y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Adoración perpetua

Alejandra María Sosa Elízaga**

Adoración perpetua

No atienden escuelas, ni orfanatos, ni asilos; no son misioneras ni suelen salir a las calles a evangelizar de puerta en puerta. De hecho no salen casi nunca de su monasterio, y sin embargo, benefician al mundo entero.

¿Por qué?, ¿qué es lo que hacen? Orar.

Lo suyo es la oración incesante, día y noche, noche y día, ante el Santísimo expuesto, Presencia Real de Jesús en la Eucaristía.

Y si alguien piensa: ‘¡qué horror pasar la vida rezando, encerradas en un convento!’, se nota que nunca ha experimentado la dicha que ellas experimentan: la de mantenerse en deliciosa cercanía con su Amado, en sabroso diálogo íntimo o comunitario, en arrobada contemplación, en perpetua adoración.

Y es que quien llega a descubrir el gozo y la serenidad que inundan el alma en el encuentro con el Señor, quiere que ese encuentro no se acabe nunca, que empiece desde ahora y dure una eternidad.

En estos tiempos en que la gente suele enfrascarse en un trajín desenfrenado, tal vez haya quien considere que estas hermanas desperdician su vida enclaustradas, y que eso de quedarse inmóviles rezando es una pérdida de tiempo que no sirve para nada, pero los Papas a lo largo de la historia han encomiado siempre su labor, considerándola un don para la Iglesia.

Me refiero a las religiosas contemplativas, y en particular a las Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento, cuyo monasterio he tenido oportunidad de visitar, porque con generosidad comparten su privilegio de gozar de la presencia del Señor, y permiten a quien lo solicita, entrar a orar.

Se trata de una orden religiosa fundada en 1807 por la beata italiana María Magdalena de la Encarnación, cuyo carisma es alabar, adorar, agradecer, rogar al Señor por todas las personas, y reparar con su amor y sacrificio, las ofensas que recibe.

Tienen cerca de ochenta monasterios en África, Asia, Europa, Estados Unidos, Chile y México, y en su capilla, excepto durante la Misa, está siempre expuesto el Santísimo Sacramento, con las hermanas turnándose las veinticuatro horas, para que al menos una permanezca en guardia permanente ante Él.

A lo largo de la jornada realizan incesantemente la gran obra de misericordia espiritual de orar por vivos y difuntos, intercalando momentos en los que rezan la Liturgia de las Horas, el Santo Rosario, la Coronilla de la Misericordia, y desde luego su propio diálogo interior con el Señor; tiempos de canto y de silencio, con los que van tejiendo esa invisible red de oración con la que envuelven al mundo entero y, sin que éste lo note o lo agradezca, lo rescatan una y otra vez del abismo con su amorosa intercesión.

Ahora que está a punto de concluir el Año dedicado a la vida consagrada, que el Papa Francisco instituyó, del 30 de noviembre de 2014 al 2 de febrero del 2016, como un tiempo especial para valorar la riqueza que las órdenes, congregaciones e institutos religiosos aportan a la Iglesia, oremos por quienes dedican su existencia a interceder por ella, ayudándole a salir victoriosa en su batalla espiritual contra el mal: que el Señor atienda siempre sus oraciones y les conceda muchas y muy santas vocaciones.

Si te gustaría visitar uno de sus monasterios para orar o para conocer más acerca de esta orden y quizá ingresar a ella, puedes pedir informes en el tel 01-66-77-13-2913, o bien entrar a su página en internet: bit.ly/1UaW6if

Publicado en Desde la Fe, Semanario de la Arquidiócesis de México, domingo 24 de enero de 2016, p.2