y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Ordinario extraordinario

Alejandra María Sosa Elízaga* *

Ordinario extraordinario

Su nombre es engañoso, puede hacer pensar que es aburrido, común y corriente, que en él no sucede nada interesante o divertido, pero ¡no es así!, está ¡lleno de sorpresas y de oportunidades para quien las sepa descubrir y aprovechar!

Me refiero al llamado ‘Tiempo Ordinario’, que inicia este domingo en que termina el Tiempo de Navidad.

Hay quien cree que se trata de un borrón y cuenta nueva, y que una vez que se guarden el Nacimiento y los adornos, es hora de olvidarse de lo ocurrido en Navidad, hasta el próximo diciembre.

Pero no es así.

En el Tiempo Ordinario no hay corte, hay continuidad.

No es un tiempo para olvidar sino para recordar. ¿Recordar qué? Lo que reflexionamos en Adviento y Navidad.

Y no sólo recordarlo, sino imitarlo, vivirlo.

En las pasadas semanas, fuimos repasando hechos extraordinarios que les sucedieron a diversas personas, y las vimos reaccionar, responder.

Recibimos así valiosas lecciones, invaluables ejemplos, de María, de José, de los pastores, de los Magos de Oriente...

Incluso también aprendimos de Herodes y de su corte de ‘sabios’, lo que no se debe hacer.

Nos toca ahora a nosotros poner en práctica lo aprendido.

Hacer de nuestro tiempo ordinario un tiempo extraordinario en el que, como María, como José, como los pastores y los Magos, sepamos ser sensibles a la presencia de Dios en nuestra vida, decirle siempre sí, dejarnos mover, transformar, conducir por Él.

No sé si te ocurre como a mí, que luego de que aparentemente ya guardé todo lo navideño, a los pocos o muchos días me topo cuando menos me lo espero, con algún travieso adornito navideño que logró quedarse fuera.

Puede parecer fuera de tiempo hallar una esfera en febrero o en julio, pero en realidad es siempre oportuno; es un recordatorio de que lo vivido en Navidad no puede quedar en el olvido, como en un cajón; que hay que tenerlo presente para hacer extraordinaria nuestra vida ordinaria, para que siga iluminando nuestro corazón.

*Publicado en ‘Desde la Fe’, Semanario de la Arquidiócesis de México, domingo 11 de enero de 2015, p. 2