y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Sed de verdad

Alejandra María Sosa Elízaga**

Sed de verdad

¿Tienes sed de verdad?

La pregunta no se refiere a si de veras tienes ganas de tomar agua, sino a si de veras quieres conocer la verdad.

Para considerar el asunto, quizá habría que empezar por preguntar: ¿qué es la verdad?

Es una cuestión que le planteó Poncio Pilato a Jesús y desgraciadamente no se quedó a esperar la respuesta (ver Jn 18, 38), pues tal vez ésta hubiera penetrado su corazón y hubiera pasado a la historia no como el débil procurador romano que se lavó las manos y mandó ajusticiar al Inocente, sino como san Poncio, mártir defensor de Jesús.

Pilato no conoció la respuesta, pero nosotros sí.

Sabemos que la verdad no es sólo lo que no es mentira, lo que no contiene falsedad ni error; no es sólo algo cierto, confiable, de lo que se puede partir con la certeza de estar en lo correcto.

Es algo más, mejor dicho, alguien: es Jesucristo, quien dijo de Sí mismo lo que nadie en toda la historia de la humanidad se ha atrevido a decir, y a respaldar con hechos: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.” (Jn 14, 6).

Y por eso, quien busca la verdad, tarde o temprano se encuentra con Él.

Le sucedió a san Agustín, a quien festejamos esta semana, el 28 de agosto.

De joven vivió alejado de Dios y entregado a toda clase de excesos, y quién sabe cómo hubiera terminado, pero tuvo a su favor una mamá que rogaba incesantemente a Dios por él, y una insaciable sed de verdad.

Con su mente lúcida e inquisitiva, se dedicó a examinar a fondo las filosofías y religiones de su tiempo, y a todas les halló inconsistencias y fallas, hasta que se topó con la fe en Cristo, la única que salió bien librada por su coherencia, su lógica, la solidez de su doctrina; la única a la que no le encontró errores cuando la estudió a profundidad.

Su búsqueda de la verdad lo condujo a Jesús, y a partir de ese momento puso su mente privilegiada al servicio de la Iglesia.

Cabe preguntarnos si tenemos, como él, sed de verdad.

La cuestión es importante porque en el mundo impera el relativismo, y nos vemos continuamente bombardeados por medias verdades y disimuladas falsedades, y estamos llamados a responder de dos modos: primero hay que conocer la verdad, leer la Biblia, y estudiar la doctrina de la Iglesia, y segundo, hay que saber defenderla.

Tres ejemplos:

  1. Los medios suelen citar al Papa fuera de contexto, para que parezca que afirma lo que en realidad no afirma. Nunca nos conformemos con lo que ‘dicen que dijo’ el Papa.
    Comprobemos qué dijo en verdad, vayamos a las fuentes: a leer la homilía, el documento, el discurso original.
  2. Si alguien recibe en celular o computadora un mensaje dizque del Papa Francisco, compruebe, o pida que alguien le ayude a comprobar, si en verdad es de él. Se copia y pega el mensaje en un buscador de internet. 
    Si es del Papa se abren págs oficiales (vatican.va, news.va o aci prensa); si no es suyo se abren otras páginas; no hay que reenviarlo, sino borrarlo y avisar a quien lo envió.
  3. Decía el obispo norteamericano Fulton Sheen, que la mayoría de los enemigos de la Iglesia, la odian por lo que equivocadamente creen que enseña, no por lo que realmente enseña. Si encontramos personas que critican a la Iglesia, no nos quedemos ni les dejemos en el error. Estamos todos llamados a aprender y a enseñar nuestra fe.

Y para eso ayuda tener sed de verdad, y no sólo de conocerla, sino de darla a conocer.

Publicado en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, domingo 30 de agosto de 2015, p. 2