y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Discutir y acordar

Alejandra María Sosa Elízaga*

Discutir y acordar

¿Has tenido alguna violenta discusión con alguien?

Si dijiste que sí, ¿recuerdas cómo acabó?

Intentar convencer a alguien que tiene un punto de vista opuesto al tuyo y está convencido de tener la razón, puede no dar ningún resultado, durar demasiado, acalorar los ánimos y terminar en gritos y golpes, o bien, si las partes son muy civilizadas, quedar en lo que los angloparlantes llaman: ‘agree to disagree’ (‘estar de acuerdo en no estar de acuerdo’), pero en todo caso, suele exasperar, e incluso provocar que los involucrados acaben peleados.

Por eso resulta muy interesante lo que narra la Primera Lectura que se proclama en Misa este Quinto Domingo de Pascua (ver Hch 15, 1-2.22-29).

Para entenderlo, hay que situarnos en contexto:

Las primeras comunidades cristianas estaban formadas por judíos y por paganos convertidos al cristianismo. Los convertidos de origen judío, que estaban circuncidados, como mandaba la ley de Moisés, pensaban que los convertidos de origen pagano también debían circuncidarse, pero éstos no estaban de acuerdo, y tampoco Pablo, y otros apóstoles.

Narra san Lucas que entre unos y otros se produjo “un altercado y una violenta discusión”.

Sorprende, diría que gratamente, que Lucas no trate de ocultar lo que pasó, no quiera hacernos creer que todos se llevaban muy bien y estaban de acuerdo en todo, sino que nos presenta tal cual lo que sucedió.

Es una maravilla, porque al igual que entonces, hoy también se suscitan desacuerdos y altercados, así que nos sirve mucho saber cómo los cristianos de los primeros tiempos resolvieron los suyos, para resolver así también los nuestros.

Y ¿cómo lo resolvieron? Acudieron a la autoridad.

Dice el texto que “Pablo, Bernabé y algunos más fueron a Jerusalén para tratar el asunto con los apóstoles y los presbíteros”. Es lo que se conocería como el Concilio de Jerusalén, el primero en la historia, presidido por san Pedro, el primer Papa, y en el cual se decidió que no se exigiría que los paganos convertidos al cristianismo se circuncidaran, y se le entregó a Pablo y compañeros, una carta para que dieran a conocer a las diversas comunidades lo que se decidió.

Y ya no hubo altercados ni violentas discusiones, todos acataron la decisión.

Es que una discusión entre iguales puede durar toda la vida, pero cuando ambas partes recurren a una instancia superior, ésta dirime definitivamente la cuestión.

Qué maravilla contar con una autoridad competente, la de la Iglesia, en la que se puede confiar porque fue instituida por el propio Cristo, que prometió enviar Su Espíritu Santo para guiarla hacia la verdad.

Este episodio muestra que se vale discutir, alegar, argüir, pero a la hora de determinar quién tiene la verdad, no hay más que una dirección a la que se tiene que mirar: la que de Cristo recibió su autoridad, y por ello logra mantener la paz y la unidad.

 

Publicado en la pag web y de facebook de 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, en la de SIAME (Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México), y en la de Ediciones 72, domingo 1° de mayo, 2016