y los envió por delante...
a todas las ciudades y sitios a donde ÉL había de ir...'
(Lc 10,1)

Dios a nuestro lado

Alejandra María Sosa Elízaga*

Dios a nuestro lado

Si alguien nos dice que fue ‘librado’ de una situación difícil, solemos entender que no tuvo que pasar por ella, que fue ayudado para evadirla.

Y cuando en la oración pedimos al Señor que nos libre de algo, por ejemplo en la Letanía de los Santos, hay muchas peticiones que piden: ‘Líbranos, Señor’, por ejemplo:

De todo mal. Líbranos Señor.

De todo pecado. Líbranos Señor.

De la muerte súbita e imprevista. Líbranos, Señor.

De las asechanzas del demonio. Líbranos Señor...

Entonces tal vez nos sorprenda leer en la Segunda Lectura que se proclama este domingo en Misa (ver 2Tim 4, 6-8. 16-18), que san Pablo afirma que el Señor estuvo a su lado y le dio fuerzas, lo libró de las fauces del león, lo seguirá librando de todos los peligros y lo llevará salvo a Su Reino celestial.

Uno se ve tentado a preguntar: ¿por qué dice que teniendo al Señor a su lado ha sido y seguirá siendo librado, pero a la vez dice que será llevado al Reino celestial, es decir que morirá?

Es que el hecho de que alguien esté cerca de Dios, no necesariamente implica que le impedirá sufrir o lo salvará de morir, sino que le dará la ayuda que requiera para enfrentar lo que le toque vivir.

Dios a nuestro lado no nos libra del mundo y sus problemas, pero sí nos sostiene para que podamos lidiar con ellos.

Tener a Dios a nuestro lado no significa que nunca nos enfermaremos, no se nos morirá ningún ser querido, no tendremos crisis, no.

Significa que contaremos con Su gracia para ir lidiando a cada instante con lo que se nos vaya presentando, que nos dará lo que vayamos necesitando: fortaleza, paciencia, sabiduría, humildad, paz, incluso sentido del humor y hasta alegría.

Significa que no nos faltará Su Providencia, que nos sostendrá a cada paso para que no tropecemos ni caigamos.

Y significa también que cuando llegue, como dice el apóstol, el momento de nuestra partida, nos ayudará, como a él, a perseverar en la fe hasta el final, para que podamos alcanzar nuestra Patria definitiva.

 

Por eso podemos hacer nuestras las palabras del Salmo 16 (que no es el dominical):

 

Tengo siempre presente al Señor,

y con Él a mi lado jamás tropezaré...

 

Me enseña el camino de la vida,

me sacia de gozo en Su presencia,

y de alegría perpetua junto a Si...

Publicado el domingo 27 de octubre de 2019 en la pag web y de facebook de Ediciones 72.