El misterio de la Sábana Santa. Ciencia y fe.
Alejandra María Sosa Elízaga*
Difícilmente tendremos oportunidad de ir a Turín, Italia a contemplar la Síndone (mejor conocida como Sabana Santa, ese famoso lienzo de lino de 4.30 m x 1. 10 m, cuyas manchas de sangre y sobre todo la tenue imagen misteriosamente impresa en ella evidencian que envolvió el cuerpo de Cristo en el sepulcro), pues sólo es exhibida cada veinticinco años, pero la segunda mejor opción es ir a la exposición que se exhibe en el atrio de la Catedral en la Ciudad de México, una magnífica muestra que está recorriendo el mundo y que aquí cerrará al finalizar julio.
Con agradecible sensibilidad, el Cardenal Norberto Rivera pidió que la entrada fuera gratuita, para que el costo no impidiera a nadie poder verla. Ya quien lo desee, y es una opción muy recomendable, puede rentar por $50 pesos la audioguía que irá dirigiéndole por toda la exhibición. Ésta consta de 250 piezas, 50 de ellas originales, distribuidas en 12 salas que van adentrando al visitante en la fascinante realidad de la reliquia más estudiada y admirada en la historia de la humanidad. Mira esta lista para darte una idea de las principales maravillas que contiene cada una:
Sala 1: La fascinante historia de cómo fue descubierta la Sábana, lugares que ha recorrido, y una réplica del arcón de madera donde estuvo oculta durante siglos.
Sala 2: Una cámara como la de Secondo Pía, el fotógrafo que reveló la imagen de la Sábana, y descubrió azorado que era ¡un negativo fotográfico!
Sala 3: Interesantes estudios forenses que muestran que Jesús no fue clavado como siempre ha sido representado, y los efectos en Sus manos, de los clavos.
Sala 4: Las asombrosas conclusiones de 33 científicos que realizaron toda clase de pruebas, incluida una de la NASA que reveló una sorprendente imagen tridimensional.
Sala 5: La verdad sobre la prueba de carbono 14 y por qué fallaron sus conclusiones.
Sala 6: El Mandylion, monedas y códices antiguos, irrefutables evidencias de la edad de la Sábana y su influencia en iconos e imágenes de Cristo a lo largo de los siglos.
Sala 7: El enigma nunca resuelto de los templarios y su posible relación con la Sábana.
Sala 8: Los estudios de los pólenes en la Sábana, que sitúan su origen en Jerusalén, en tiempos de Jesús.
Sala 9: Treinta monedas de plata del siglo I, piezas originales, como las que recibió Judas. Un flagelo como el usado para azotar a Jesús. Una réplica de cómo era realmente la corona de espinas. La punta de una lanza romana como la que abrió el costado de Cristo en la cruz. Réplica del letrero colocado en ésta, y réplica del sepulcro de Jesús, que muestra cómo se veía la Sábana tras la Resurrección: intacta pero ¡vacía!
Sala 10: Más estudios forenses, esta vez sobre los devastadores efectos de la crucifixión, y cómo fue la lanzada en el costado, así como esculturas que muestran cómo Jesús fue desenclavado, envuelto y sepultado, y la coincidencia de la Sábana con el Sudario de Oviedo.
Sala 11: Monitores con conclusiones de múltiples estudios científicos que revelan que la imagen impresa en la Sábana se debió a una especie de radiación de miles de millones de vatios, que duró menos de 0.04 segundos, penetró en la tela apenas 5 centésimas de milímetro, no está pintada (no tiene pigmentos ni trazos), no se transparenta a contraluz, tiene tercera dimensión, y no ha sido posible explicarla y mucho menos reproducirla, aun con la tecnología de hoy. La irradió, ingrávido, Jesús, envuelto en ella, y luego se esfumó sin tocarla. Por eso el apóstol san Juan, que seguramente ayudó a sepultar a Jesús, al verla tal como la dejó, pero allanada, desinflada, creyó, como lo aclara un fragmento que se muestra aquí con la correcta traducción del Evangelio (ver Jn 20, 8).
Sala 12: Conclusiones forenses sobre lo sufrido por el hombre de la Sábana. La impactante réplica digital de la Sábana Santa en tamaño natural. Y una escultura maravillosa y profundamente conmovedora de Cristo muerto, realizada con base en todas las evidencias halladas en la Sábana Santa, que muestran no sólo el lugar exacto de las heridas, y la postura en la que fue sepultado, sino la incomprensible serenidad del rostro de quien murió tan salvajemente torturado. Es terrible y bellísima a la vez, y en ella se conjugan ciencia, misterio y fe, la evidencia científica, lo inexplicable y la absoluta certeza de estar ante la reproducción más fiel de Jesús, lo más parecido a lo que vio Su Madre y quienes la acompañaron a dejarlo, muerto, en aquel sepulcro que Él pronto dejaría desierto.
Al ver esta exposición adquiere un nuevo sentido lo que dijo san Pablo sobre Cristo: “me amó y se entregó a Sí mismo por mí” (Gal 2, 20).
Es un atisbo al infinito amor del Dios hecho Hombre, que sufrió hasta lo indecible con tal de rescatarte y rescatarme del pecado y de la muerte.
Es un testimonio de lo que padeció, pero no lo contempla con morbo ni se atora en el dolor. Lo expone en toda su dolorosa realidad, sí, pero sobre todo para que comprendamos que el hombre de la Sábana Santa es sin duda alguna Jesucristo, nuestro Señor, que en ese lienzo nos dejó las huellas de Su Pasión, pero, sobre todo, el extraordinario retrato de Su Resurrección.