Creo en la Iglesia
Alejandra María Sosa Elízaga
Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 49
'Cristo sí, Iglesia no', es una frase despistadísima que suelen decir algunas personas para expresar que creen en Cristo y quieren seguirlo, pero sin la Iglesia.
No se dan cuenta de que piden un imposible, porque Cristo no sólo fundó la Iglesia, sino que se identifica con ella.
Recordemos que en el libro de Hechos de los Apóstoles se narra que Saulo de Tarso "hacía estragos en la Iglesia (Hch 8, 3). Y cuando Jesús se le apareció no le preguntó: '¿por qué persigues a Mis seguidores?', ni siquiera: '¿por qué persigues a mi Iglesia?', sino "¿por qué Me persigues?" (Hch 9,4). Cristo es cabeza de Su Iglesia (ver Col 1, 18), quien la ataca, lo ataca, quien se aleja de ella, se aleja de Él.
Lo dejó muy claro cuando les dijo a Sus apóstoles: "Quien a vosotros os escucha, a Mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a Mí me rechaza; y quien me rechaza a Mí, rechaza al que me ha enviado" (Lc 10, 16).
Cuando en el Credo decimos: 'Creo en la Iglesia', estamos expresando nuestra fe en ella no por sí misma, sino porque Cristo la fundó, la guía y la sostiene.
¿Para qué la fundó? Cabe destacar, entre muchas, tres razones:
- Darnos una autoridad competente
Una comunidad requiere un líder que decida las cuestiones que se presenten.
Por ejemplo, cuando la primera comunidad cristiana discutía qué permitir o prohibir a los paganos convertidos, la Iglesia se reunió, en el primer Concilio de la historia, en Jerusalén, y con la autoridad conferida por Cristo, y luego de escuchar el parecer de todos, Pedro tomó una decisión que todos acataron (ver Hch 15, 1-12).
También es indispensable que alguien establezca los principios y verdades que debemos creer.
Algunas gentes dicen que no quieren pertenecer a una Iglesia que tiene 'dogmas', como si esa fuera mala palabra, sinónimo de ideas vetustas y rígidas e inmodificables.
No se ponen a pensar la gran ayuda que es tener dogmas, saber en qué debemos creer.
Que alguien que es más grande que nosotros, nos guíe en el camino, y no que cada creyente tenga que estar inventando la rueda y el hilo negro a cada paso.
Es como en la vida, si no hubiera dogmas matemáticos, muchos jamás llegaríamos por nosotros mismos a descubrir los números ni las operaciones matemáticas.
Aprovechar el conocimiento que otros nos han legado nos hace la vida más sencilla.
Del mismo modo, en la vida de fe, el poder caminar no a campo traviesa, entre matorrales y piedras, sino por la senda que a lo largo de siglos ha apisonado la Iglesia, nos permite aprovechar la sabiduría y experiencia de la que es nuestra Madre y Maestra.
- Darnos la correcta interpretación de la Palabra de Dios
Los hermanos separados se guían por el principio de 'Sola Scriptura', según el cual al creyente le basta leer la Sagrada Escritura por sí mismo, sin ayuda de la Iglesia. Irónicamente, dicho principio no aparece en la Biblia (es que lo inventó Lutero), y resulta insostenible pues la Biblia se presta para toda clase de interpretaciones, pero sólo una puede ser la verdadera, y para descubrirla se requiere de una autoridad que cuente, como cuenta la Iglesia, con el Espíritu Santo, que el Señor le prometió y envió para guiarla hacia la verdad (ver Jn 16, 13).
- Darnos los Sacramentos
Jesús fundó la Iglesia para hacerse presente entre nosotros en medio de ella, y colmarnos de Su gracia a través de los Sacramentos, signos sensibles de Su amor.
El Bautismo, que nos permite ser hijos del Padre y recibir al Espíritu Santo.
La Confesión, en la que recibimos el perdón de Dios y Su gracia para ayudarnos a superar el pecado.
La Eucaristía, en la que nos alimentamos del Pan de la Palabra y del Cuerpo y Sangre de Cristo.
La Confirmación, en la que el Espíritu Santo nos da los dones y carismas que necesitamos para edificar el Reino de Dios. La Unción de Enfermos, en la que Cristo nos perdona y nos sana de alma y cuerpo.
El matrimonio, que da a los esposos la gracia de amarse como Dios los ama.
El orden sacerdotal, que transforma al ordenado en otro Cristo, que nos comunica Sus dones y bendiciones.
Cuando en el Credo decimos 'Creo en la Iglesia', no nos limitamos a pensar en la Iglesia local, en el padre de nuestra parroquia, si nos cae bien o nos cae mal, sino en la institución fundada por Cristo hace casi dos mil años, y de la que prometió que los poderes del mal no prevalecerían sobre ella y de la que nombró roca a Pedro (ver Mt 16, 18-19), de quien es sucesor en línea ininterrumpida el Papa Francisco.
Para profundizar en este tema, lee el Catecismo de la Iglesia Católica: (Continuará... 'El Credo desglosado en el Año de la fe')
La próxima semana: 'Que es una'
¡No te lo pierdas!
Reflexiona y comparte:
¿Por qué creemos en la Iglesia?
Pregunta del Catecismo:
¿Qué significa la palabra ‘Iglesia’, y ¿para qué fundó Cristo la Iglesia?
Respuesta del Catecismo:
"La palabra ‘Iglesia’ significa ‘convocación’.
Designa la asamblea de aquéllos a quienes convoca la palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo"
(Catecismo de la Iglesia Católica # 777).
"Cristo, el único Mediador, estableció en este mundo su Iglesia Santa, comunidad de fe, esperanza y amor, como un organismo visible. La mantiene aún sin cesar para comunicar por medio de ella a todos la verdad y la gracia."
(CEC # 771)
Lo dijo el Papa:
"La Iglesia no es una asociación asistencial, cultural o política, sino que es un cuerpo viviente, que camina y actúa en la historia.
Y este cuerpo tiene una cabeza, Jesús, que lo guía, lo nutre y lo sostiene.
Este es un punto que desearía subrayar: si se separa la cabeza del resto del cuerpo, la persona entera no puede sobrevivir.
Así es en la Iglesia: debemos permanecer unidos de manera cada vez más intensa a Jesús.
Pero no sólo esto: igual que en un cuerpo es importante que circule la linfa vital para que viva, así debemos permitir que Jesús actúe en nosotros, que su Palabra nos guíe, que su presencia eucarística nos nutra, nos anime, que su amor dé fuerza a nuestro amar al prójimo. ¡Y esto siempre! ¡Siempre, siempre!
Queridos hermanos y hermanas, permanezcamos unidos a Jesús, fiémonos de Él, orientemos nuestra vida según su Evangelio, alimentémonos con la oración diaria, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en los Sacramentos."
(Papa Francisco, Audiencia General, 19 junio 2013).
*Publicado el domingo 3 de noviembre de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.870, p.4. También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx) Conoce los libros de esta autora, sus cursos gratuitos de Biblia, y su ingenioso juego de mesa Cambalacho, aquí en www.ediciones72.com