Nada que temer
Alejandra María Sosa Elízaga*
“No temas, basta que tengas fe”.
Esta frase, que escuchamos decir a Jesús, en el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Mc 5, 21-43), suele ser malinterpretada.
Algunos hermanos cristianos piensan que significa que si alguien tiene suficiente fe, entonces se le va a cumplir todo lo que le pida a Dios, sea lo que sea, así que no tiene nada que temer, no hay enfermedad o dificultad que se le resista si pide con fe.
Pero la realidad desmiente esta creencia. Por más fe que pueda tener alguien, hay veces en que la enfermedad no sólo no se quita, sino que la persona que la padecía se muere. La dificultad no sólo no se resuelve, sino se pone peor. Y la persona que estuvo orando para que aquella enfermedad se quitara o aquella dificultad se arreglara, añade a su dolor por padecer aquello, el dolor de pensar que le falta fe.
Y es que al leer este Evangelio, vemos que una mujer que estaba enferma, pensó que con sólo tocar el manto de Jesús se curaría y en efecto se curó, y luego Jesús le dijo que su fe la había salvado. Y luego leemos que un hombre al que se le murió su hija, Jesús le pidió que tuviera fe, y le devolvió la vida a la niña.
Y alguien puede pensar, malinterpretando estos ejemplos, que tener fe consiste en convencerse uno a sí mismo de que va a obtener un cierto favor de Dios, y ya está, de inmediato lo obtiene.
Pero la fe no es autosugestión. No consiste en repetir interiormente: ‘creo que me voy a curar, creo que me voy a cura, creo que me voy a curar’, para quedar curado.
¿Qué es la fe? Es ante todo, una respuesta a Dios, es decirle sí, adherirse a Su voluntad.
Es una disposición interior, que involucra la mente, que no sólo cree en Dios, sino le cree a Dios, e involucra el corazón, que se abre enteramente a Él, y se expresa en obras, es decir, que no se queda en ideas o sentimientos, sino se traduce en acciones, en vivir empeñándonos en cumplir Su voluntad.
Y cuando enfrentamos enfermedades o dificultades, la fe nos permite abrazarnos a Dios, adherirnos a Su voluntad con la confianza de que lo que Él disponga será lo mejor. Así que podemos pedir intensamente que alguien se cure, claro que sí, o que un problema se resuelve, pero nuestra fe no nos permite pensar que podemos manipular a Dios para que nos conceda lo que sea que le pidamos, ni tampoco nos deja darle recetas, decirle lo que tiene que hacer, como si nosotros supiéramos mejor que Él lo que conviene.
La fe nos mueve a ponernos enteramente en Sus manos, con la absoluta confianza de que lo que Él decida será lo mejor, sobre todo para nuestra alma, para nuestra santidad y salvación.
Entonces se entiende que eso de ‘no temas, solamente ten fe’, no significa, ‘no temas, que no te va a suceder nada desagradable o doloroso si tienes fe’, sino significa: ‘no temas, porque si te adhieres al Señor, si le encomiendas tus asuntos, Él permitirá lo que más bien hará a tu alma, que bien puede ser lo que deseas y pides, pero también puede suceder que no sea así, en cuyo caso, no temas, pues si Dios deja que te ocurra algo desagradable o doloroso, Él te fortalecerá, te ayudará a superarlo, jamás te abandonará, puedes tener la certeza de que pase lo que pase Él te va a sostener. Por eso no temas; no tienes nada que temer.