De María
Alejandra María Sosa Elízaga*
Año de la fe
Conoce, celebra, fortalece, comunica tu fe
Serie sobre el Credo:
Ficha 28
No se trata de una imaginación, una metáfora, una manera de hablar. Le sucedió a una persona determinada, en un tiempo y lugar determinados.
El Credo afirma que Jesucristo, “por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María, la Virgen”, es decir, de María de Nazaret.
Es un hecho histórico.
Afirma el Evangelio según san Mateo: “La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José, y ante de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 18).
¿De qué manera obró el Espíritu Santo?
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “El Espíritu Santo preparó a María con Su gracia... Ella fue concebida sin pecado.” (CIC 722).
Aquel a quien recibimos en nuestro Bautismo, y que nos libra del pecado original, preservó a María de dicho pecado.
Así lo confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción: “la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano” (CIC # 491).
El Espíritu Santo preparó así una morada digna para acoger al Hijo de Dios.
Pero no sólo eso.
El Espíritu Santo también derramó toda Su gracia a la que sería la Madre de Jesús.
Dice el Credo de los Apóstoles que Jesús se encarnó ‘por obra y gracia del Espíritu Santo’. Y explica el Catecismo: “Convenía que fuese ‘llena de gracia’ la Madre de Aquel en quien ‘reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente’ (Col 2,9)...” (CIC 722).
Y, desde luego, fue gracias al Espíritu Santo que María concibió a Jesús sin intervención de varón, tal como se lo anunció el Ángel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35).
Considerar estas tres intervenciones del Espíritu Santo nos permite conocer, admirar y agradecer Su poder.
Pero consideremos también la manera como María respondió a dichas intervenciones, porque ello no sólo nos ha de mover a conocerla, admirarla y agradecérselo, sino sobre todo a aprender de ella e imitarla.
María, fue concebida sin pecado, pero ello no le quitó la libertad de pecar. Pudo hacerlo, pero no lo hizo. Nunca le dijo ‘no’ a Dios. Eligió libremente cumplir siempre y en todo la voluntad del Señor.
María supo abrirse enteramente a la gracia que el Espíritu Santo derramó en ella. Por eso el Ángel la llamó “llena de gracia” (Lc 1, 28).
A diferencia de nosotros, que nos resistimos a la gracia, que la aceptamos a cuenta gotas y selectivamente, para unas cosas sí y para otras no, Ella no opuso resistencia, no le cerró ninguna puerta.
María pudo decir sí al Señor, a pesar de no tener todas las respuestas, porque confiaba plenamente en Él y eso le bastaba. Su aceptación incondicional permitió que Él se encarnara en ella.
También nosotros podemos decirle sí a Dios.
Recuerdo que el Papa Juan Pablo II en su Carta Encíclica ‘Ecclesia de Eucharistia’, dijo que así como por obra del Espíritu Santo, Jesús se hizo presente en el interior de María cuando ella dijo “hágase en mí” (Lc 1, 38), así también por obra del Espíritu Santo Jesús se hace presente en la Eucaristía, y cuando antes de comulgar al presentarnos la Hostia Consagrada se nos dice: ‘El Cuerpo de Cristo’ y respondemos ‘amén’, también, como María, decimos sí, decimos ‘hágase en mí’ y lo recibimos a Él en nuestro interior.
Pidámosle a María, como dice la canción: “Madre de todos los hombres, enséñanos a decir ‘amén’...”
Que así como a las obras del Espíritu Santo, correspondieron las obras de María, también nosotros correspondamos a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida. Pidámosle a María que ruegue por nosotros, para que sepamos imitarla en amoldar como ella nuestra voluntad a la de Dios, y agradezcámosle y bendigámosla porque gracias a su perfecta aceptación, fruto de su fe, humildad y amor, pudimos y podemos recibir al Señor.
(Continuará...’El Credo desglosado en el Año de la fe’)
La próxima semana: ‘la Virgen’
¡No te lo pierdas!
Reflexiona y comparte:
¿De qué manera el Espíritu Santo que fecundó el seno de María, te fecunda a ti para acoger a Cristo?
Pregunta del Catecismo:
¿Cómo obró el Espíritu Santo en María para que Cristo se encarnara en Ella?
Respuesta del Catecismo:
La preservó del pecado original. La colmó de gracia. Intervino para que siendo Ella virgen, concibiera a Jesús. (ver CIC 484-495; 721-723)
“El Espíritu Santo realiza en María todas las preparaciones para la venida de Cristo al Pueblo de Dios. Mediante la acción del Espíritu Santo en Ella, el Padre da al mundo el Emmanuel, ‘Dios con nosotros’ (Mt 1, 23)...” (CIC 744)
Lo dijo el Papa:
"María nos enseña el significado de vivir en el Espíritu Santo y qué significa acoger la novedad de Dios en nuestra vida. Ella concibió a Jesús por obra del Espíritu, y cada cristiano, cada uno de nosotros, está llamado a acoger la Palabra de Dios, a acoger a Jesús dentro de sí y llevarlo luego a todos.
María invocó al Espíritu con los Apóstoles en el Cenáculo: también nosotros, cada vez que nos reunimos en oración estamos sostenidos por la presencia espiritual de la Madre de Jesús, para recibir el don del Espíritu y tener la fuerza de testimoniar a Jesús resucitado...
Que María os ayude a estar atentos a lo que el Señor os pide, y a vivir y caminar siempre según el Espíritu Santo."
(Papa Francisco, Regina Coeli, 28 abril 2013)
*Publicado el domingo 26 de mayo de 2013 en 'Desde la Fe', Semanario de la Arquidiócesis de México, año XVII, n.847, p.4.
También en la pag web de 'Desde la Fe' (www.desdelafe.mx) y en la del Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (www.siame.com.mx)
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