Pasó haciendo el bien
Alejandra María Sosa Elízaga**
Con cuatro palabras describe san Pedro, en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Hch 10, 34.38), lo que hizo Jesús.
Pasó
El término implica avance, movimiento, camino. Jesús no se quedó estático, como muchos maestros de ese tiempo, sentado en los escalones del templo, rodeado de alumnos.
Él recorría los pueblos y ciudades, salía al encuentro de todos.
Como seguidores Suyos estamos llamados a imitarlo, a no quedarnos cómodamente instalados en nuestras seguridades, pensando que ser cristianos consiste en realizar ciertas prácticas religiosas y con eso sentirnos satisfechos.
El Evangelio, y también el Papa Francisco, nos animan a atrevernos a salir de nuestra zona de confort y buscar cómo, con quién, a dónde, cuándo, compartir la Buena Nueva de Jesucristo, que en este Año Santo consiste sobre todo en compartir Su misericordia siendo ‘misericordiosos como el Padre’.
haciendo
La palabra implica una acción continua.
Jesús no se conformaba con realizar una buena obra al día, y ponerle palomita a la agenda.
Sus larguísimas jornadas iniciaban con gente que lo buscaba para recibir curaciones y enseñanzas, y terminaban igual, y a todos atendía y de todos se compadecía.
Como seguidores Suyos, hemos de procurar vivir también ‘haciendo’, lo mejor que podamos cada día, vivir amando, comprendiendo, ayudando, perdonando, construyendo el Reino ofreciendo quizá una sonrisa, prestar oído, meter el hombro, tender la mano.
el bien
Ay, en estos tiempos en que tantos se empeñan en hacer el mal, parece cosa de locos ir a contracorriente, pero sí se puede, con la gracia de Dios.
Hay que empeñarse cada día, en devolver bien por mal, en bendecir a quien nos maldice, en dar sin esperar recibir, en ser luz del mundo, sal de la tierra.
En la película del realizador japonés Akira Kurosawa, ‘Los sueños’, llamada así porque presenta varios, (por cierto algunos que son más bien pesadillas, ¡quién sabe qué merendó la noche en que los soñó!), hay uno muy bello, en el cual un joven japonés llega al Museo Van Gogh en Amsterdam, y al estar contemplando un cuadro de pronto se ve metido en éste.
Y así, convertido en personaje del cuadro, comienza a caminar por éste en busca del pintor.
Lo encuentra, dialoga con él y cuando éste se va, el joven trata de seguirlo y se ve recorriendo los más diversos paisajes, con la certeza de que Van Gogh ha ido por allí, porque a su paso no ha dejado las cosas como estaban, nada ha quedado igual, ha ido transformando el panorama, llenándolo de sol, de espesas pinceladas de color, convirtiéndolo todo en cuadros suyos. *
Creo que lo mismo tendría que suceder con nosotros.
Que por donde pasemos, las cosas no queden igual.
Que ese enfermito al que visitamos, quede consolado; que esa parienta amargosa con la que convivimos, se sienta no a duras penas soportada sino realmente respetada, comprendida, acogida; que ese personaje insoportable con quien nos topamos en el trabajo, en la calle, en donde sea, reciba de nosotros no el látigo de nuestro silencio, ni ‘miradas que matan’, y mucho menos venganza, sino lo mejor que podamos hacer por él.
Que nunca seamos indiferentes al necesitado, al difícil, al que sufre, que no sigamos de largo y mucho menos dejemos un fuerte olor a azufre... sino que por dondequiera que vayamos, pasemos, como pasó Jesús, haciendo el bien.
*Puedes ver el sueño de Van Gogh, de la película de Kurosawa en: bit.ly/1xuEgKr