y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

¿Eres optimista?

Alejandra María Sosa Elízaga*

¿Eres optimista?

Ante esta pregunta lo interesante no es sólo responder con un sí o un no, sino con un por qué sí o por qué no. Y es que la razón por la cual puedes o no considerarte optimista resulta muy reveladora, muestra en dónde tienes puesta tu fe y tu esperanza.

Por ejemplo, hay quien se considera optimista porque cree en la gente, confía ciegamente en el ser humano, pero ¿se mantendrá su optimismo luego de que alguien por quien hubiera metido su mano al fuego cometa acciones decepcionantes de las que jamás le hubiera creído capaz?

Hay quien se considera optimista porque goza de buena salud, pero ¿podrá continuar siéndolo si enferma repentinamente?

Hay quien se considera optimista porque cree en los políticos que prometen que ahora sí la situación económica mejorará, pero ¿se sostendrá su optimismo luego de ver que las promesas de campaña no se cumplen y cada vez estamos peor?

Hay quien se considera optimista porque tiene casa propia o un lugar supuestamente seguro donde vivir, pero ¿puede conservar su optimismo a pesar de saber que en un abrir y cerrar de ojos su casa puede acabar inundada, quemada, bombardeada, saqueada o derrumbada?

A propósito de esto vemos lo que narra el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 21, 5-19): los Apóstoles estaban admirando la solidez del Templo de Jerusalén, que era verdaderamente imponente, altísimo, sólido, decorado a todo lujo, y Jesús les anunció que un día no quedaría de ese edificio piedra sobre piedra. Y así sucedió.

Como se ve, las razones que mucha gente da para justificar su optimismo no son tan sólidas como parecen. Es que se han quedado a nivel humano, y, como todo lo humano, son falibles.

El verdadero optimismo tiene que ir más allá, basarse en razones que no puedan ser desbaratadas por la decepción, ni la enfermedad, ni la falta de dinero, ni la catástrofe.

El verdadero optimismo tiene que estar cimentado en Dios, en la absoluta seguridad de que algo bueno saldrá, sin importar qué tan negra o desesperada parezca una situación, si se pone en las manos de Aquel que todo lo puede, de Aquel que sabe sacar bienes de los males.

El verdadero optimismo se llama esperanza, y sus razones son indestructibles porque provienen de Dios.

Mira lo que Él mismo nos dice, a través del profeta Jeremías, en un bellísimo texto (del que por cierto está tomada parte de la Antífona de Entrada de la Misa dominical): "Qué bien me sé los designios que tengo para ustedes, dice el Señor, designios de paz y no de aflicción, de daros un porvenir de esperanza. Me invocaréis y vendréis a rogarme y Yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis; cuando me solicitéis de todo corazón, me dejaré encontrar de vosotros..." (Jer 29, 11-14).

He aquí una razón sólida para el verdadero optimismo, para la más firme esperanza; he aquí una razón de peso para nunca flaquear, para no temer, para no sucumbir al desánimo o la desesperación: nuestro Dios está pendiente de cada uno de nosotros, y desea para nosotros sólo el bien, nunca el mal.

Eso significa que pase lo que pase, podemos tener la seguridad de que Él tiene el control y la capacidad de convertir lo que sea que nos suceda, por malo que por ahora nos parezca, en fuente de bendición y sí, aun de alegría.

En el Evangelio dominical Jesús anuncia que sucederán cosas que pondrían a cualquiera a temblar, pero no lo hace para espantarnos, sino para hacernos ver que por encima de todo lo aparentemente negativo que pueda acontecernos en esta vida, Él puede sostenernos, conducirnos, inspirarnos, fortalecernos para salir adelante.

Como ves quien tiene fe no es un iluso cuyo optimismo tarde o temprano queda defraudado. Quien tiene fe posee una esperanza infalible porque está puesta en Aquel que es fiel a Sus promesas de salvación, en Aquel que en todo interviene para bien, en Aquel que es el Único no sólo capaz de sostenernos en toda dificultad, sino capaz de transformar aun la peor situación de oscuridad y muerte, en camino que nos ayude a alcanzar la eterna felicidad.

 

(Del libro de Alejandra María Sosa Elízaga “Gracia Oportuna”, Col. ‘Fe y Vida’ vol 4, Ediciones 72, México, p. 163, disponible en Amazon).

Publicado el domingo 13 de noviembre de 2022 en la pag web y de facebook de Ediciones 72