Semana Santa: ¿devoción o diversión?
Alejandra María Sosa Elízaga**
Dos chamaquitos que tenían en su escuela dos horas para ‘lonchar’ y recreo, decidieron no perder tiempo comiendo sino usar las dos horas para jugar.
Regalaron sus tortas y salieron al patio antes que nadie, sintiéndose muy listos por divertirse el doble de tiempo que los demás, pero acabado el recreo, entraron a clases y les dio hambre, sintieron un vacío en el estómago y terminaron con dolor de cabeza.
Lo mismo sucede a mucha gente en Semana Santa.
Adelantan sus vacaciones, iniciándolas desde el jueves, saltándose el Triduo Pascual y privándose del indispensable alimento espiritual.
Antiguamente, como la gente faltaba a su trabajo por asistir a los Oficios, los patrones tuvieron que darles el viernes libre, incluso el jueves, no para descansar sino para ir a la iglesia.
Pero eso se fue desvirtuando, y hoy en día se habla de ‘vacaciones de Semana Santa’.
Eso hace pensar que así como a una coincidencia que es claramente obra de Dios la llamamos ‘Diosidencia’; cabría hablar de ‘diablocidencia’ cuando se dan situaciones en las que se nota la estrategia del ‘chamuco’, que busca tentar a los fieles con algo que aparenta ser bueno pero en realidad los aleja de su fe.
Y así, por ejemplo, es una diablocidencia que justo en Navidad aparezca un personaje que a todos les cae bien porque se ríe y da regalos, y los papás promueven que sus niños crean en él y lo esperen con más ilusión que al Niño Dios.
Es una ‘diablocidencia’ que cuando debíamos celebrar a los santos, surja Halloween para que los niños reciban dulces por disfrazarse de brujas y demonios.
Y es una ‘diablocidencia’ que se hable de ‘vacaciones de Semana Santa’, como tiempo para salir a divertirse, siendo que como los niños no tienen clases durante la semana de Pascua, las familias podrían participar en los Oficios del Triduo Pascual y tomar, a partir del Domingo de Resurrección, ‘vacaciones de Pascua’.
Y es que quien se pierde los Oficios ¡pierde mucho!
El Jueves Santo, pierde recordar el momento feliz en que Jesús nos dejó Su Presencia real en la Eucaristía, y nos dio ejemplo de amor y de servicio; pierde recibirlo y luego poder consolarlo por las amargas horas que pasó cuando fue aprehendido.
El Viernes Santo, pierde acompañar a Jesús en Su Viacrucis, dejarse tocar por Sus palabras en la cruz, y en la Liturgia de la Pasión, adorarlo, recordar Su sacrificio, participar en la oración y recibir la Comunión; pierde darle el pésame a María y acompañarla de vuelta del Calvario; y el sábado.
En la Vigilia Pascual, pierde ver que Jesús rompe la oscuridad como rompió la tiniebla del pecado y de la muerte; escuchar la historia de nuestra salvación; recibir de nuevo el agua bautismal y comulgar al Resucitado.
¡Pierde muchas gracias y bendiciones quien se salta los Oficios y vacaciona antes de tiempo!
Y, como los niños de los que hablé al principio, se queda con un vacío en el alma, con una insatisfacción en el corazón.
Una familia que fue secuestrada y cuyo hijo logró rescatarlos pero murió balaceado, manda decir una Misa en el aniversario del día en que él murió, y a ninguno de los hermanos se le ocurre decirles a sus papás: ‘mientras ustedes recuerdan lo que Jorge hizo por nosotros, yo me voy a divertir’. En cambio hay muchos creyentes a quienes Cristo rescató del pecado y de la muerte, que sí lo dicen, pues no están dispuestos a posponer tres días su vacación para conmemorar lo que Cristo, su Hermano, hizo por su salvación.
Ojalá cambiaran el enfoque quienes afirman: ‘no me puedo privar de vacacionar en Semana Santa, es mi oportunidad de relajarme’ y dijeran: ‘no me puedo privar de participar en Semana Santa, es mi oportunidad de santificarme’.