¿Llegas tarde?
Alejandra María Sosa Elízaga*
Aficionados al futbol llegan a la final del Mundial, pero esperan a entrar hasta el medio tiempo.
Fans de Taylor Swift van a su concierto, pero dejan pasar 3 canciones antes de entrar.
Una señora verá su telenovela favorita, pero espera a prender la tele casi al final.
¿Es esto posible? Alguien dirá ‘naaaa, no hay quien no quiera aprovechar desde el principio, al máximo, algo que espera disfrutar’.
Y tendrá razón, en lo que toca a partidos y shows, pero desgraciadamente no con relación al encuentro con Dios. Prueba de ello: la gente que llega tarde a Misa.
Si es por una causa grave, pasa, pero suele deberse a no darle importancia.
Pero mira lo que se pierde quien llega después de empezada la Misa: la oportunidad de platicar antes con el Señor y con María; después del Acto penitencial: el perdón de sus pecados veniales; del Gloria: alabar y agradecer a Dios; de las Lecturas: escuchar lo que Dios quería decirle; de la homilía: aplicar a su vida la Palabra; del Credo: profesar su fe; de la Consagración: presenciar cuando Jesús se hizo Presente en el altar; del Padre Nuestro: reconocerse hijo de Dios y hermano de todos. Si llega sólo a comulgar, y todavía pregunta: ‘¿me vale la Misa?’, la respuesta es: sí ‘le vale’, pero en el sentido de que no le importa.
Si hay serio motivo para faltar (como estar o cuidar enfermo) no le obliga ir a Misa, pero a los demás la Iglesia manda asistir a Misa completa. No cumple el precepto quien se se salta partes como si no importaran. Preguntar qué tan tarde puede llegar, es ignorar que no va a un sitio cualquiera, sino a la casa de Dios, que le ama y que le espera.