Parábola cuaresmal
Alejandra María Sosa Elízaga**
El mejor gimnasio del mundo repartió al azar diez membresías para que la gente pudiera asistir cinco semanas gratis y aprovechar cuanto ofrecía: aparatos, albercas, pistas, clases, asesoría deportiva y nutricional, etc.
Cada membresía incluía una pulserita para ser identificado como miembro distinguido. Las membresías llegaron a los más diversos destinatarios, por ejemplo a:
- Alguien que se indignó al recibirla: ‘¡cómo es posible que crean que necesito hacer ejercicio!, ¡así estoy bien!, la rompió y tiró a la basura.
- Alguien que de inmediato se puso la pulserita para lucirla frente a su familia y amistades, pero nunca acudió al gimnasio.
- Alguien que pensó: ‘¡qué flojera!, ¡me choca hacer ejercicio!, bueno, ni modo, voy a ir para no desperdiciarla, pero luego vuelvo pasar el día como me gusta: echado y comiendo frente a la tele.
- Alguien que fue a averiguar qué era lo mínimo que tenía que hacer para aprovechar la promoción, ¿tal vez levantar pesas de 100 gramos o un ratito de bicicleta cada semana?
- Alguien que se dijo: ‘no necesito ir, aquí en casa puedo tener lo mismo, y con chatarra se fabricó aparatos parecidos, pero no funcionaban bien.
- Alguien que no captó que el sentido de ir al gimnasio era tener buena condición física para disfrutar la vida, lo creyó un fin en sí mismo, y se la pasaba allí desde que amanecía hasta que anochecía.
- Alguien que queriendo parecer gran deportista, se inscribió a todas las clases, subió a todos los aparatos y acabó molido.
- Alguien que no fue para hacer ejercicio sino para conocer gente y conseguir pareja.
- Y alguien que se puso feliz porque pensó que era su oportunidad para abandonar su vida sedentaria y la comida chatarra, y no sólo cinco semanas, sino de ahí en adelante, disfrutar de ejercicio diario y comida saludable.
Toda proporción guardada, esto se parece mucho a lo que ocurre en la Iglesia cada Cuaresma. Invita (y no sólo a diez personas sino a sus más de mil millones de miembros), a aprovechar cinco semanas para ponerse en buena forma espiritual, pero su invitación llega a mucha gente que reacciona igual que la que recibió la membresía del gimnasio, por ejemplo, a:
- Alguien que no se reconoce necesitado de conversión, no cree que deba cambiar en nada ni arrepentirse de nada.
- Alguien que se conforma con ir el Miércoles de Ceniza a ponerse ceniza para que se sepa que es católico pero luego ni realiza prácticas cuaresmales ni se para por la iglesia.
- Alguien que considera la Cuaresma un paréntesis, una simple pausa para interrumpir ciertos hábitos, vicios o excesos en los que suele caer, y retomarlos después, sin cambiar en nada.
- Alguien que se conforma con cumplir lo mínimo, no come carne los viernes y punto.
- Alguien que cree que puede, sin ayuda de la Iglesia, crecer espiritualmente, y desaprovecha la gracia de Dios en la Confesión, en la Eucaristía, en la asamblea reunida.
- Alguien que cree que asistir a Misa y realizar prácticas piadosas es un fin en sí mismo, que basta con hacer eso y ya cumplió, no capta que es un medio para ponerse en buena forma espiritual y salir a amar, a perdonar, a darse a los demás.
- Alguien que se las da de muy piadoso y comprometido en la fe, se la vive en la iglesia, pero sólo para ser visto, pura apariencia que no se sostiene en su vida cotidiana.
- Alguien que acude a Misa y a los eventos de la Iglesia sólo a socializar, a ver y ser visto.
- Y alguien que aprovecha al máximo la Cuaresma como una gran oportunidad para crecer espiritualmente, mediante la oración, la lectura meditada de la Palabra, la Confesión, la Eucaristía, la participación en charlas y retiros y sobre todo, la práctica de la caridad.
Quizá a esta altura estés pensando: ‘dijo que eran diez invitaciones, y le faltó comentar la décima’. ¡Tienes razón! Es que ésa invitación te la envía la Iglesia ¡a ti!
Te toca decidir ¿qué harás con ella?