10 errores que no debes cometer con la Biblia
Alejandra María Sosa Elízaga*
Aprovechando que estamos en septiembre, mes que la Iglesia dedica a la Biblia, conoce diez errores que jamás deberías cometer:
1. No tener Biblia
En todo hogar católico debe haber al menos una Biblia. Las hay de precios muy accesibles e incluso alguien puede donártela. Sólo asegúrate de que sea católica, pues su traducción no esta alterada y tiene todos los libros bíblicos. Para saberlo busca en la página legal, al inicio, el Imprimatur eclesiástico.
2. Tenerla pero no abrirla
Una Biblia en un librero o dejada en un atril como decoración, está desperdiciada. Es un valioso regalo que se queda sin abrir. ¡Hay que leerla, aprovecharla!
3. Abrirla donde caiga
Practicar ‘ruleta bíblica’ (abrirla donde sea, señalar, sin ver, algún renglón y leerlo como si fuera mensaje directo de Dios), es una práctica muy riesgosa, porque puede ponerse el dedo en una frase que nos confunda o conduzca al error. Imagínate que la abres al azar y pones el dedo en donde dice sobre Judas “se ahorcó”(Mt 27,5). Y dices: ‘ay, no, mejor busco otro texto’, y la vuelves a abrir al azar y pones el dedo en: “Ve y haz tú lo mismo”(Lc 10, 37), ah, ¿verdad? Sería una locura que pienses que Dios te pide que te ahorques. ¡La Biblia no se consulta así!
4. Leerla como libro, de corrido, de principio a fin...
La Biblia es una biblioteca, un conjunto de setenta y tres libros de muy diversos géneros literarios, escritos por distintos autores, en distintos tiempos y circunstancias. No la empieces a leer de corrido de principio a fin, porque puedes topar con libros de difícil comprensión y abandonar la lectura. Empieza por algún Evangelio, para conocer a Jesús. Ya después, y con ayuda de buenos comentarios católicos, puedes -y debes- irla leyendo toda.
5. Leerla sin ayuda.
Como la Sagrada Escritura se presta para distintas interpretaciones, Jesús otorgó a la Iglesia Católica que pueda interpretarla sin error. Por eso hay que leer la Biblia con ayuda de una buena guía católica. Hay estupendos comentarios bíblicos, por ejemplo de los Padres de la Iglesia, santos sabios de los primeros siglos del cristianismo; y desde luego está el Catecismo de la Iglesia Católica, que enseña la correcta interpretación de textos bíblicos que son clave para nuestra vida de fe, por ejemplo, sobre la Eucaristía.
6. No anotarle nada.
Anotar en la Biblia no es faltarle al respeto. Subrayar un texto, poner una flechita, una indicación en cierto pasaje, nos ayuda a destacarlo y localizarlo. Claro, con lápiz que se pueda borrar, no pluma y menos marcador fosforescente porque mancha el reverso. Te comparto que a mi Biblia le hago dibujitos a lápiz, por ejemplo un sol en la cita donde Jesús dice que es “Luz del mundo”; un camino donde dice que es “El Camino, la Verdad y la Vida”, y esos trazos sencillos me ayudan a localizar esos textos más fácilmente.
7. Creer que ya la sabes
Nunca pienses que ya conoces un texto por haberlo leído una vez. Nosotros cambiamos cada día, y la Palabra nos sigue el paso; tiene siempre algo que decirnos hoy. Puedes descubrirle siempre algo nuevo si cada vez la lees como por primera vez.
8. Quedarte con la duda
Pregunta o busca en sitios católicos de internet qué significan los términos bíblicos que no conoces. Ello te permitirá comprender mejor lo leído.
9. Sólo leerla
“La Palabra de Dios es viva y eficaz y penetra hasta las junturas del alma y del espíritu” (ver Heb 4, 12). No te conformes con leerla. Hay que saborearla, reflexionarla, platicarla con Dios, guardarla en el corazón, memorizar alguna frase que te conmovió, en suma, dejarla actuar en ti, transformarte; permitirle ser lámpara para tus pasos (ver Sal 119,105).
10. No compartirla
Dice san Pablo que la Sagrada Escritura es “útil para enseñar, argüir, corregir, educar” (ver 2Tim 3,16). No la dejes en el papel, tenla presente en tu vida cotidiana: comenta en familia las Lecturas de la Misa; difunde en redes sociales tus frases bíblicas favoritas, inclúyela en tus conversaciones. El mundo está en tinieblas, ¡contribuye a iluminarlo con la Palabra!