Tres testimonios sobre la Madre Angélica
Alejandra María Sosa Elízaga*
1. Un mundo que quiere evadir el sufrimiento al costo que sea; que promueve la equivocada compasión de aplicarle la eutanasia a un paciente que sufre, cancelándole de golpe su oportunidad de conversión, de purificación interior, de intercesión por otros, no comprende lo que le pidió a sus religiosas la Madre Angélica, famosa fundadora de EWTN, la cadena católica de televisión, radio e internet más grande del mundo.
Cuando en octubre del 2001 sufrió una apoplejía que le afectó el habla y la movilidad, y previendo que pudiera empeorar, les solicitó que hicieran cuanto fuera necesario para mantenerla viva, para poder ofrecer su sufrimiento a Dios.
Que alguien como ella, independiente, acostumbrada a hacerlo todo por sí misma, rápido y bien, habituada a moverse a su antojo, a tener un programa de televisión, a escribir, a dar charlas, de pronto se hubiera visto dolorosamente confinada a una silla de ruedas, sin recuperar del todo su capacidad de hablar, necesitada de toda clase de ayuda, enteramente atenida al cuidado que pudieran darle las religiosas de su orden, y en lugar de pedir: ‘por favor no le hagan la lucha, déjenme morir lo más pronto posible para salir de este tormento’, pidiera en cambio que la ayudaran a vivir, sabiendo que para ella vivir era sufrir, y sufrir muchísimo, es algo verdaderamente impactante.
Dijo: ‘la gente no comprende el valor de un solo sufrimiento, unido al de Cristo’.
Pasó quince años así, y el pasado Viernes Santo, su dolor era tal que la hizo llorar.
Su capellán lo describió como ‘excruciating pain’, dolor como de cruz.
Le duró hasta las 3pm, y a partir de esa hora, hora de la misericordia, ella quedó en paz, y así siguió hasta su deceso, el Domingo de Resurrección.
2. Jimmy Akin, conocido apologeta norteamericano, contó que un día la Madre Angélica le preguntó si en EUA estaban autorizadas las vestiduras litúrgicas azules, y cuando supo que no, le comentó que había gastado mucho comprándolas en España, pero que ahora compraría las adecuadas.
A él lo impresionó cómo ella aceptó aquella norma sin cuestionarla, quejarse ni tratar de evadirla. Y que en ese detalle captó su profunda adhesión, amor y respeto a la Iglesia.
3. En los ochentas, a poco tiempo de haber regresado a la Iglesia, luego de nueve años de alejamiento, deseaba leer libros de espiritualidad, y una amiga me regaló uno.
Lo llevé a un viaje con mi hermana mayor, e imagino que cuando lo vio se quiso morir, era algo así como ‘metafísica para todos’, y dizque enseñaba a orar, pero en realidad proponía encomendarse a un rayo morado o a una luz verde o azul según lo que se quisiera pedir, ¡háganme el favor!
Mi hermana, ni tarda ni perezosa, me prestó el libro que llevaba: ‘Respuestas, no promesas, de la Madre Angélica’.
Escrito con sencillez y humor, agudeza y profundidad, irradiaba su amor por Dios, por Su Palabra y por Su Iglesia. Fue providencial para mí, y clave para encaminarme en la dirección correcta.
De la Madre Angélica se dijo que ‘confortaba a los afligidos, y afligía a los confortables’; que no era ‘políticamente correcta’, porque no le interesaba quedar bien, sino decir, más aún, defender la verdad, y no tenía pelos en la lengua ni dudaba en llamar a las cosas por su nombre.
Criticada por algunos y admirada por otros, todos reconocieron su integridad, coherencia, fe sólida, alegre esperanza y verdadera caridad.
Hizo mucho bien a mucha gente y lo sigue haciendo, porque sus libros se siguen publicando y sus programas transmitiendo. Que Dios le conceda el descanso eterno, y le permita interceder por nosotros desde el cielo.