Recomendación y oración para el día de la Candelaria
Alejandra María Sosa Elízaga**
Salía de la parroquia la gente que había llevado a bendecir su imagen del Niño Jesús, en el día de la Candelaria. Conmovía ver la ternura y el ingenio con que suelen vestirlo.
La mayoría lo llevaba vestido como se viste a un bebito, con chambrita, gorro y zapatitos tejidos; también había quien lo vistió conforme a su particular devoción como Señor de la Divina Misericordia, o Cristo Rey, o Sagrado Corazón.
Pero hubo quien tuvo la pésima idea de disfrazarlo poniéndole alrededor de la cabeza una cadena con moneditas doradas, en una mano un borrego (por aquello de la ‘lana’) y en la otra una bolsita con dinero. ¡Qué pena pretender convertir una imagen religiosa en talismán de la buena suerte! De seguro el Niño estaba haciendo pucheritos, ¡cómo no, si Jesús siempre desdeñó el dinero y lo consideró fuente de injusticias!, ¡qué locura vestir Su imagen de algo que Él detestaba!
Es por ello que cabe hacer aquí una recomendación. No hay que olvidar que la imagen del Niño Jesús no es un muñeco al que se puede vestir de cualquier cosa. Por ejemplo, no hay que vestirlo de santo, porque Él está por encima de todos los santos; no hay que vestirlo supersticiosamente buscando exigirle favores, ni para que se vea chistoso y nos haga reír. Representa a Dios Niño, hay que tomar eso en cuenta al elegir cómo vestirlo, y hacerlo con respeto y cariño.
Es una bonita costumbre que luego de ir a Misa y llevar a bendecir su imagen del Niño Jesús, la familia y los amigos se reúnen a merendar tamales.
Para tener presente el sentido de esta fiesta, convendría que antes de merendar, se reúnan los asistentes ante la imagen del Niño Jesús, alguien lea el texto del Evangelio según san Lucas que narra el momento de la presentación del Niño (ver Lc 2, 22-40), y luego de meditarlo un momento en silencio, y compartir lo que le dice a cada uno, terminen con una breve oración, tal vez como ésta:
Sagrada Familia:
Te damos gracias por tu presencia en nuestro hogar.
Bendícelo y ayúdanos a convivir en paz, amor y unidad.
Niño Jesús:
Tú, el anunciado por Simeón como Luz de las naciones,
ilumina nuestros corazones,
y ábrelos al don de la salvación.
Santísima Virgen María:
Tú, que sabiendo que la espada atravesaría tu alma
no perdiste la fe ni la alegría,
ruega por nosotros,
para que la fuente de nuestro gozo,
sea la presencia del Salvador en nuestra vida.
Señor San José:
Tú, el protector del Niño Jesús y de María,
aýudanos a imitarte
en amarlos y servirlos más y mejor cada día. Amén.