y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Un Reino muy distinto

Alejandra María Sosa Elízaga*

Un Reino muy distinto

Cuando piensas en un rey, ¿qué imagen se te viene a la cabeza?

Quizá la de uno de esos personajes de cuento que era más o menos buena gente pero que vivía desfasado de la realidad en un lugar ideal del que disfrutaban sus contados súbditos; quizá la de uno de esos reyes de los que nos habla la historia, que se la pasaban urdiendo intrigas, organizando guerras y viendo qué territorios podían conquistar a sangre y fuego; o quizá uno de esos monarcas modernos que viven en palacios muy lejos de nosotros y a los que sólo vemos en fotografía porque participaron en algún escándalo o en algún evento, en el que el costo de las viandas y de los atuendos de los invitados fue también escandaloso.

No solemos tener una idea muy positiva de los reyes, así que cuando en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Jn 18, 33-37) Jesús afirma: "Soy rey", es importante que situemos Sus palabras en contexto y veamos que las pronunció luego de decir algo que les da una nueva perspectiva: "Mi Reino no es de este mundo".

¿Qué significa esto?

Que el Reino de Jesús no se parece a ningún otro.

Tiene unas características particulares que lo hacen muy distinto.

¿Cuáles?

Veamos algunas que menciona de manera elocuente y poética el Prefacio de la Plegaria Eucarística que corresponde a esta Solemnidad:

"Reino eterno y universal, Reino de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, del amor y de la paz."

Consideremos qué significan estas características para nosotros:

Reino eterno

En el Reino del Señor ya no hay que temer que lo bueno sea efímero y, peor aún, que en su lugar llegue algo malo; aquí no hay nada malo y lo bueno dura ¡para siempre!

Reino universal

En el Reino de Cristo no reciben beneficios solamente unos cuantos, sino todos, sin distinción de raza, situación económica, estudios, etc. Quienes se han sentido discriminados, excluidos por los criterios del mundo, pueden tener la certeza de que en Su Reino el Señor acoge a todos con los brazos abiertos.

Reino de la verdad

En el Reino del Señor no hay mentiras ni medias verdades, no se manipula, no se hace lo opuesto a lo que se promete porque en él reina Aquel que es la Verdad (ver Jn 14,5).

Reino de la vida

En el Reino de Cristo no tiene cabida la 'cultura de la muerte'; nadie es considerado demasiado insignificante para vivir, y se celebra la existencia de cada uno como lo que es: un regalo divino.

Reino de la santidad

En el Reino del Señor no hay corrupción ni se promueve el embotamiento de los sentidos o la animalización de la gente, sino que se siguen los criterios de su Rey, que es Santo e invita a todos a recorrer con Él caminos de santidad, los únicos que conducen a la verdadera dicha.

Reino de la gracia

En el Reino de Cristo no se cobra, no se da sólo cuando se espera recibir algún pago o recompensa, sino que se da todo gratuitamente, se derraman a manos llenas y para todos los dones, los carismas, las ayudas del cielo que cada uno anhela y necesita.

Reino de la justicia

En el Reino del Señor no se 'compra' la justicia, no se cometen atropellos, no se devuelve mal por bien sino se da a cada uno lo que merece. Aquí todos reciben lo verdaderamente justo, nadie es discriminado, a nadie lo hacen menos.

Reino del amor

El Reino de Cristo está cimentado en el amor, un amor auténtico, total, que no está buscando ver qué saca sino qué puede dar, y lo da todo.

Reino de la paz

En el Reino del Señor no impera el caos, la inseguridad o el temor. Aquí reina la paz, la verdadera, la que se experimenta en el fondo del corazón, la que produce un gozo que nadie puede arrebatar.

En este último domingo del ciclo litúrgico se nos invita no sólo a celebrar que Cristo es Rey, sino a aceptar Su invitación a habitar y edificar con Él, ya desde esta vida, Su Reino.

Contribuyamos pues a establecer las condiciones para que se cumpla en el mundo esta afirmación que es a la vez una súplica: 'Cristo Rey, ¡reina en nuestros corazones!

*Publicado en "Desde la Fe", Semanario de la Arquidiócesis de México, domingo 22 de noviembre de 2015, p. 2. Tomado del libro electrónico de Alejandra Ma. Sosa E. "Como ´Él nos ama", vol. 7 de la col. "La Palabra ilumina tu vida", ciclo B, Ediciones 72. Disponible gratuitamente en: www.ediciones72.com