Ante Su presencia
Alejandra María Sosa Elízaga*
‘¿Qué harás cuando llegues a la presencia de Jesús?’
Hice esta pregunta a unos amigos.
‘¡Me postraría ante Él para adorarlo!’
‘¡Le pediría misericordia para mí y mi familia!’
‘¡Le daría gracias por todo!’
‘No haría nada, me daría tal emoción, que ¡me le quedaría mirando embobada!’
De nuevo pregunté: ‘¿Y por qué no lo hacen ya?’
-‘Pues porque todavía no nos ha llamado a Su presencia.’
Respondí: ‘Sí los ha llamado. No hay que morir para estar en la presencia del Señor, basta acudir a una parroquia. Él está en el Sagrario o expuesto sobre el altar, realmente presente, en Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad. Pueden llegar ante Él y adorarlo, pedirle, agradecerle o simplemente contemplarlo, sabiéndose amados y acogidos por Él. Es lo que la Iglesia llama ‘adoración eucarística’, y es indispensable para tener con Jesús una relación más íntima.’
Y si alguien pregunta: ‘¿no basta con ir a Misa?’, cabe darle 3 respuestas.
1. Cuando se trata de las cosas de Dios, es triste buscar lo que ‘basta’, lo mínimo para ‘cumplir’. Él nos da todo generosísimamente, ¿vamos a responderle a cuentagotas?
2. Por supuesto asistir a Misa es fundamental. Allí el Señor nos da Su perdón, Su Palabra, y ¡a Sí mismo en alimento! ¡Nada se compara con eso! Pero considera que la Misa es una liturgia en la que participamos con otros hermanos al mismo ritmo y con indicaciones precisas (lo cual es necesario para que la celebración no sea un caos). No podemos usar nuestras propias palabras, ni alterar a nuestro gusto los tiempos dedicados a cada cosa; y también suele suceder que durante la Comunión hay un canto, así que nos distraemos y nos ponemos a cantar, ¡en lugar de dialogar con el Señor al que acabamos de comulgar!
Por ello aparte de ir a Misa que, cabe insistir, es lo principal, conviene buscar otro momento para tener con el Señor un encuentro sin prisa, relajado, para entablar con Él un diálogo personal. Para eso la adoración eucarística resulta ideal.
3. No se va a la adoración con la mentalidad de ‘vengo a cumplir’. Asistir no es uno de los mandamientos de la Iglesia. A nadie se le exige orar ante el Santísimo. Ello no significa que no valga la pena. Todos los santos lo hacían; es gran ayuda para la santidad. No hay un ‘graciómetro’ que mida la gracia divina que obtienes, pero ten la seguridad de que Él te colma de tantas bendiciones ¡que no las podrías contar!
Ir a la adoración es buscar al Amigo y decirle: ‘no vine porque debo, sino porque quiero. Si aparto tiempo para lo que creo indispensable, ¿cómo no apartarlo para estar Contigo?’
Es llegar y saber que se goza al verte entrar, que te ha estado esperando, que le encanta y agradece el tiempo que le quieras dedicar.
Es darle pausa al acelere, las presiones, los ruidos externos e internos y dejar al Señor aquietar tu interior. La gente gasta en terapias, pero no hay terapia mejor que ir ante Jesús a contarle tus cosas, porque no sólo sabe escuchar, sino puede hacer algo al respecto. ¿Estás triste?, te consuela. ¿Algo te enoja o te angustia?, te serena. ¿Estás feliz? aumenta tu alegría. No hay mayor paz que a Su lado, mejor lugar que junto a Él.
Es estar frente al que te creó y te ama tanto que dio Su vida para rescatarte del pecado y de la muerte e invitarte a estar con Él para siempre.
No tienes que morirte para disfrutar Su presencia.
¿Eres de los que quieren pasar con Jesús la vida eterna, pero aquí no aguantan pasar ni quince minutos en Su compañía? Tal vez dices: ‘es que no sé qué hacer, qué decir, me voy a aburrir’. Pero no necesitas hacer ni decir nada; no busques ‘entretenimiento’.
Piensa que visitas a Aquel que sabe todas tus historias, te ama, conoce y comprende como nadie. Puedes imitar a aquel campesino al que el cura de Ars preguntó que hacía frente el Santísimo. Contestó simplemente: ‘Me mira, lo miro.’
¿De veras quieres pasar con Jesús la vida eterna? ¿Qué tal si empiezas a entrenarte desde ahora, si vas aprendiendo a estar feliz en Su presencia, visitándolo en el Sagrario cada semana, aunque sea media hora?