte?, ¿qué día vas a ir a alegrar a esa persona anciana o enferma que conoces?, ¿a qué hora vas a hacer un momento de meditación o de lectura espiritual?
2. Haz un propósito nuevo que no sólo cumplas en lo poquito que queda de la Cuaresma, sino que más bien empieces a cumplir desde ahora y luego te sigas haciéndolo siempre. Que, como decimos en México, vayas ‘agarrando la costumbre’ de hacer algo. Por ejemplo, abrir nuevos espacios en tu jornada para tu comunicación con Dios, comenzar a participar en algún apostolado, ofrecer más tu ayuda y compañía a tus seres queridos.
3. Considera algo de lo que puedas empezar a abstenerte desde hoy, no para volverlo a retomar en la Pascua, sino para ya dejarlo para siempre. Algo que te beneficie a ti, y también a quienes te rodean. Por ejemplo, abstente de quejarte, o de hacer comentarios negativos, o de violentarte. Decía Tomás Kempis en su ‘Imitación de Cristo’, que si cada año nos deshiciéramos de un pecado o vicio, pronto seríamos santos.
En la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Flp 3, 7-14), san Pablo dice que olvida lo que ha dejado atrás y se lanza hacia lo que está delante. Conviene imitarlo.
No te desanimes por los días de Cuaresma que desperdiciaste, no digas: ‘ya se me fue, ya ni modo, a ver si el año que entra ahora sí me pongo las pilas’. Inicia hoy. Enfócate en lo que todavía puedes aprovechar.
Nunca es demasiado tarde en las cosas de Dios; recuerda la parábola del dueño de un viñedo que pagó igual a los obreros tempraneros que a los tardíos (ver Mt 20, 1-16).
Todavía estás a tiempo de hacer algo que valga la pena en esta última semana de Cuaresma, de modo que cuando en un futuro la recuerdes, puedas decir: ‘a partir de esa Cuaresma dejé x costumbre que me hacía mal’, o ‘en esa Cuaresma fue que empecé a hacer tal cosa que me ha ayudado mucho en mi vida espiritual’.