Al tercer día
Alejandra María Sosa Elízaga*
Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 37
¿Por qué ‘al tercer día’? ¿Por qué no resucitó Jesús al día siguiente, o una semana después o al año?
Quizá cabe dar una triple respuesta:
- El número tres en la Sagrada Escritura expresa superlativo, totalidad, algo a su máxima expresión.
Por ejemplo, para referirse a Dios en la Biblia no se emplea, como nosotros hoy, el término: ‘Santísimo’, sino se lo llama tres veces Santo (ver Is 6,3; Ap 4,8).
Así pues, el hecho de que Jesús permaneciera tres días en el sepulcro significa que se adentró en forma total en la realidad de la muerte, al máximo.
No sólo se asomó y se salió de inmediato, permaneció muerto toda la tarde y noche del viernes, todo el día y la noche del sábado, y fue hasta el alba del domingo cuando resucitó.
Dice Benedicto XVI, que esa permanencia de Jesús en la muerte expresa la solidaridad total del Señor para con nosotros.
Además, si Jesús hubiera resucitado el mismo día o al día siguiente, tal vez se hubiera podido suponer que no murió, que simplemente sufrió un desmayo o un breve estado de coma, pero como permaneció muerto tres días, no cabe la menor duda de que realmente murió.
Para darnos vida, tomó sobre Sí nuestra muerte, la asumió hasta sus últimas consecuencias; así que no hay realidad humana por oscura o irremediable que parezca que no sea capaz de comprender, de iluminar, de hallarle salida.
- En tiempos de Jesús se considera que un cadáver comenzaba a corromperse al cuarto día (ver Jn 11, 39).
Que Jesús resucitara al tercer día indica que Su cuerpo muerto no sufrió corrupción.
Se cumple así lo profetizado en el Sal 16, 8-11, como lo interpreta san Pedro en su primer discurso (ver Hch 2, 22-31) y lo afirma san Pablo (ver 1 Cor 15, 3-5).
Además de la Biblia, existe un testigo que revela lo sucedido a Jesús en el sepulcro: la Sábana Santa, que científicos afirman envolvió el cadáver de Jesús.
Es de lino, mide 4.6 x 1.10 mt y ostenta dos tipos distintos de marcas: las primeras son marcas de sangre emanada de heridas que coinciden en todo con las que sufrió Jesús: golpe en la nariz, flagelación, corona de espinas, caídas, lastimadura en hombro y espalda por cargar algo rugoso y pesado, crucifixión por medio de clavos que atravesaron muñecas y tobillos, y ya muerto, la penetración de una lanza en el costado.
Dice Benedicto XVI que estas marcas de sangre son marcas de vida, porque Cristo nos dio vida derramando Su sangre.
Y cabría añadir que para el judío, la sangre es la sede de la vida, así que también en ese sentido resultan muy significativas.
Las otras marcas en la Sábana, posteriores a las de la sangre, fueron producidas por una radiación que emitió, ingrávido, el cuerpo envuelto en ella.
Dichas marcas imprimieron en negativo y tercera dimensión, una imagen del hombre que estuvo envuelto en la Sábana y luego se esfumó, dejándola intacta pero vacía. (por eso Juan lo “vio y creyó” (Jn 20,8). (Ver C:I.C. # 640).
Lo que no hay en la Sábana son marcas de los fluidos que emana un cuerpo en descomposición. Otra razón más para afirmar que se trata del sudario que envolvió el cuerpo de Cristo, y que éste no sufrió corrupción.
- Siglos antes de la venida de Cristo ya los profetas anunciaban este ‘tercer día’.
Pero de las profecías y de su cumplimiento, nos ocuparemos en la próxima ficha.
(Continuará...’El Credo desglosado en el Año de la fe’)
La próxima semana: 'según las Escrituras'
¡No te lo pierdas!
Reflexiona y comparte:
¿Qué significa para ti saber que Jesús resucitó al tercer día?
Pregunta del Catecismo:
El cuerpo de Jesús, muerto y sepultado, ¿sufrió la corrupción?
Respuesta del Catecismo:
No. “La virtud divina preservó de la corrupción el cuerpo de Cristo...
La Resurrección de Jesús ‘al tercer día’ (1Cor 15, 4; Lc 24, 46) era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día (ver Jn 11, 39).” (Catecismo de la Iglesia Católica # 627).
La Iglesia Católica define, como dogma de fe, que “Al tercer día, después de morir, Cristo resucitó glorioso de la muerte”. (Concilio de Toledo, año 675).
Lo dijo el Papa:
“Este rostro tiene los ojos cerrados, es el rostro de un difunto y, sin embargo, misteriosamente nos mira y, en el silencio, nos habla...
Así pues, dejémonos alcanzar por esta mirada, que no va en busca de nuestros ojos, sino de nuestro corazón.
Escuchemos lo que nos quiere decir, en el silencio, sobrepasando la muerte misma.
A través de la Sábana Santa nos llega la Palabra única y última de Dios: el Amor hecho hombre, encarnado en nuestra historia; el Amor misericordioso de Dios, que ha tomado sobre Sí todo el mal del mundo para liberarnos de su dominio.
Este rostro desfigurado se asemeja a tantos rostros de hombres y mujeres heridos por una vida que no respeta su dignidad, por guerras y violencias que afligen a los más vulnerables...
Sin embargo, el rostro de la Sábana Santa transmite una gran paz; este cuerpo torturado expresa una majestad soberana.
Es como si dejara trasparentar una energía condensada pero potente; es como si nos dijera: ten confianza, no pierdas la esperanza; la fuerza del amor de Dios, la fuerza del Resucitado, todo lo vence.” (Papa Francisco, 30 marzo 2013).
*Publicado el domingo 28 de julio de 2013 en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.856, p.4.
También en la pag web de ‘Desde la Fe’ (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx)
Conoce los libros de esta autora, sus cursos gratuitos de Biblia, y su ingenioso juego de mesa Cambalacho, aquí en www.ediciones72.com