¿San Tito? ¡Santote!
Alejandra María Sosa Elízaga*
¿Qué pasa cuando lo peor del hombre: un corazón lleno de odio y soberbia, entregado al mal, tiene un encontronazo con lo mejor del hombre: un corazón lleno de amor y humildad, entregado a Dios? Brota una chispa, como cuando se frota una piedra dura contra una blanda, y en este caso, una chispa de santidad, tan brillante que nos ilumina: la chispa de Tito Brandsma, sacerdote carmelita holandés, maestro y periodista, mártir del nazismo, quien fue canonizado el 15 de mayo de 2022.
Como los santos nos ayudan con su ejemplo e intercesión, conocer a san Tito nos permite descubrir en qué podemos imitarle y qué pedirle.
Su amor a Dios
Nació el 23 en 1881 en una familia muy devota. De 6 hijos, 2 fueron sacerdotes y 3 religiosas. Entró al noviciado carmelita a los 17 años y fue ordenado a los 24. A pesar de su frágil salud (2 veces por poco muere), era incansable: Daba clases, fundó y fue rector de la Universidad Católica, a la que dotó de una gran biblioteca de 17,000 manuscritos que localizó, fotocopió y catalogó en 170 volúmenes. Fue superior de la casa adjunta, encargado de la parroquia universitaria. Fundó colegios carmelitas. Presidió la Unión de Escuelas Secundarias y la Asociación de Escuelas Católicas.
Fue editor de un diario, escribía en más de 20 periódicos católicos; creó una revista que tuvo más de 13,000 suscriptores. Fue Asistente Eclesiástico de la Asociación de Periodistas Católicos, que editaba 30 publicaciones. Era un articulista muy leído, interesante, ameno, sabía llegarle a sus lectores. Creía que quien lee diario un periódico católico es influido positivamente en su manera de ver la vida.
También organizó congresos católicos y procesiones; viajaba a dar charlas y retiros (hablaba holandés, inglés, alemán, francés y español). . Tradujo la ‘Imitación de Cristo’ y obras de santa Teresa de Ávila. Y a pesar de tantísimas actividades, jamás dejó su oración, su Misa diaria, su rezo del Santo Rosario, su breviario. Llegaba el primero a la oración comunitaria. Dios era el centro de su vida. En Él hallaba su fortaleza y su inquebrantable paz. Todo lo hacía por Él y para Él.
Quien tiene tanto qué hacer que se ve tentado a hacer a Dios a un lado pida a san Tito ayuda para darle a Dios la prioridad, o su vida no tendrá sentido, será caos y oscuridad.
Su defensa de la verdad y la justicia
Cuando Hitler subió al poder, el padre Tito denunció su ideología nazi. Cuando Holanda fue invadida, ayudó a difundir una carta escrita por los obispos, que fue leída en todas las parroquias anunciando que se negarían los Sacramentos a quien apoyara el nazismo.
Y visitó todos los diarios católicos para pedir que no publicaran propaganda nazi. Los nazis querían controlar educación, prensa e iglesia, y en las tres destacaba el padre Tito. Lo consideraban peligroso. En 1942 la Gestapo lo arrestó y llevó a la prisión de Scheveningen, donde lo retuvo 3 meses. Al ser interrogado reafirmó y explicó su postura anti nazi, sin importarle las consecuencias. Fue fiel a lo que enseñaba a sus alumnos: ‘para ganar el mundo para Cristo, hay que estar dispuestos a entrar en conflicto con el mundo.’ Su interrogador, un ex sacerdote, quedó impresionado y cuando al terminar la guerra los nazis quemaron los registros de los interrogatorios para no dejar pruebas de sus atrocidades, escondió los del padre y se los dio al superior carmelita. Fue un milagro que se pudiera conocer lo que le preguntaron y lo que dijo.
Muchos lo consideran el primer mártir periodista, y de todo el mundo han pedido al Papa que lo nombre santo patrono de los periodistas, título que compartiría con san Francisco de Sales.
En este tiempo en que impera el relativismo y el miedo de expresar en público la fe, pidamos a san Tito que nos ayude a tener clara la verdad y a difundirla y defenderla con valentía.
Su heroica caridad
Mucha gente lo buscaba para platicar o pedirle algo, y pidió al portero del monasterio que no rechazara a nadie. A todos atendía, sin importar lo ocupado que estuviera, no los hacía esperar y les dedicaba su atención como si no tuviera nada que hacer. Decía: ‘lo que sea bueno, hay que hacerlo’, y en verdad, hizo mucho y muy bueno. Siempre sonriente y amable, fue gran confesor y director espiritual; leal amigo. Fue capellán de un asilo; visitaba enfermos, ayudaba a los pobres, incluso despojándose de su ropa, comida y lo que tenía. Gozaba ayudando. Sus colegas decían que era un deleite trabajar con él, pues era conciliador, sabía ceder, daba lo que le pedían y ¡encima lo agradecía! Cuantos lo conocían sentían que era su amigo.
Cuando fue transferido a Amersfoort y a Kleve, campos de concentración, donde pasó algunos meses, y finalmente al infame campo de exterminio de Dachau, su salud empeoró, pues fue sometido a torturas, pasaba hambre y lo obligaban a trabajar hasta sangrar, pero él animaba a todos y los exhortaba a no perder la fe ni la esperanza y a no odiar a nadie. Decía: “Jesús está conmigo” y lo veía en todos, aún en quienes lo maltrataban, y los amaba.
Como no lo dejaban bendecir, antes de dormir iba a ver a cada preso para desearle buena noche; estrechaba su mano y con el pulgar le trazaba discretamente una cruz en la palma, para que no lo notaran los guardias. Esa bendición les daba a los presos grandísimo consuelo.
Cuando lo iban a matar llevaba escondido su Rosario. Se lo dio a la enfermera que le aplicaría la inyección letal, la miró compasivo y prometió pedir por ella. Lo hizo desde el Cielo: logró su conversión.
Murió el 26 de julio de 1942 (desde su beatificación, su fiesta es el 27 de julio).
La noticia de su muerte del ‘tío Tito’ (les prohibían llamarlo padre), produjo un pesaroso silencio, todos sintieron haber perdido a un ser querido.
En estos tiempos en que hay tanta división y odio en el mundo, pidamos a san Tito que nos ayude a cumplir como él cumplió, el mandamiento de Jesús de amarnos unos a otros como Él nos ama, y perdonarnos como Él nos perdona.
Dice la Biblia que “las almas de los justos brillan como chispas en un cañaveral” (Sab 3, 7). Dejémonos iluminar, más aún, incendiar el corazón, por el mismo Espíritu que iluminó e incendió el corazón de san Tito.