y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

RESURRECCIÓN DE CRISTO, lo que debemos saber

Alejandra María Sosa Elízaga*

JMJ

¿Por qué seguimos a Jesús?

A lo largo de la historia ha habido otros líderes religiosos famosos, ¿por qué no seguirlos a ellos?

No es porque hablaba bonito, a veces dice cosas difíciles de aceptar; no era porque dio Su vida por nosotros, otros han muerto por sus ideas. Sólo hay una razón: que resucitó.

Jesús dijo de Sí mismo algo que nadie se había atrevido ni se atreverá jamás a decir: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.  Ojo: no dijo ‘un camino igual a muchos otros’, sino “el Camino”. No ‘una entre muchas verdades’, sino “la Verdad”. Y no simplemente que vivía, sino que Él es “la Vida”.

Decía C.S.Lewis, un autor inglés del siglo pasado, que cuando leyó esto pensó que Jesús o era mentiroso, o estaba loco o era Dios.  Investigó, leyó los Evangelios y concluyó que Jesús no mentía (¿quién aceptaría ser torturado espantosamente por una mentira? y no sólo Él, también Sus seguidores enfrentaron persecución, tortura y muerte, no hubieran aceptado padecer todo aquello por un mentiroso, por una mentira).

Concluyó también que Jesús no era tampoco un loco, Su pensamiento era sereno, coherente, lúcido y además en perfecta concordancia con todo lo anunciado en la Sagrada Escritura.

No quedaba más remedio que aceptar que Jesús era Quien decía ser: Dios.

Jesús hizo la promesa más inverosímil y difícil de creer: que resucitaría, que vencería a la muerte. Y ¡la cumplió! Jesús realmente derrotó la muerte y ¡eso lo cambia todo!

Le da sentido a todo lo que dijo, a todo lo que hizo, a todo lo que pidió a Sus seguidores, y a nosotros.

Le da sentido a nuestra vida, y nuestra vida tiene sentido si lo seguimos a Él.

Somos seguidores no de un filósofo muerto hace dos mil años, sino de Jesús, Resucitado.

LA RESURRECCIÓN ANUNCIADA EN LA SAGRADA ESCRITURA

La primera fuente de revelación sobre la Resurrección es la Sagrada Escritura.

En la Biblia tenemos tres anuncios distintos acerca de la Resurrección.

1) A través de las profecías del Antiguo Testamento, que hablan, en general, de que habrá una resurrección de los muertos (ver Is 26,19; Ez 37,1-14).

2) A través del propio Jesús, que anunció que, como muestran los Evangelios sinópticos (Mt, Mc y Lc) anunció a Sus discípulos, en tres ocasiones distintas, que resucitaría. Ver:

Mt 16,21; 17, 22-23; 20,17-19;

Mc 8,31; 9,30-31; 10,32-34;

Lc 9,22; 9, 44-45; 18, 31-34;

3) A través de los testimonios de quienes lo vieron resucitado, como narran numerosos textos del Nuevo Testamento, los  Evangelios (ver Mt 28,9; Mc 16,9; Lc 24, 33-35; Jn 20,24-29), los discursos de los Apóstoles (ver Hch 5, 27-32), y las cartas de san Pablo (ver 1Cor 15).

LA RESURRECCIÓN: DOGMA DE FE

La Iglesia Católica definió como dogma de fe, que Jesús resucitó en la carne. ¿Qué significa esto?

Recordemos que Jesús fundó la Iglesia y prometió que le enviaría el Espíritu Santo que la guiaría hacia la verdad (ver Mt 16, 7;12-13). Así, a diferencia de los hermanos separados, que se enfrentan a la dificultad de no saber a ciencia cierta qué creer, pues cada uno es libre de interpretar la Escritura a su entender, aunque entre en contradicción con otros miembros o líderes de su iglesia, los católicos apostólicos romanos tenemos la tranquilidad de saber que cuando tenemos dudas respecto a un tema podemos descansar en la autoridad de la Iglesia, que, conducida por el Espíritu Santo, nos indica el camino a seguir.

Así pues, cuando tras de intensa oración y consulta, el Papa, como sucesor de San Pedro,  en comunión con todos los obispos, ha definido un dogma de fe, podemos tener la certeza de que se trata de una cuestión que está en perfecta concordancia con la Sagrada Escritura, en absoluta coherencia con todo lo que sostiene nuestra fe, y es algo que ya existe como íntima certeza en el corazón de todos los fieles.

Nunca, en los veintiún siglos de la historia de la Iglesia, se ha definido un dogma que luego hubiera tenido que ser desmentido por falso. Y el hecho de que no se hayan cambiado los dogmas, no es señal de necio conservadurismo, sino de que la verdad, una vez establecida, no necesita modificaciones.

En el caso de la Resurrección, la Iglesia define el siguiente dogma:

Al tercer día, después de morir, Cristo resucitó glorioso de la muerte. El décimo primer Sínodo de Toledo (en 675) enfatizó que Cristo se levantó de la muerte por Su propio poder. Y desde el Concilio IV de Letrán, se definió que Cristo “resucitó en el Cuerpo”, es decir, con el mismo cuerpo que tenía, pero ahora, glorioso.

Una señal de nuestra pertenencia a la Iglesia Católica es nuestra adhesión a su doctrina, y específicamente a sus dogmas de fe. No es opcional creerlos, no es algo que esté a discusión o a votación. Cuando la Iglesia define un dogma, es decir una verdad de fe, todos los católicos debemos creerla. No importa si no la entendemos o no entra dentro de nuestra estrecha lógica. Es la verdad y por eso hay que aceptarla.

A mucha gente esto de creer en dogmas le parece una imposición arbitraria, que le quita libertad, quisiera poder creer lo que se le dé la gana. Pero hacer eso la conduciría al caos. Los dogmas de fe, que son poquísimos en la Iglesia, pero todos relevantes, todos de vital importancia, son como los rieles que permiten a un tren avanzar. Si no existieran, se descarrilaría.

REFUTACIÓN DE LOS ENDEBLES ARGUMENTOS CONTRA LA RESURRECCIÓN

Hay quienes teorizan que la Resurrección de Jesús no fue un hecho histórico, y no se ponen de acuerdo si fue producto de la imaginación de los discípulos, o una bella metáfora inventada por los evangelistas, o un mito que surgió en la primera comunidad y que todos fueron repitiendo hasta nuestros días.

Esas teorías son absolutamente falsas.  Consideremos los siguiente basados en la más simple lógica:

1. Si Jesús no hubiera resucitado, los textos bíblicos no hubieran empleado el lenguaje tan claro que usaron para referirse a la Resurrección. Los evangelistas hubieran escrito algo así como: 'y al tercer día cada discípulo sintió en su corazón que Jesús había resucitado', pero no fue así. Eligieron narrar las apariciones del Resucitado empleando verbos como ‘ver’,  'tocar', 'comer', que sabían serían tomados al pie de la letra (ver Lc 24,39-43).

Si no se hubieran estado refiriendo a un hecho real, los cuatro evangelistas y San Pablo y San Pedro hubieran aclarado que estaban refiriéndose a algo simbólico, a una idea bonita y piadosa nada más, para que nadie los malinterpretara, pero no es así. Como Cristo resucitó, y ellos se aseguraron que sus palabras transmitieran claramente que la Resurrección era una realidad, no una imaginación y mucho menos un invento.

2. Si Jesús no hubiera resucitado, los apóstoles no hubieran predicado acerca de la Resurrección. Se hubieran limitado a contar las parábolas, a repetir los dichos y consejos de Jesús, a referirse a Él como un gran hombre y nada más, pero como resucitó, basaron en este hecho su predicación y se refierieron a Jesús como Dios y Hombre verdadero.

3. Si Jesús no hubiera resucitado, cuando San Pedro estaba dando ese discurso en el que afirmó que Jesús no murió como murió el profeta David, sino que resucitó y se les apareció a muchos (ver Hch 2, 29-32), los ahí presentes lo hubieran callado, llamándolo mentiroso, pues si el cadáver de Jesús hubiera seguido en el sepulcro, todo mundo lo hubiera sabido. Nadie dijo nada porque el sepulcro estaba vacío.

4. Si Jesús no hubiera resucitado, los apóstoles jamás hubieran superado su miedo a morir crucificados como su Maestro. Fue gracias a que vieron al Resucitado, que obtuvieron la paz y la fortaleza de salir a predicar la Buena Nueva y enfrentarse con increíble valentía al mismísimo Sanedrín, ese grupo de 70 ancianos a los que todo judío obedecía. Fue tan notable su cambio que los propios miembros del Sanedrín lo reconocieron admirados (ver Hch  4, 1-13).

5. Si Jesús no hubiera resucitado, los apóstoles y todos los mártires no hubieran estado dispuestos a dar su vida por Él. ¿por qué desperdiciarla por un mentiroso que prometió resucitar y no cumplió y por lo tanto tampoco los resucitaría a ellos? Como dijo san Pablo, si Cristo no hubiera resucitado, quienes creyeron en Él hubieran sido los más infelices de los hombres, pero no fue así, porque Cristo sí resucitó.

6. Si Jesús no hubiera resucitado,. Hubiera sido imposible sostener una falsedad durante veintiún siglos. Sus mismos contemporáneos hubieran hecho de esa tumba un lugar de peregrinación y veneración Sus seguidores lo hubieran sabido y hubieran ido allí a llevar flores, ofrendas, en agradecimiento por favores y milagros recibidos. Pero no es así. Lo que los peregrinos visitan es un sepulcro que está y permanece vacío.

MÁS RAZONES PARA CREER EN LA RESURRECCIÓN

1. Hay quien dice que los discípulos inventaron lo de la Resurrección, pero en los Evangelios queda claro que los discípulos no tenían ni idea de qué era eso de resucitar. ¿Cómo iban a inventar algo de lo que no sabían ni siquiera qué era ni cómo era? Esstos ejemplos muestran que no sólo no sabían, sino incluso tenían miedo de preguntar: Mc 9, 9-10. 30-32;  Lc 9, 45;

2. Los evangelistas narraron que al principio los discípulos no le creyeron a las mujeres que regresaron del sepulcro vacío, ni a los que dijeron haber visto a Jesús Resucitado (ver Mc 16, 11-13; Lc 24,11). Si esos testigos se hubieran referido a que lo sentían 'vivo en su corazón', hubiera sido absurdo que no les creyeran, porque ¿cómo puede alguien poner en duda lo que otro 'siente' en su interior?

3. En 1Cor 15,5-8; Pablo mencionó que Jesús se apareció a Pedro, luego a los Doce y luego a más de 500 hermanos. Si se hubiera referido a que Jesús se apareció 'en el corazón de cada uno', no hubiera limitado el número pues sería imposible saber cuántos lo sentían en su corazón.  Si especificó cuántos lo vieron porque resucitado fue porque ese hecho ocurrió físicamente ante un número determinado de personas reunidas.

4. Hay un claro cambio en los relatos de antes y de después de la Ascensión. Después de ésta ya no se dice que el Resucitado se apareció. Si estas apariciones hubieran sido sólo 'en el corazón' de cada discípulo, no se hubieran interrumpido y se nos hablaría de que Jesús se aparecía cada vez que los discípulos se juntaban a partir el Pan, pero no es así. Evidentemente las primeras apariciones eran de orden físico y dejaron de suceder después de la Ascensión.

5. Si Jesús hubiera permanecido en el sepulcro, éste no sólo se hubiera vuelto lugar de peregrinación de Sus seguidores, sino que Sus enemigos se hubieran encargado de dar a conocer que no había resucitado sino que estaba enterrado en tal lugar. Pero no fue así porque Jesús no se quedó en el sepulcro sino que ¡resucitó y vive para siempre!

6. Si Jesús no hubiera resucitado, no tendríamos el extraordinario testimonio de la Sábana Santa, esa tela que envolvió Su cadáver y en el que se aprecian todas las manchas de sangre de las heridas que sufrió Jesús en todo Su cuerpo, y no sólo eso, sino algo asombroso: la imagen de Su cuerpo, por delante y por detrás, que quedó impresa debido a una poderosa radiación que emanó del mismo cuerpo de Jesús en micromillonésimas de segundo, antes de que Él desapareciera, dejando la sábana desinflándose, intacta, pero vacía.  Para saber más sobre este fascinante lienzo, visita:             www.SabanaSanta.org

7. Si Jesús no hubiera resuctado, no hubiera sido, como lo ha sido, fuente de sobrenatural consuelo y fortaleza para los millones y millones de cristianos que a lo largo de los siglos, lo hemos percibido Vivo y Presente a nuestro lado.

LO QUE ENSEÑA EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LA RESURRECCIÓN

En la Iglesia Católica tenemos el tesoro invaluable del Catecismo que san Juan Pablo Magno encomendó al entonces Cardenal Joseph Ratzinger (quien sería después el Papa Benedicto XVI). En este Catecismo está el compendio de lo que enseña la Iglesia. Es una herramienta indispensable para conocer, difundir y defender nuestra fe. Es una obra que debe estar presente en todo hogar cristiano, y, de preferencia, que no sólo sea para consultarlo, sino para leerlo completo.

A continuación se presentan algunas de las enseñanzas del Catecismo acerca de la Resurrección de Cristo.

(Los números en paréntesis corresponden a los párrafos que vienen numerados en el Catecismo, las letras significan Catechismus Catholicae Ecclesiae, porque los documentos vaticanos se citan en latín, lengua oficial del Vaticano).

La Resurrección no es puramente ‘espiritual’

“Ante estos testimonios (de los testigos a los que se les apareció Jesús), es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico.” (C.C.E. # 643)

“Jesús resucitado establece con Sus discípulos relaciones directas mediante el tacto (ver Lc 24,39; Jn 20,27) y el compartir la comida (ver Lc 24,30.41-43; Jn 21,9.13-15;). Les invita así a reconocer que Él no es un espíritu (ver Lc 24,39;), pero, sobre todo, a que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo que ha sido martirizado y crucificado, ya que sigue llevando las huellas de Su Pasión (ver Lc 24,40; Jn 20, 20-27;9. Este cuerpo auténtico y real posee, sin embargo, al mismo tiempo, las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere (ver Mt 28, 9.16-17; Lc 24,15.36; Jn 20,14.19.26; 21,4;)...” (C.C.E. # 645)

La Resurrección no es ‘revivir’, volver a lo mismo

“La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que Él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naím, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena ‘ordinaria’. En cierto momento, volverán a vivir. La Resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En Su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio...” (C.C.E. # 646)

“El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de Su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces Su cuerpo disfruta para siempre (ver Lc 24,31; Jn 20, 19.26;)...” (C.C.E. # 659)       

Cristo no experimentó la corrupción

“...‘la virtud divina preservó de la corrupción al cuerpo de Cristo’ (S. Tomás de A). De Cristo se puede decir a la vez: ‘Fue arrancado de la tierra de los vivos’ (Is 53,8) y ‘mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el infierno ni permitirás que Tu Santo experimente la corrupción’ (Hch 2,26-27; Sal 16,9-10;). La Resurrección de Jesús ‘al tercer día’ (ver 1Co 15,4; Lc 24,46; Mt 12,40; Jon 2,1; Os 6,2;) fue la prueba de ello porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día (ver Jn 11,39;)...” (C.C.E. # 627)

Resucitaremos como Cristo: con nuestro cuerpo

“No es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día (GS 14,1)...” (C.C.E. # 364)

“La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios...y que es inmortal...no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.” (C.C.E. # 366)

“Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día (ver Jn 6,39-40;).

‘Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos, dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que habita en vosotros (Rm 8,11;).           Ver 1Ts 4,14; 1Co 6,14; 2Co 4,14; Flp 3,10-11;...” (C.C.E. # 989)

“Todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora (Cc. de Letrán IV: DS 801), pero este cuerpo será ‘transfigurado en cuerpo de gloria’ (Flp 3,21;) en ‘cuerpo espiritual’ (1Co 15,44;)...

los muertos resucitarán incorruptibles. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad, y que este ser mortal se revista de inmortalidad’ (1Co 15,35-37. 42.53;)...” (C.C.E. # 999)

“¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios, en Su Omnipotencia, dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.” (C.C.E. # 997)

“¿Cuándo? sin duda en el ‘último día’ (ver Jn 6,39-40.44.54; 11,24;); ‘al fin del mundo’ (LG48)..” (C.C.E. # 1001)

EN CONCLUSIÓN

A juzgar por las leyes que rigen la naturaleza, ningún ser anhela ser otra cosa que no pueda ser. Así como ningún pájaro ensaya a ladrar porque querría ser perro, no se ve a los perros lanzándose al aire porque querrían volar como pájaros. Y si la oruga se siente impulsada por un poderoso instinto a tejer su crisálida y encerrarse en ella, es porque de ella saldrá convertida en espléndida mariposa. Esto viene a colación porque a lo largo de todos los siglos, y en todas las culturas, el ser humano ha experimentado la íntima certeza de que no todo se acaba en la muerte, que hay una vida más allá. Cada civilización ha buscado distintas maneras de resolver esta convicción, común a todas. Ello nos lleva a una conclusión: si Dios creó esta sed, es porque creó la fuente que puede saciarla.

Podríamos haber sido como los animales, que se contentan con ser lo que son y lo viven y gozan plenamente. ¿Por qué se nos hubiera ocurrido que no todo termina en esta vida, si no fuera así?