La peligrosa intolerancia religiosa
Alejandra María Sosa Elízaga*
Que alguien me explique.
Cuando se va a tomar una decisión que afectará a todos los involucrados, sea que se trate de algo tan general como una votación para elegir al gobierno o de algo tan local como una acción que aprobará la junta de vecinos en un condominio, siempre, y cabe subrayarlo, siempre gana lo que decide la mayoría.
Pero cuando se trata de decidir algo que afectará a los católicos mexicanos, que en nuestro país somos cerca del 80%, ¡basta con que una sola persona haga una propuesta, para que ésta sea tomada en cuenta y se considere proceder a su favor y en contra de lo que querría la abrumadora mayoría!
En diciembre de 2020, en un ayuntamiento de Yucatán, un ciudadano se inconformó porque había un Nacimiento en sitio público. Incomprensiblemente su solitaria queja ha llegado nada menos que a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que en estos días decidirá si se prohíbe por ley toda expresión religiosa en lugares públicos.
Esto ha despertado grandísima alarma, no sólo entre católicos, sino también entre miembros de iglesias cristianas y de otras denominaciones religiosas.
¡No podemos creer que autoridades que tanto hablan de tolerancia, consideren establecer como ley la intolerancia!
Y es que no se trata de prohibir un pesebre en un pueblito, no. Se trata de algo que afectará a todo el país, a todos los creyentes, impidiéndoles manifestar libremente su fe, como hasta ahora lo hacían amparados por la Constitución.
Y no solamente se trata de no poner símbolos navideños, la prohibición incluiría toda manifestación religiosa. Es tan amplia que da vértigo pensar hasta dónde pudiera escalar.
¿Estarían dispuestas las autoridades a enviar soldados a destruir los nichos en casas y comercios con la imagen de la Virgen de Guadalupe?, ¿meterían a la cárcel a los peregrinos que recorren la vía pública cargando a su Guadalupana, de camino a la Basílica el 12 de diciembre? ¿Prohibirían los viacrucis, la representación de la Pasión en Iztapalapa? ¿Clausurarían obras en construcción en las que albañiles cometieran el 3 de mayo el ‘delito’ de colocar en lo alto cruces floridas? ¿Detendrían a quien portara en público una cruz, medalla, hábito religioso o sotana? ¿Destruirían las cruces en cúpulas y atrios de parroquias, catedrales y basílicas? ¿Se atreverían a retirar al Ángel de la Independencia?
Suena descabellado llegar a tanto, pero ¿cómo fue que se llegó a tanto en los países que establecieron esas leyes intolerantes contra los cristianos? Empezaron con algo aparentemente pequeño, y crecieron descomunalmente, como era su intención inicial.
Quienes están considerando aprobar convertir en ley lo que sería una nueva persecución religiosa al estilo de Calles, están jugando con fuego y pueden encender la mecha de una nueva cristiada.
Se equivocan si creen que la gente se quedaría de brazos cruzados si se atropella su fe.
Hay que recordar la decisión y el heroísmo con que mexicanos de todas las edades, condiciones y clases sociales se unieron para defenderla. Y estaban dispuestos a lo que fuera. Soportaron persecuciones, torturas, miles dieron la vida. Consideraron un honor su martirio y morían gritando: ‘¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!’.
Al final el gobierno tuvo que ceder, pero el costo en vidas humanas y lo que esta lucha afectó al país fue terrible.
¿Quién querría una nueva cristiada?
En el mundo hoy en día hay muchas revueltas, mucho descontento, guerras civiles, manifestaciones sangrientas. Ahí tenemos el caso de Irán: una joven fue arrestada por la policía religiosa que ‘porque no llevaba el velo correctamente’. Murió. La policía dijo que fue muerte natural, la gente no lo creyó. La revuelta cundió por todo el país.
En México estamos sentados sobre un polvorín. Cualquier cosa puede encender la mecha. ¡Es muy peligroso jugar con fuego!
En este domingo en que justamente celebramos a Cristo Rey, oremos para que no vuelva a triunfar en nuestro país la intolerancia, que obre la prudencia en los magistrados que tienen la decisión en sus manos, y que Santa María de Guadalupe nos ampare y arrope a todos como hermanos.