y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

GPS

Alejandra María Sosa Elízaga**

GPS

‘Has llegado a tu destino’.

Siempre que oigo esta frase me da risa.

La dice uno de esos sistemas de navegación llamado GPS, que alguien hizo favor de poner en mi celular, y que programo para que me vaya guiando cuando me tocar ir a algún lugar que queda muy lejos y me da miedo perderme en el camino.

Suelo reírme y contestarle, aunque sé que no me oye: ‘¡házmela buena!’, es decir, ¡ojalá de veras llegue a mi destino!

El ‘chunche’ se refiere a que he arribado a la dirección que le indiqué, pero yo pienso más allá, en el destino que Dios quiere que todos alcancemos: el cielo, para pasar la eternidad con Él.

Ahí sí, ¡qué bueno sería escuchar: ‘¡haz llegado a tu destino!’ y que nos dé la bienvenida y lo podamos abrazar!

Reflexionaba en que la ayuda que da ese sistema de GPS se parece mucho a la que nos da la Iglesia para que lleguemos derechito a donde nos espera el Señor, sin desviarnos ni extraviarnos.

Por ejemplo, cuando la misteriosa voz dice: ‘en cien metros da vuelta a la derecha’, y uno por atolondrado, distraído, porque no le latió irse por allí, o porque hay mucho tráfico y no lo dejan dar vuelta, se sigue derecho, jamás escucha a continuación algo así como: ‘¡imbécil!, ¡ya te pasaste!, ¿por qué no me hiciste caso!, ¡ya te fuiste chueco!, ¡si no vas a seguir mis instrucciones apágame y piérdete, qué me importa!!’

Nada de eso.

Sólo se escuchan unas notitas como de teclas del celular, y sin un solo reproche, el aparatito se reprograma e indica, como si nada: ‘en doscientos metros dé vuelta en U’, como quien dice, ‘te perdiste y necesitas regresarte, pero no hay problema, te voy a decir cómo le haces, no te preocupes.’

Igual nos sucede cuando por tontos, débiles o incluso por malos, nos vamos chueco en la vida, preferimos el rencor al perdón, la violencia a la paz, la falsedad a la verdad; cuando no seguimos lo que nos pide Dios, cuando desoímos lo que nos indica la Iglesia para no seguir por cierto camino por el que nos podemos extraviar, no nos reprocha, no nos juzga, no nos corre ni nos cierra la puerta en las narices diciendo: ‘¡afuera pecadores!’, sino que tranquilamente nos invita a reorientar nuestros pasos y nos ofrece la ayuda de la gracia de Dios en el Sacramento de la Confesión, que nos permite reconocer que hemos desviado el camino, dar ‘vuelta en U’, y retomar la ruta correcta.

El aparatito tiene otra función muy útil: recibe constantemente señales de los celulares de otros usuarios, que informan en tiempo real si hay algún bloqueo o tráfico pesado.

También en la Iglesia contamos con hermanos cuya experiencia en el camino nos facilita recorrer el nuestro. Algunos nos han dejado sus consejos por escrito, como es el caso de las cartas de san Pablo, de san Pedro y demás apóstoles, que son leídas en Misa, así como los escritos de los santos y santas, quienes se nos han adelantado y han llegado antes que nosotros a su feliz destino. Otros, que están todavía viajando al igual que nosotros, nos acompañan con sus oraciones, y nos ayudan con sus consejos.

Eso sí, hay que decir que como todo lo que es hecho por el hombre, a veces el aparatito puede equivocarse, sugerir una ‘ruta alterna’ que resulte mal, o bien desprogramarse o perder la señal.

Por eso nos alegramos de pertenecer a la Iglesia, que cuenta con un GPS celestial que le permite conducirnos por el camino más seguro y sin error, a donde todos queremos ir, en este mundo y en el otro: al encuentro del Señor.

Publicado en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, domingo 2 ago 2015, p.2