y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Pisotear unos para defender otros?

Alejandra María Sosa Elízaga*

¿Pisotear unos para defender otros?

Defender los derechos humanos es algo sumamente importante y digno de alabanza.

Y en este tema, la Iglesia Católica ha estado siempre a la vanguardia.

En la Biblia leemos cómo Pedro, el primer Papa de la historia, impulsado por el Espíritu Santo, abrió la Iglesia para admitir en ella a los paganos, gentes discriminadas por sus contemporáneos.

Fue la Iglesia la primera en denunciar y pugnar por abolir la esclavitud en todo el mundo.

Aquí en México, como en otros países de América Latina, fue la Iglesia la primera en reconocer y defender los derechos de los indígenas.

Y es la Iglesia Católica la que siempre ha promovido el auténtico respeto a los derechos del ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural.

Lamentablemente, hoy en día el tema de la equidad, la tolerancia, la no discriminación, y la defensa de los derechos humanos, se manipula tremendamente según convenga a las ideas de políticos, activistas sociales y personas varias que lo toman de pretexto para obtener algún beneficio o privilegio, o simplemente para pasar por encima de los derechos de los demás.

Por ello no es de extrañar, aunque sí de lamentar, que en este mundo en el que cada vez más se vive un clima anticatólico, en política, en medios de comunicación, en redes sociales, etc. se aproveche la supuesta defensa de los derechos humanos de unos, para pisotear los derechos de otros, en este caso, de los católicos.

Es la nueva manera ‘políticamente correcta’ de atacar a la Iglesia.

Tres ejemplos: En España, un extranjero se quejó de que se violaban sus derechos, porque no era creyente y debía pasar por una calle en la que había una cruz en el atrio de una parroquia católica. ¿Qué hizo la alcaldesa?, ¿pedirle que pasara por otra calle o mirara para otro lado?, ¿explicarle que si estaba en un país de mayoría católica, era lógico que hubiera iglesias con cruces? No. Lo que hizo fue mandar quitar la cruz.

Priorizó los supuestos derechos de uno, por encima de los de cientos de feligreses afectados, que protestaron inútilmente.

Aquí en México, en una clase en la universidad, una joven amiga mía se atrevió a opinar contra el aborto. De inmediato todos los asistentes, incluida la maestra, se pusieron contra ella y la atacaron verbalmente. 

Alegaban defender los derechos de una embarazada, pero no estaban dispuestos a considerar los del ser humano que ella lleva vivo en su vientre, y mucho menos el derecho que tenía esa compañera de expresar su opinión y ser respetada.

En Londres, una azafata que trabajaba en una aerolínea inglesa, fue despedida por portar una crucecita al cuello. Un pasajero denunció que ver dicha cruz durante el vuelo, lo hizo sentir mal (¡ay nanita!, ¿por qué sería?). Se dio preferencia al derecho de él por encima del de ella.

Podrían citarse miles de ejemplos que muestran cómo se está llevando el asunto de la no discriminación y la supuesta defensa de los derechos humanos, demasiado lejos y siempre, qué curiosa coincidencia, en agravio de los católicos.

Las autoridades se están pareciendo a esos papás que tienen un hijo consentido al que no le niegan nada y al que favorecen en perjuicio del resto de sus hermanos.

Pero puede suceder que los hijos afectados se rebelen y le agarren fobia al favorito, lo cual puede ser muy peligroso, para éste y para la unidad y tranquilidad familiar.

Lo único que puede garantizar la paz, sea en una familia o en un país, da lo mismo, es tomar en cuenta los derechos de todos, sin injustos favoritismos. 

Publicado en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, domingo 29 de mayo de 2016, p. 2