La más efectiva oración
Alejandra María Sosa Elízaga*
Tenía un aspecto terrible: los pelos parados, monstruos tatuados en los brazos y cara de pocos amigos, y lo peor era su actitud: unos días retadora y otros de desinterés total. Era el peor alumno del salón, pero su maestra podía ver su potencial.
Un día dejó la universidad. Su maestra decidió que si él la había abandonado, ella no lo abandonaría, sino se dedicaría a rezar por él. Así lo hizo. Y perseveró en su oración.
Pasados muchos años él la contactó. La sorprendió que la recordara y aceptó verlo. No lo reconoció: venía bien peinado y usaba ¡alzacuello!
Rió al verla muda de asombro. Le contó la historia de su inesperada conversión y añadió: ‘alguien ha de haber estado orando por mí.’
Esto lo platicó el sacerdote en el programa ‘Regreso a casa’ donde entrevistan a alejados que regresan o a hermanos separados que entran por vez primera a la Iglesia Católica. Y suplicó: ‘¡Por favor: no den por perdido a nadie, por perdido que parezca! Los que parecen más irremediables anhelan lo que sólo Dios puede darles. Ayúdenlos a abrirse a la gracia divina. Ofrezcan por ellos oraciones y mortificaciones y confíen en que darán fruto.’
Así pues, si acaso tienes seres queridos que se han alejado de la Iglesia y de Dios, no puedes desentenderte bajo el pretexto de ‘respetar’ su decisión. Debes hacer algo al respecto. ¿Qué? Desde luego no discutir, presionar, amenazar, chantajear, criticar, dejarles de hablar o lanzarle ‘miradas que matan’ porque no van a Misa.
Sí amarlos, darles testimonio de tu fe mediante la paz y la alegría que perciban en ti, y, lo más importante: diario orar fervientemente (por ej: el Rosario, la Coronilla de la Divina Misericordia), y ofrecer pequeños sacrificios por ellos.
En el acto penitencial al inicio de la Misa, tras reconocernos pecadores pedimos: ‘por eso ruego a Santa María Virgen, a los ángeles, a los santos, y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios nuestro Señor’. Así como pedimos intercesión por nosotros, hemos de interceder por los demás.
El 27 de agosto celebramos a santa Mónica, cuya oración sufrida y perseverante logró que su hijo san Agustín se convirtiera. Pidámosle que nos ayude a no sólo pedir tibiamente o de vez en cuando por nuestros seres queridos alejados, sino con verdadero tesón y plena confianza en que Dios escuchará nuestra oración.