y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

El beneficio de la duda

Alejandra María Sosa Elízaga**

El beneficio de la duda

‘No es santo de mi devoción’, dice mucha gente, refiriéndose a santo Tomás Apóstol. No le perdonan sus dudas sobre la Resurrección (ver Jn 20, 24-25).

Pero fue gracias a sus dudas que sabemos que el cuerpo de Jesús Resucitado conservaba las marcas de la crucifixión, y que era tan real y palpable que el propio Cristo le mostró las manos y lo invitó a meter su dedo en los agujeros que dejaron los clavos, y a meter su mano en la llaga de Su costado (ver Jn 20, 26-27).

Fue gracias a que Tomás primero dudó, que tenemos la seguridad de su fe posterior, de la que nos heredó el “¡Señor mío y Dios mío!”(Jn 20,28), que repetimos, silenciosamente, durante la Consagración.

Hay quien considera malo tener dudas, lo siente como falta de fe.

Pero una cosa es la fe y otra la duda.

Lo contrario de la fe es el pecado (ver Rom 14, 23b), porque la fe es decirle sí a Dios, amoldar nuestra voluntad a la Suya, aunque no la comprendamos, y el pecado es decirle no.

Lo contrario a la duda es el conocer, el saber.

Tener dudas no es malo.

En su libro ‘Introducción al Cristianismo’, dice Benedicto XVI que todos tenemos dudas, creyentes y no creyentes por igual, y lo considera positivo en la medida en que tener dudas nos mueve a hacernos preguntas, a inquirir acerca de la verdad, lo cual necesariamente nos conducirá a Aquel que dijo de Sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6).

Dudar puede ser muy beneficioso si nos mueve a buscar respuestas.

Así por ejemplo, si un creyente tiene dudas acerca de un dogma de la Iglesia y se pone a leer documentos vaticanos, su duda le ayuda a conocer mejor su fe.

Si un hermano separado tiene dudas acerca de la doctrina católica, y lee el Catecismo, descubrirá que estaba mal informado.

Incluso si un no creyente no le cierra la puerta a sus dudas (¿y si estoy equivocado?, ¿y si en verdad Dios existe?), sino se deja mover por ellas, tarde o temprano se encontrará con Cristo.

Dudar no es malo, lo malo es quedarse con la duda.

Hay que averiguar, preguntar, leer, estudiar, adentrarse, no conformarse con no saber.

Claro, hay de dudas a dudas.

Hay misterios acerca de Dios, que no podemos pretender comprender de este lado de la eternidad.

En esos casos confiamos en que aunque nosotros no tengamos las respuestas, las tiene Él, y eso basta.

Pero en todo lo demás, estamos llamados a no quedarnos dudando, y peor aún, que nuestra duda no sea el pretexto para alejarnos de Dios.

Este próximo miércoles, en que la Iglesia celebra a santo Tomás Apóstol, hagámoslo santo de nuestra devoción.

Aprendamos de su ejemplo y pidámosle su intercesión para como a él, nuestras dudas nos ayuden, y ayuden a otros a nuestro alrededor, a buscar y a encontrarnos con nuestro Dios y Señor.

*Publicado el domingo 30 de junio de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.852, p.6. También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx) Conoce los libros de esta autora, sus cursos gratuitos de Biblia, y su ingenioso juego de mesa Cambalacho, aquí en www.ediciones72.com