¿Quieres ser libre?
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Te enteraste de esta noticia rarísima?: una persona estuvo secuestrada durante mucho tiempo. Cansado de ver que nadie hacía nada efectivo al respecto, su hermano se decidió a ir a rescatarla. Logró localizar el sitio en que la tenían, se presentó ahí y luchó contra los secuestradores, que salieron huyendo, no sin antes herirlo. Cuando por fin entró a donde tenían a la persona secuestrada, atada de pies y manos en un cuartito sin luz ni ventanas, húmedo e insalubre, ésta se quejó de que abriera la puerta, pues le molestó mucho la luz que rompió la oscuridad a la que se había acostumbrado, y al momento de avisarle que ya podía salir de allí se negó a hacerlo. Dijo que deseaba quedarse donde estaba. No quiso ni que le quitaran las ataduras, y eso que ya tenía marcas rojas en las muñecas y los tobillos. No hubo poder humano que convenciera a esta persona de salir. Ni el sacrificio que hizo su hermano, ni pensar en el amor con que la esperaban sus seres queridos, ni el recuerdo de todo lo bello y bueno de la vida que podía disfrutar afuera, siendo libre. Quiso quedarse ahí, y ahí se quedó.
¿Te parece difícil de creer semejante caso? Pues es real, y deberías saberlo, porque muy probablemente esa persona secuestrada eres tú.
Dirás: '¿que quééééé?, ¿cómo que yo?' y te responderé: Sí. Si acaso estás viviendo una situación que te encierra en la estrechez asfixiante del mal, si acaso te estás aferrando a tus apegos y ataduras aunque te dejan marcas que te lastiman, si a pesar de que Jesús dio la vida para rescatarte del mal y del pecado no sólo no lo aprovechas ni agradeces, sino te molestas porque Su luz ilumina tus rincones más negros y te rehúsas a salir de ellos, entonces eres igual que esta persona secuestrada.
Lamentablemente son numerosos los que viven encerrados en la oscuridad sin decidirse a salir de ella; por ejemplo: quien mantiene un resentimiento contra alguien; quien vive en adulterio; quien obtiene sus ingresos del robo, la mordida, el tráfico de droga, la mercancía pirata; quien se relaciona con todos desde la ira, la prepotencia, la injusticia; quien se ha entregado a alguna adicción (llámese alcohol, droga, tabaquismo, sexo, pornografía, consumismo, etc.) y no la deja por nada, aunque afecte su salud y sus relaciones afectivas y laborales; quien vive instalado en el egoísmo, entregado a satisfacer sus instintos y apetitos sin siquiera considerar las necesidades de otros; quien se ha hecho una 'religiosidad de bolsillo' cómoda y a su medida, y combina su catolicismo con supersticiones como astrología, limpias, cultos demoníacos como el de la 'santa muerte', la ‘Nueva Era’.
Podría seguir enumerando ejemplos pero éstos bastan para comprobar que es más común de lo que parece el triste caso de quienes han caído y se niegan a levantarse.
Cabe comentar que todos podemos caer, lo importante es no querer permanecer caídos.
Es peligroso acostumbrarse a vivir en cautiverio: se corre el riesgo de rechazar la libertad. Quien se ha habituado (o resignado) a vivir en pecado quizá le diga 'no' a Jesús, que viene a rescatarlo.
Estamos en la recta final de la Cuaresma, un tiempo privilegiado para aceptar la liberación que Cristo viene a ofrecernos; un tiempo propicio para hacer lo que pide San Pablo: despojarnos de las obras de las tinieblas y revestirnos de luz (ver Rom 13, 12); un tiempo que ni mandado a hacer para reconciliarnos con Dios.
La Iglesia pide que los fieles católicos nos confesemos cuando menos una vez al año, o cada vez que se tenga conciencia de pecado grave. Es su manera de ayudarnos a tomar por fin la decisión de dejar lo pasado atrás, romper ataduras y encaminarnos con un corazón nuevo, aligerado, libre, a celebrar la Pascua.
La Vigilia Pascual comienza de noche, con luces apagadas para que sintamos lo que significa el pecado en nuestra vida: cómo nos impide ver dónde estamos (nos inmoviliza el miedo a caernos, a golpearnos o perdernos); nos impide ver a quiénes están a nuestro lado: no vemos más que sombras. ¡Ah! pero cuando entra encendido el Cirio Pascual, que representa a Cristo, ¡cómo se ilumina todo!; y cuando esta llama se comunica y todos los asistentes encienden sus cirios o velas, ¡qué bello espectáculo!
Es una pálida pero efectiva muestra de lo que sucede en nuestras vidas cuando renunciamos a seguir encerrados en la negrura y dejamos que el Señor nos encienda el corazón.
La cuestión es si tenemos o no disponibilidad para ello.
Viene a la mente esa escena en la que Jesús le pregunta al paralítico: "¿quieres curarte?" (Jn 5, 6). Cualquiera pensaría que la pregunta sobra, que es obvio que este hombre desearía estar bien, pero quizá no es así: quizá quiere seguir como está, postrado, dependiendo de otros, instalado en su parálisis. Es necesario que él reconozca su necesidad y su deseo de sanación.
En la Primera Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver Ez 37, 12-14), Dios anuncia que nos sacará de nuestros sepulcros. La cuestión es si queremos salir de ellos...
Aquel que tiene el poder para derrotar toda tiniebla, todo pecado, todo mal, Aquel que venció a la muerte misma, viene hoy a tu lado y te tiende la mano para salvarte de cualquier situación oscura en la que te hayas metido. La pregunta es: ¿quieres?, ¿aceptas tú que te rescate?
(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “¿Te has encontrado con Jesús?”, Col. ‘Fe y Vida’, vol. 2, Ediciones 72, México, p. 62, disponible en Amazon).