¿Vives con un desconocido?
Alejandra María Sosa Elízaga* *
¡Sorprendente noticia! Una persona pasó toda su vida con un desconocido en su propia casa, ¡sin darse cuenta!
Había oído hablar de él, incluso tenía una vaga idea de que andaba por allí, pero nunca lo conoció.
Y por eso, aunque él la ayudaba en muchas cosas, ella sólo notaba que de pronto algo que estaba descompuesto se componía, algo que hacía falta, aparecía, pero no sabía que él había intervenido, que era él quien lo arreglaba todo, así que nunca se lo agradecía.
También pasó que aunque él hubiera podido darle muy buenos consejos, pues era sabio y la conocía bien, ella no sabía que él estaba allí dispuesto a aconsejarla, así que nunca se lo pidió.
Y lamentablemente, aunque él se la pasaba llenando la vida de ella de detalles que la colmaban de paz y alegría, ella en cambio, con su indiferencia, lo entristecía.
¿Suena como a la historia de ‘La bella y la bestia’?
Tal vez, pero no se trata de un cuento de hadas sino de algo que sucedió en la vida real.
Y que todavía sucede.
Y, para tu sorpresa, esa persona que pasó toda su vida con un desconocido, ¡tal vez eres tú!
Ojalá que no, pero es posible.
Si recibiste el Sacramento del Bautismo, entonces recibiste también al Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Dice san Pablo que somos “templos del Espíritu Santo” (1Cor 6, 19). Eso significa que el Espíritu Santo habita en ti, por lo que cabe preguntar: ¿Eres consciente de Su presencia?, ¿o es para ti ese desconocido mencionado al principio, que hace mucho por ti pero al que nunca le hablas, ni le pides ni le agradeces nada?
Muchos creyentes de dirigen al Padre cuando rezan; y muchos otros se dirigen a Jesús, pero ¿y al Espíritu Santo? ¡Él también es Dios!
Él, que ordenó el caos en la creación del mundo (ver Gen 1,2), puede ordenar el caos en tu vida, rescatarte de la confusión y la oscuridad del pecado, del temor, de la soledad, de la desesperanza.
Él, que es el dador de todos los dones (ver Is 11, 1-2), puede darte sabiduría, para saber buscar y cumplir la voluntad de Dios; entendimiento, para entender la Palabra y dejar que te ilumine; ciencia, para saber hacer buen uso de las cosas sin crearte ídolos ni apegos; consejo, para resolverlo todo con criterios cristianos y aconsejar a otros; fortaleza, para tener el valor de vivir tu vida de fe a pesar de los problemas; piedad, para entablar una relación amorosa con Dios, a través de la Palabra, la oración, los Sacramentos; temor de Dios, para alejarte del pecado.
Él, que fecundó el vientre de María (ver Lc 1,35), puede hacer de ti una persona fecunda, que dé abundantes buenos frutos de amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio (ver Gal 5,22).
Él, al que Jesús nos envió, puede hablar por ti (Lc 12,11-12), recordarte las palabras del Señor (ver Jn 14, 26), guiarte a la Verdad (ver Jn 14, 16-17; 16,13), interceder por ti (ver Rom 8,26). darte los carismas que necesitas para edificar el Reino (ver 1Cor 12-13), iluminarte, inspirarte, encaminarte hacia la salvación.
San Agustín lamentaba que antes de su conversión, Dios estaba con él pero él no estaba con Dios.
Que no te suceda eso con el Espíritu Santo. Que no sea ese desconocido que está contigo sin que tú estés con él.
Este domingo, en que la Iglesia cierra el tiempo pascual con la gran Solemnidad de Pentecostés, para celebrar la venida del Espíritu Santo, abre los ojos del alma, date cuenta de Su presencia amorosa en tu vida, y entabla con Él a partir de ahora, una relación íntima, cercana, gozosa.
Oración: Consagración de la Patria al Espíritu Santo. Consultala aquí