y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Los 7 pecados capitales en internet

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Circula en redes un video que muestra que a objetos comunes de la vida diaria hay quien les ha dado un uso completamente distinto, a veces tan ingenioso y tan lejos de aquello para lo que sirven, que da risa. Pero también muestra casos en los que por usar algo para lo que no estaba destinado, hubo pésimas consecuencias, alguien se puso en riesgo, sufrió accidentes, quedó incluso lastimado. Y eso sí que no da risa, al contrario, lo deja a uno consternado y pensando que es una pena que el ser humano sea capaz de hallar el modo de hacerse daño con aquello que debía haberlo beneficiado.

Esto puede aplicarse también al internet. Es una maravilla tener instantáneo acceso a cualquier información, poder ver a seres queridos que están al otro lado del planeta, ver magníficas películas y series, presenciar conciertos, conferencias, y visitar lugares extraordinarios sin salir de casa.

Pero, como dice san Pedro, el diablo ronda como león rugiente buscando a quien devorar (ver 1Pe 5,8), y el internet se ha vuelto uno de sus lugares favoritos, pues no tiene que hacer mayor esfuerzo, sólo tentar a la gente a dar ese ‘clic’ fatal que la haga cometer toda clase de pecados.

La Iglesia clasifica los pecados en dos clases, los veniales, que son los que solemos cometer todos los días, por debilidad o tontería, y los graves, también llamados ‘mortales’, porque rompen nuestra amistad con Dios y ponen en riesgo nuestra salvación. Para cometerlos se requiere tener pleno conocimiento, pleno consentimiento, y que se trate de algo grave. Los llamados pecados ‘capitales’ son ejemplo de pecados graves (ira, soberbia, pereza, lujuria, gula, envidia y avaricia). Pero no son los únicos.

Y podríamos decir que hoy en día en internet, han surgido nuevas modalidades de pecados graves que los usuarios cometen sin darles importancia, sin límites ni remordimientos y sin pensar en las consecuencias, simplemente dejándose llevar por sus emociones, sus instintos y un siempre peligroso afán de ser como los demás y hacer lo que otros hacen.

¿Cuáles son? Aquí tienes una lista de siete. Conócelos, si los has cometido arrepiéntete, confiésalos y pide a Dios que te dé la fuerza, y a María que ruegue por ti, para que nunca más vuelvas a cometerlos.

1. Mentir

El internet se presta para mentir. Como no hay contacto presencial, la gente se siente segura mintiendo, cree que no será descubierta, que puede hacerlo impunemente. Tres ejemplos:

1. Crear una falsa identidad. El motivo de esto puede ir desde la triste baja autoestima de una persona gordita que publica como suya la foto de una delgada, hasta la perversa intención de un secuestrador que se hace pasar por niño para atraer amiguitos a los cuales raptar.

2. Navegar a escondidas. Es el estudiante que engaña a sus papás haciéndoles creer que hace la tarea, cuando en realidad chatea con sus cuates o entra a sitios prohibidos. Es el empleado que defrauda a su jefe, usando el internet de la oficina y en el tiempo en que le pagan para trabajar.

3. Crear y/o reenviar mensajes falsos, para dañar la reputación de alguien o causar miedo distorsionando la realidad.

Recuerda que Jesús dijo: “digan sí cuando es sí y no cuando es no, lo que digan de más es del Maligno” (Mt 5, 37)

2. Atacar

Es espeluznante el número de cibernautas que amparados en el anonimato se atreven a decir cosas que no se atreverían a decirle a alguien a su cara.

Los comentarios parecen concursos para ver quién logra teclear más groserías y vulgaridades por segundo. En una nada los lectores se vuelven turba, manada de hienas que se le echa encima a alguien sin compasión ni tregua.

Se olvidan que su destinatario es un ser humano, con sentimientos que pueden ser heridos al grave grado de orillarlo a desesperar y suicidarse. No pocos niños y adolescentes, víctimas del ‘ciberbullying’, se han matado tras ver que un video que los exhibe o ridiculiza se volvió ‘viral’. Sus atacantes no se enteran o si se enteran lo lamentan el tiempo que tardan en leer la nota, y luego pasan de inmediato a otra cosa. Como católicos no podemos participar en estos linchamientos. Perdónenme la expresión (tan florida como se la imaginen): No nos portemos como hijos de la ¡”#$%&! que tratan con otros hijos de la ¡”#$%&!, sino como lo que somos: hijos amados de Dios que tratan con otros hijos amados de Dios.

Jesús dijo: “El que se enoje con su hermano y lo insulte, será llevado ante el tribunal...” (Mt 5, 22)

3. Ver pornografía

Según triste estadística, durante la pandemia el uso de pornografía en internet aumentó desmesuradamente. Es grave, porque no se trata de un entretenimiento, sino de un hábito que se vuelve adicción y que daña al usuario pues lo acostumbra a ver a las personas como objetos que puede usar para su placer; lo encierra en sí mismo, impidiéndole relacionarse con otros de manera sana, y lo hace pecar gravemente contra el sexto mandamiento.

Jesús dijo: “El que mira con deseo a una mujer, ya cometió adulterio con ella.” (Mt 5, 28).

4. Faltar a la fidelidad

Hay personas casadas que creen que ‘no pasa nada’ si se ‘ligan’ a alguien en internet, porque todo es ‘virtual’. Pero no es lo mismo virtual que virtuoso, y fantasear con alguien que no es el propio cónyuge es faltar a la promesa de fidelidad que se hizo ante Dios el día de su matrimonio. Y de la relación en pantalla casi siempre se pasa a la relación en persona. Sea virtual o real, se comete fornicación, se peca contra el noveno mandamiento.

Advirtió san Pablo: “El que fornica peca contra su propio cuerpo...(que) es santuario del Espíritu Santo” (1Cor 6, 18-19)

5. Distorsionar la fe

Hay gente ociosa que con quién sabe qué intención se dedica a crear mensajes supuestamente católicos que en realidad contienen afirmaciones contrarias a la fe, y los atribuyen a algún santo, santa o al Papa, para que católicos incautos se los crean y los compartan. O lanzan ‘cadenas’ pidiendo que las reenvíen para obtener supuestos milagros o favores. También crean campañas de odio contra la Iglesia y sus miembros. Hacer esto y/o difundirlo es una falta grave porque escandaliza (es decir, aleja de su fe) a gente que no tiene suficiente preparación para captar que está siendo engañada y desorientada.

A quienes enseñaban doctrinas desviadas, san Pablo condenaba como: “gentes que tienen la inteligencia corrompida, que están privados de la verdad y que piensan que la piedad es un negocio.” (1Tim 6, 3-5)

6. Delinquir

Hay quien lleva el mal uso del internet al extremo y comete robo de identidad, sustrae dinero de cuentas de banco, hackea páginas web, se hace pasar por otra persona para tener acceso a información privada y secuestrar, asaltar, etc. No sólo comete pecados graves, sino delitos, y tendrá que rendir cuentas ante Dios y ante la autoridad humana.

Dijo Jesús: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?(Mt 16, 26), y prometió que vendrá “en la gloria de Su Padre, con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.” (Mt 16, 26-27).

7. Perder el tiempo

Quien navega o chatea suele perder la noción del tiempo y de pronto lo que creía que tomó minutos, tomó horas. Y algo que quizá no sabe pero que debe reconocer es que el uso de internet es adictivo. Busca despertarle curiosidad por seguir viendo la siguiente imagen, leer la siguiente nota, ver qué sigue. Por ejemplo, en las series, termina el programa en lo más interesante, y aparece un tentador letrero: ‘el siguiente episodio inicia en x segundos’, para tentar al espectador a decir: ‘bueno, lo veo, para saber qué pasó’, y así se puede seguir y quedarse pegado a la pantalla hora tras hora. También sucede que el internet genera una sensación de soledad que se intenta llenar viendo más cosas y respondiendo más mensajes, pero eso sólo la agudiza, porque no fuimos creados para interactuar con máquinas ni tener amigos falsos que realmente no conocemos ni nos conocen más que a través de una pantalla. Y el vacío en nuestra alma no lo llena nadie, sólo Dios. Pero lo que el mundo promueve en internet busca alejarnos de Dios, distraernos, para que no pensemos en Él, para que no tengamos tiempo ni ganas de orar, de ir a Misa, de participar ‘en vivo’ en alguna comunidad o evento parroquial.

Se comete una falta cuando se da pioridad al internet por encima de la relación con Dios y con nuestros semejantes de carne y hueso, en especial con nuestra familia. El otro día salió en las noticias que unos jóvenes esposos dejaron morir de hambre a su bebé, porque participaban en un apasionante ciberjuego y no lo quisieron interrumpir.

Tenemos que hacer un serio examen de conciencia para revisar si estamos permitiendo que una pantalla se vuelva el centro de nuestra vida, por encima de todo lo demás.

Pide san Pablo: “Mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes, aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos...” (Ef 5,15-16).

¿Qué puedes hacer si has cometido uno o más de estos pecados?

Arrepentirte, proponerte cambiar y, si hiciste algo grave, ir a reconciliarte con Dios en el Sacramento de la Confesión. Él te comprende, te espera con los brazos abiertos para darte Su perdón.

 

¿Y cómo evitarlos de aquí en adelante?

Coloca junto a tu computadora imágenes de Jesús y de María, por ejemplo, una estampa del Señor de la Divina Misericordia y una de la Virgen de Guadalupe. Antes de empezar a navegar reza un Padre Nuestro, un Ave María, pídeles ayuda para navegar conforme a tu fe y no conforme al mundo. Y pregúntate siempre: ‘¿Qué pensarían de lo que estoy viendo, leyendo, oyendo, tecleando?

Encomiéndate también al beato Carlo Acutis, joven patrono de los usuarios de internet, que aunque todo el tiempo lo usaba, pudo afirmar con verdad: ‘no he desperdiciado ni un minuto haciendo algo que a Dios no le agradara’.

Publicado como artículo de portada en la revista digital 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, el domingo 10 de octubre de 2021, y en la pag web y de facebook de Ediciones 72