y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Los mismos sentimientos

Alejandra María Sosa Elízaga**

Los mismos sentimientos

“Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo” (Flp 2, 5), nos pide san Pablo. Y si sólo nos quedáramos con esta frase inicial, tal vez podríamos creer que ‘ya la hicimos’, porque identificamos lo de ‘sentimientos de Cristo’ con el amor y pensamos que ‘ahí la llevamos’ cuando se trata de amar: amamos a nuestros seres queridos, a nuestros amigos, a muchos conocidos, tal vez a algunos desconocidos, y puede ser que incluso podamos afirmar con verdad que no odiamos a nadie, así que ya con eso nos quedamos muy tranquilos pensamos que podemos ponerle palomita de ‘checado’ a lo de ‘tener los mismos sentimientos de Cristo’.

 Pero el asunto con las frases bíblicas es que no podemos leerlas aisladamente, tenemos que situarlas en contexto, y cuando hacemos eso, ¡ya no nos dejan salirnos con facilidad por la tangente!

 En este caso descubrimos que lo de pedirnos que tengamos los mismos sentimientos de Cristo, se refiere a imitarle en ciertas actitudes que menciona la Segunda Lectura que se proclama este Domingo de Ramos en Misa (ver Flp 2, 6-11):

 1. No consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de Su condición divina.

 Jesús no aprovechó para Su propio benefició el poder que le daba ser Dios.

 Renunció voluntariamente a ese privilegio. Pero no renunció por renunciar.

 Dice san Pablo que Cristo “se hizo pobre para enriquecernos” (2Cor 8,9), afirmación que el Papa Francisco empleó como tema de su reflexión cuaresmal.

 Jesús se despojó de Sus privilegios, para nuestro bien.

 Y en ese mismo sentido, con igual libertad y desapego, también a veces aprovechó Sus privilegios, pero no para beneficio Suyo sino para hacer milagros que ayudaran a la gente, fueran para gloria de Dios, y sirvieran para edificar el Reino.

 Tener los mismos sentimientos de Cristo implica no vivir aferrados a nuestros privilegios, sino asumirlos con el mismo desapego y libertad de Cristo, para usarlos o renunciar a ellos según convenga para bien de los demás.

 2. Tomando la condición de siervo,

 Jesús no nació en la familia más rica o poderosa de la tierra. Porque de ser así hubiera venido a ser servido, pero Él eligió venir a servir.

 Tener los mismos sentimientos de Cristo servidor consiste en vivirlo todo como Él, siempre atentos y sensibles a las necesidades ajenas, siempre dispuestos a poner nuestros dones y capacidades a disposición de los demás, para beneficiarlos.

 3. Se hizo semejante a los hombres

 Jesús quiso salvarnos haciéndose uno con nosotros, igual a nosotros (en todo excepto el pecado). Vino realmente a compartir nuestras miserias.

 Nosotros en cambio solemos poner una barrera entre nosotros y otros, y tal vez la cruzamos unos instantes para dar una ayuda esporádica, pero de inmediato regresamos a nuestra zona de seguridad.

 Tener los mismos sentimientos de Cristo es quitar las barreras y defensas que nos aíslan de los demás. Dice el Papa Francisco:

 “A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor.

 Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás.

 Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura.

 Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo” (EG # 270)

 4. Se humilló a Sí mismo

 Jesús no sólo se humilló a Sí mismo, sino que nos pide imitarlo: “Aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29).

 ¿Qué es la humildad?

 A mucha gente le suena casi a mala palabra. ‘A mí nadie me humilla’, ‘no te dejes humillar’, son frases comunes, consejos frecuentes.

 La humildad no consiste en dejarse pisotear o creer que uno es basura, sino en reconocer que todo lo que somos y tenemos nos viene de Dios, así que no podemos vanagloriarnos como si algo bueno que somos o tenemos fuera mérito nuestro.

 La humildad es lo contrario de la soberbia; es no buscar reconocimientos, aplausos, no querer aparecer como superior a otros.

 Tener los mismos sentimientos de Cristo humilde consiste en seguirlo en el camino del abajamiento, no pretender grandezas, abrazar nuestra cruz.

 5. Por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.

Jesús realmente se dispuso a cumplir la voluntad del Padre hasta las últimas consecuencias.

 Nosotros en cambio solemos obedecer hasta donde no nos cueste.

 Si implica dificultad o conflicto cumplir la voluntad de Dios o la nuestra, preferimos la nuestra...

 Tener los mismos sentimientos de Cristo obediente consiste en vivir siempre amoldando nuestra voluntad a la de Dios, con la certeza de que es lo mejor, lo que nos conducirá, a nosotros y a otros, a nuestra salvación.

*Publicado el 13 de abril de 2014 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México (www.desdelafe.mx) y en la pag. del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx). Conoce los libros y cursos de Biblia gratuitos de esta autora y su ingenioso juego de mesa 'Cambalacho' aquí en www.ediciones72.com