¿En Quién o en qué pones tu fe?
Alejandra María Sosa Elízaga*
Amigos que gustan de enviarse por las redes sociales mensajitos en los que comparten su fe católica, envían también ‘cadenas’ con un mensaje que pide realizar ciertos rituales y reenviarlo. Promete: ‘algo bueno te pasará’, o amenaza: ‘si no lo reenvías, una desgracia te ocurrirá’. Los amigos que los reciben dicen que no creen en esas cosas, pero a su vez los reenvían, ‘por si acaso’.
Un empresario que trae un crucifijo al cuello, tiene una estatua de Buda en su despacho.
Las paredes de la casa de una familia que comulga cada domingo, están tapizadas de cuadros y posters de deidades hindúes.
Un ministro ordenado va a un centro de la ‘Nueva Era’ a recibir una ‘terapia’ de ‘aceites aromáticos energizados’, para que la supuesta ‘serpiente de luz’ que anida en la base de su columna suba a su ‘tercer ojo’ y le quite la tos (pero sólo le quita su dinero).
Unos vacacionistas acuden al spa del hotel, y se retiran su escapulario para que les pongan piedras calientes en la espalda, dizque para relajarse alineándose sus supuestas ‘chakras’.
En un centro de espiritualidad, ofrecen yoga, clases para ‘conocer el nombre del Ángel de la Guarda’, cursos de eneagrama, de ‘milagros’, oración centrante, meditación trascendental.
Un vendedor ambulante vende llaveros de patas de conejo afuera de la parroquia a la que asiste diario.
Un conductor cuelga un Rosario del retrovisor de su vehículo, para que ‘le vaya bien’, no para rezarlo.
En la librería de una orden religiosa, venden cuadernos para que niños y adultos se entretengan coloreando ‘mandalas’ hindúes.
Un grupo de deudos asiste al novenario por su difunto y va con una supuesta ‘médium’ para una ‘sesión espiritista’ en la que pretende invocar el espíritu del difunto.
Una guía de un taller que enseña a la gente a orar, invita a sus amigas a rezar al ‘ángel de la abundancia’, y a usar prendas interiores rojas en año nuevo.
Unos estudiantes de la universidad de una congregación religiosa, no tienen en su cuarto un misal, pero sí un manual dizque de ‘metafísica’ al que obedecen religiosamente, y diario encienden velas lilas para encomendarse al ‘rayo morado’ y a la ‘llama violeta’.
Un escritor brasileño que se ostenta como cristiano, cuyos libros se venden por millones, confiesa en su autobiografía que hizo un pacto con el diablo.
Una señora deja en una mesa de la iglesia un altero de hojas en las que se asegura que Dios cumplirá lo que le pidan si repiten ciertas oraciones y sacan cien copias.
Un joven trae colgado al cuello una cruz de san Benito, la Medalla Milagrosa, y un montón de amuletos, y si ve un gato negro, se le rompe un espejo, o pasa bajo una escalera, ‘toca madera’, y nunca acepta que alguien le dé en su mano un salero.
Una enferma va a que le pongan la Unción de Enfermos, y a una terapia de ‘reiki’.
Unos adolescentes que asisten a un colegio religioso, juegan a la ouija en el recreo.
Una catequista que busca novio, junta trece moneditas y pone una estatua de san Antonio de cabeza. Su mamá, que quiere vender pronto su casa, entierra una estatua de san José en el jardín. Su papá, que quiere asegurar el favor de la Divina Providencia, acude cada día primero a echar tres monedas en la alcancía de la iglesia.
Una pareja de novios que se va a casar por la Iglesia, quiere saber si le irá bien en su matrimonio, se lo pregunta al ‘i ching’. Y para que no llueva el día de su boda, entierran un cuchillo en el jardín.
Unos recién casados entronizan al Sagrado Corazón en su hogar, pero decoran la casa para que haya ‘buena vibra’ según el ‘feng shui’ y ponen una escoba detrás de la puerta.
En una tiendita tienen una imagen de la Virgen de Guadalupe, pero también una corona de ajos, una herradura, una planta de sábila con moñitos rojos y un elefante con la trompa levantada.
Un terapeuta que ofrece consulta gratuita en el dispensario de una capilla, ofrece también sesiones de hipnosis para que sus pacientes puedan recordar sus supuestas ‘vidas pasadas’.
Una productora realiza un video sobre las intenciones de oración del Papa, y en la última escena pone unas manos que sostienen símbolos de diversas religiones, uno de los cuales es un crucifijo, dando a entender que Cristo es uno más, igual que todos.
Un niño que entró a un concurso de cocina, se persignó e ‘hizo changuitos’ (cruzó los dedos), y cuando fue elegido, recibió una cuchara de madera. En adelante, en cada reto se encomendó a su cuchara para pedirle éxito (por si quieren saberlo: perdió).
Unos papás envían a sus hijos al catecismo en enero, pero en noviembre decoran su casa para festejar Halloween, disfrazan a sus niños de diablos y brujas, espectros y demás enemigos de Dios, y en diciembre la llenan de imágenes de Santa Claus, duendes y renos, y mienten a sus niños enseñándoles a esperar, no al Niño Dios, sino la supuesta llegada de Santa Claus.
Una señora que es muy devota del Rosario, tiene sobre su chimenea un retrato gigante de un gurú hindú que decía que él era Jesucristo, Buda y Mahoma.
Un tanatólogo da en un convento un retiro para personas en duelo, y engaña a los asistentes diciéndoles que existe la reencarnación.
Una empleada muy devota de san Judas, aconseja a su patrona, que está pasando por problemas, que se encomiende a él, y para mejores resultados, se ‘haga una limpia’.
En un puesto de artesanías venden imágenes de la Virgen y de santos, pero también de la ‘santa muerte’, y borregos con ‘lana’ para año nuevo.
Un conocido intelectual se reconoce como católico para justificar difundir en sus redes sociales frases de famosos filósofos, psicólogos y escritores anticatólicos.
Unas amigas a las que les encanta ir juntas a charlas y cursos en su iglesia, les encanta también ir juntas a que les echen las cartas, les lean la mano, el café.
Un empleado que cada año se ausentaba para ir a algún santuario en peregrinación, es despedido, no por faltar al trabajo, sino porque gastaba mucho en llamadas telefónicas a un número que dice los horóscopos.
Una joven que viste imágenes del Niño Dios para el 2 de febrero, muestra en su catálogo las ropitas propias de alguna advocación, pero también para disfrazarlo de amuleto ‘niño del éxito y la prosperidad’, ‘niño de la suerte’ (con una diadema de moneditas de oro alrededor de la frente), ‘ángel del amor’, y ángel de la abundancia’ (con un cuerno lleno de semillas en la mano).
Un canal católico de televisión promociona una película cuyos protagonistas abandonan la fe y abrazan las creencias paganas de quienes se supone habían ido a evangelizar.
Tal vez alguien se pregunte el por qué de todos estos ejemplos, qué tienen de particular o extraordinario, si suenan como algo común y corriente que sucede diario.
La respuesta es que, en todos los casos, los protagonistas son católicos, personas que, por una parte, dicen tener fe en Dios y creer en Jesús, acuden a la iglesia y tal vez incluso participan en algún ministerio, pero por otra parte caen en la idolatría, y no sólo confían, sino alientan a otros a confiar en piedras, pirámides, amuletos, rituales mágicos, filosofías ajenas y opuestas al cristianismo, deidades falsas, y cuanta superstición y superchería les pasa por enfrente.
En un mal entendido ecumenismo, creen que pueden navegar entre dos aguas, pero se equivocan.
En la Biblia leemos que Dios dice de Sí mismo que es un Dios celoso (ver Ex 34, 14),
hemos de adorarlo sólo a Él, hemos de seguirlo sólo a Él, hacer sólo lo que nos pide Él.
Recordemos que cuando el pueblo judío atravesó el desierto durante cuarenta años, Dios dio a Moisés una serie de leyes muy estrictas para evitar que Su pueblo se mezclara con los pueblos paganos de los lugares por donde iba pasando en su camino hacia la tierra prometida. No debían ir a sus templos, ni adorar a sus ídolos, ni casarse entre sí, vamos, ni siquiera entrar a sus casas o comer todo lo que ellos comían. Puede parecer drástico, pero ayudó a preservar la fe y la identidad del pueblo, que de otro modo se hubiera diluido en el camino.
Hoy en día, tal vez necesitamos algo así, nos hace falta volver a tener muy claro que hay cosas que el mundo ofrece, que no podemos admitir, con las que no podemos coquetear, porque son opuestas a los principios cristianos, y, si les damos entrada, poco a poco, sin que nos demos cuenta, nos abrimos a un modo de pensar que nos van apartando de Dios y de Su Iglesia.
Jesús es muy enfático cuando afirma: “Nadie puede servir a dos amos.” (Mt 6, 24). Se refiere a que no se puede servir a Dios y al dinero, pero su frase tal vez podría aplicarse en este caso. No podemos decir que somos de Cristo, si Él no es nuestro único Señor.
Pidámosle que nos ayude a resistir la tentación de poner en alguien o en algo más nuestra esperanza Que podamos decir, como el salmista: “Sólo en Dios he puesto mi confianza” (Sal 62, 1).